The Boogeyman | Crítica

Correcta adaptación de un Stephen King temprano

Chris Messina, en 'The Boogeyman'-

Chris Messina, en 'The Boogeyman'- / D. S.

Pese a que su publicación original fue en 1973 en la revista Cavalier y que apareció en volumen en En el umbral de la noche en 1978, su primera compilación de relatos cortos, el cuento The Boogeyman (El coco) de Stephen King contiene muchos elementos morbosos sobre la muerte -por accidente sobre todo en su primera etapa y por enfermedad en la segunda- y sobre el duelo que no adquirirán pleno desarrollo como monstruosidad de la vida cotidiana hasta años después, pese a estar presentes desde el principio en su obra a causa, en parte, del recuerdo traumático de la enfermedad y muerte de su madre coincidentes con sus primeros éxitos. King publicó este cuento en la revista un año antes de la publicación de Carrie, su primer éxito, en 1974, y cuando lo publicó en el volumen de compilación en 1978 solo había publicado, además de la ya citada Carrie, El misterio de Salem’s Lot en el 75 y El resplandor en el 77, además de Rabia, publicada en el 77 bajo el seudónimo de Richard Bachman y posteriormente retirada por el autor tras el tiroteo de Columbine y la multiplicación ataques en escuelas.

Este relato corto de King fue filmado dos veces como mediometraje y adaptado una vez al teatro. Esta adaptación y estiramiento del breve relato original que ahora se estrena está a cargo de los guionistas Scott Beck y Bryan Woods, lo cual es una garantía ya que ellos fueron los guionistas de esa pieza maestra que fue Un lugar tranquilo. La dirección es de Rob Savage, autor de la interesante Host y ligado al universo de la productora de terror Blumhouse. El resultado es aceptable, aunque está por debajo de lo que podía esperarse del relato original, los guionistas y el director.

El terror lo provoca una presencia horrenda y monstruosa con la que un paciente infecta la consulta de un psiquiatra permitiéndole adueñarse de su hogar en duelo tras la muerte de su mujer y atacar a sus hijas, que deberán enfrentarse a él con sus propios recursos. El ser horrendo, que tiene mucho que ver con el coco y con el hombre del saco, es, como en tantas obras de King, la materialización de traumas, miedos infantiles o experiencias a las que es imposible sobreponerse. La película juega en su primera parte con un terror sutil y sugerente para desbordarse en la segunda en un horror visual muy ochentero. Se resiente de un deficiente cosido de sus aspectos más serios y juguetones, pese a lo cual, gracias al puro sabor King de lo monstruoso que se alimenta de la debilidad o sufrimiento de sus víctimas que la impregna, no es una desdeñable aportación a la extensa filmografía del autor más veces llevado al cine.

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