"En el abandono de los pueblos está su propia fuerza, en la emboscadura"

Javier Pérez. Escritor

El autor leonés publica con Algaida 'El secuestro del candidato', una intriga policíaca ambientada en el mundo rural donde caricaturiza a la clase política.

Javier Pérez durante la promoción de su libro en Sevilla.
Javier Pérez durante la promoción de su libro en Sevilla.
Charo Ramos / Sevilla

10 de junio 2012 - 05:00

La editorial Algaida acaba de publicar la sexta novela del escritor y periodista leonés Javier Pérez, El secuestro del candidato, ganadora del XV Premio Ciudad de Bajadoz. Ácido retrato de la quiebra y el descrédito del sistema político, el libro combina la novela negra con la crítica social gracias a un tono satírico que convierte a los personajes en auténticos esperpentos.

-La víctima de esta intriga es un político secuestrado en un pueblo perdido del Norte español. ¿Qué le ofrece a su relato esa apuesta por el paisaje rural?

-Quería reivindicar el poder de lo obsoleto. Hablar de la fuerza de lo antiguo y de lo que no está de moda. El protagonista del libro es un candidato al que secuestran en una furgoneta de ovejas y encierran en el sótano de una aldea. Como la policía está especializada en rastrear internet, seguir móviles e intervenir comunicaciones por satélite pero no en buscar en un pueblo de montaña con seis habitantes, todo se complica. Defiendo así que en el abandono de los pueblos está su propia fuerza, en la emboscadura.

-Su visión de las élites políticas resulta descorazonadora.

-Es mi visión no sólo de la política, sino de los españoles y del mundo en general. Todos tenemos luces y sombras, me fastidia el maniqueísmo. Los protagonistas de esta obra, donde intento resolver un caso detectivesco a través de caricaturas de personas, somos un poco todos nosotros. El libro indaga en el montón de intereses que hay en torno a la víctima, un político local que abandona a su querida unos días antes de las elecciones y al que ésta, despechada, secuestra. Para sorpresa de la joven, la propia Al Qaeda intenta sacar beneficio y reivindica inmediatamente el secuestro.

-Introduce aquí el terrorismo islámico como hizo antes con el nazismo en sus novelas La espina de la amapola o El gris. ¿Por qué le interesa tanto explorar el lado oscuro del ser humano?

-Porque las fuerzas violentas surgen de la desesperación de la gente. Cuando la gente pierde la esperanza pierde el miedo; cuando pierde el miedo pierde la vergüenza, y cuando pierde la vergüenza puede pasar cualquier cosa.

-En sus novelas la mujer suele tener un papel destacado pero, al menos en ésta, nada heroico.

-La amante despechada se convierte aquí en una chica enfurecida, dispuesta a todo, sin control. Pero es que la esposa tampoco sale bien parada ni ninguno de los caracteres masculinos. Cada personaje es peor que el anterior. No he querido redimir a nadie, me he movido en la línea moral de la película El honor de los Prizzi.

-Fue concejal en un pequeño municipio, pero en su libro todos los partidos están desacreditados. ¿Es éste un libelo contra la política en tiempos de crisis?

-No. Sólo he pretendido escribir una novela de humor con carácter social, un thriller político pero no sólo sobre la clase política. Es más bien un texto sobre la pérdida de confianza en los otros. Me preocupa la debilidad del movimiento asociativo, se ha perdido la cohesión social que las asociaciones, que es donde se trabaja, aportaban. Cada vez hay menos gente dispuesta a unirse para conseguir algo. Ahora somos demasiados diciendo muchas cosas y muy pocos haciéndolas. Creemos que las cosas se pueden arreglar con poco coste: vas a una protesta, la tuiteas y te quedas tan tranquilo.

-En El secuestro del candidato sus únicas simpatías las dirige a los habitantes de Molera, un pueblo perdido e imaginario que se parece mucho a los del Bierzo.

-En alguna parte de la novela digo que del campo se defiende todo menos al campesino: la naturaleza, las tradiciones, la fauna autóctona... Es una especie de hipocresía y doble moral, se trata a la gente que vive en el campo como los yanquis a los indios de las reservas. Se les observa pero no se les tiene respeto.

-En su próximo título, ya muy avanzado, viaja en el tiempo hasta los días del Imperio romano y pone el foco en otro fascinante paisaje leonés: Las Médulas, declaradas por la Unesco en 1997 Patrimonio de la Humanidad.

-Esa nueva novela tratará sobre la rebelión de Las Médulas, tendrá mucho ambiente esotérico y hasta un grupo religioso druídico. Estamos en el siglo I, con el emperador Claudio, y asistimos a un enfrentamiento entre el racionalismo romano y el culto a la naturaleza de los pueblos primitivos. Incluyo incluso una maldición sobre el agua porque en la explotación minera de oro de Las Médulas era fundamental ya que usaban el agua y el aire como explosivos para volar y horadar montañas enteras.

-El anterior presidente del Gobierno era leonés. ¿Lo notaron?

-En León estamos acostumbrados a personajes que, como mínimo, dan que hablar. Poncio Pilatos era de Astorga y no nos ayudó mucho. Rodríguez Zapatero, que también era especialista en lo de la palangana, tampoco. Nos dejó de herencia en Léon, eso sí, una oficina de gestión de multas.

-¿Cuáles son sus iconos y referentes literarios?

-Me gusta la novela negra porque permite acercarse a la naturaleza humana con sus luces y sombras, evitando los tópicos. Te deja hablar de las acciones heroicas y de las miserables. Pero como referencia me apasiona la novela centroeuropea. Pienso en autores como Bernhard Schlink, Pavel Kohout y, en general, los checos. Más que con Borges y La Biblioteca de Babel yo me siento identificado con Kafka y su Metamorfosis. Y, tal y como están los tiempos ahora, con El proceso.

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