Cultura

El fondo del vaso

  • 'Días sin huella'. Charles Jackson. Trad. Iris Menéndez. Alianza. Madrid, 2013. 320 páginas. 10,90 euros.

Días sin huella (The lost weekend en el original), fue llevada al cine por Billy Wilder en 1945, con Ray Milland y Jane Wayman en los papeles protagonistas. Tan sólo un año antes, se había publicado la novela de Charles Jackson que da título a la película. Ésta es, sin duda, la novela más famosa de Jackson, hoy un autor desconocido, que sin embargo gozó de enorme popularidad y prestigio, no sabríamos decir si ayudado por el carácter autobiográfico de la obra, o por la propia naturaleza del tema -el alcoholismo-, que se aborda en sus páginas. Bajo el volcán, la novela de Lowry, que también se asoma el mundo alucinatorio del alcohol, se publicará muy poco después, en 1947. Y quince años más tarde, Días de vino y rosas todavía llevará al cine un conocido serial televisivo sobre el mismo asunto.

Quiere decirse que, mediado el XX, y tras la segunda conflagración mundial, las penurias y las dudas existenciales coparon el interés de buena parte de la novelística y el ensayo de aquella hora. Por otra parte, la singularidad de Días sin huella, (un título más hermoso que el original, por cierto) reside en su carácter de novela negra; y ello a pesar de que se trata, no de un crimen irresuelto, sino de la simple degradación de un hombre con talento, que ha encontrado en el whisky una forma de suspensión y desvanecimiento de su amargura. Leída desde hoy, Días sin huella quizá peque de un exceso de psicologismo. Pero no hay que olvidar que, mediados los 40, los postulados de Freud y los traumas postbélicos eran una realidad en exceso cercana. Aun así, la novela está magníficamente escrita, y se acerca al alcoholismo con una veracidad obsesiva y deslumbrante. Ése es, con certeza, otro de los hallazgos de Charles Jackson: plantear el alcoholismo no con la forzada épica Hemingway ni con el malditismo heredado de la tradición romántica. El alcóholico de Días sin huella (el alcohólico que fue Jackson, al igual que Fiztgerald, Faulkner y muchos otros) no es más que un hombre devorado por la dipsomanía. En la lucha del hombre contra su mal, una lucha sutil, demoníaca, incesante, está lo mejor y más humano de estas páginas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios