Matrioskas | Crítica

El vínculo por el dolor

  • En 'Matrioskas', Marta Carnicero Hernanz perfila una doble narración unida por la ignominia del pasado

Marta Carnicero Hernanz.

Marta Carnicero Hernanz. / D. S.

En sus otras dos novelas anteriores, El cielo según Google y Coníferas, Marta Carnicero Hernanz (Barcelona, 1974) ya abordaba los temas que la obsesionan e interpelan. Ocurre igual con Matrioskas, sin duda una de las novelas del año pasado. Las relaciones filiales, el abuso, el vínculo, la piel que recubre la piel herida, la identidad, la memoria personal y la colectiva son, entre otros, los asuntos que en esta ocasión unen las vidas, en apariencia disímiles, de Hana y Sara.

¿Punto de partida? Una madre violada en la guerra de Bosnia, inmigrante en un país extranjero, y una hija entregada en adopción que vive en Barcelona. Es curioso que sólo una vez –y lo recalca la propia autora– se indica en la novela el lugar de donde parten los hechos: Visegrado. El hotel Vilina Vlas (hoy abierto cual idílico balneario) se convirtió en centro de detención, ejecución y violaciones masivas de mujeres y niñas bosnias musulmanas por parte del ejército serbobosnio. El contexto histórico es este. Pero Matrioskas, con distintos estilos y voces, crea su propia urdimbre narrativa a la sombra de los trágicos sucesos acaecidos. En Visegrado, en Bosnia oriental, se halla el famoso puente otomano sobre el río Drina que inmortalizara tan bellamente el gran Ivo Andric en Un puente sobre el Drina. Pero quien hoy viaja a esta ciudad –y este servidor da cuenta de ello– no puede soslayar el aire malsano que, pese al paso del tiempo (treinta años ya de la guerra), aún se respira en este lugar, donde se ha instalado el olvido más espurio y una miserable obra de reinvención sin reparación.

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro. / D. S.

No obstante, insistimos, el lector no hallará aquí una crónica minuciosa sobre la guerra, sino el vínculo sanguíneo que une, se quiera o no, a una víctima con la consecuencia del escarnio. Sus vidas se narran por separado, como relatos autónomos, pero al cabo convergen. Matrioskas, de inimitable trazo literario, nos remite a las películas de la bosnia Jasmila Zbanic sobre las vidas de las mujeres violadas y de sus hijos nacidos en la guerra (Grbavica y, sobre todo, For Those Who Can Tell No Tales). La escritora croata Slavenka Drakulic ya abordó también el tema en Como si yo no estuviera (la Hana de Marta Carnicero Hernanz podría ser de hecho la protagonista de esta otra novela). El texto de Drakulic fue llevado al teatro por Anna María Ricart en Hay alguien en el bosque.

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