A por el doblete que ponga la guinda

Un Barça campeón de Liga y un Sevilla dueño de la Europa League buscan un nuevo título que cierre un año soberbio para ambos conjuntos

Neymar y Leo Messi durante el entrenamiento de ayer en la Ciudad Deportiva Joan Gamper.
Neymar y Leo Messi durante el entrenamiento de ayer en la Ciudad Deportiva Joan Gamper.
Efe Madrid

22 de mayo 2016 - 05:02

Barcelona y Sevilla pugnan hoy en la final de la Copa del Rey por un título cuya consecución supondría para ambos poner la guinda a un curso excelente, ya que en caso de triunfo azulgrana lo sumarían a la Liga y si es de los sevillanos, el doblete sería por su reciente Europa League.

El partido llega en un momento álgido para los dos, especialmente de ánimos, y quizá más en el caso del Sevilla, que el miércoles alzó por quinta vez en su historia, y el tercero de forma consecutiva, el trofeo de la Liga Europa.

Esto hace que los sevillistas, que aplazaron la celebración hasta el lunes para preparar su nuevo duelo con el todopoderoso Barcelona, afronten con el ánimo por las nubes su octava final de Copa. Pero también puede pasarles factura el desgaste físico sufrido en Basilea para remontar al Liverpool (3-1), sobre todo al haber tenido sólo cuatro días de margen entre una y otra cita.

Será el cuarto enfrentamiento esta temporada entre ambos equipos, que cierran el curso de la misma forma que lo abrieron, cuando en un choque memorable se jugaron a una carta en Georgia la Supercopa de Europa, trofeo que se fue a las vitrinas azulgrana gracias a un tanto de Pedro en la prórroga (5-4) forzada por los hispalenses tras enjugar tres goles de desventaja, del 4-1 al 4-4.

Ha llovido mucho desde entonces, hasta el punto de que el Barcelona ha reeditado el título liguero y el Sevilla ha ampliado su mística europea, convirtiéndose en el equipo referencia en el segundo torneo más importante de clubes en el Viejo Continente.

La final de Copa los reunirá de nuevo en un partido inédito, ya que nunca antes en este centenario se habían medido, aunque sí, en cambio, en 12 ocasiones en eliminatorias anteriores, con un balance favorable a los azulgrana, que pasaron de ronda en ocho ocasiones, por cuatro de los de Nervión.

Después del triplete del año pasado, el Barcelona busca en éste un doblete que complemente a la Supercopa de Europa y al Mundial de Clubes que ya ganaron antes de 2016 los pupilos de Luis Enrique, que acude a la final con su equipo en un estado inmejorable, tras haber completado un final de temporada con dos ritmos totalmente opuestos.

Mientras en el primero llegó a comprometer su liderato, hasta el punto de que la diferencia de goles lo ayudó a agarrarse al primer puesto a falta de cinco jornadas tras perder 11 puntos en cuatro partidos, fue en los cinco últimos encuentros ligueros donde explotó como parecía que no iba a volver a hacerlo y firmó un 15 de 15, con un balance de goles de 24 a favor y ninguno en contra.

Con estas cifras acude el Barça al Calderón para presentar batalla a un Sevilla que, con 13 títulos ganados en toda su historia -nueve en una última década dorada-, bajó el pistón en el tramo final de la Liga para centrarse en las dos finales que tenía por delante.

Y el conjunto de Unai Emery, al que históricamente siempre se le dio mal el Barcelona hasta que en octubre pasado le ganó por primera vez (2-1 en la primera vuelta de la Liga), sacó lo mejor de sí en Basilea, precisamente lejos del Sánchez-Pizjuán, pese a que en la Liga fue el único equipo que no ganó ni una vez como foráneo.

La propuesta de Luis Enrique para la final no va a variar mucho, especialmente en el once, pues se espera el equipo de gala con la única duda, poco posible, de que Claudio Bravo, ya recuperado, pudiese arrebatarle la titularidad al cada vez más seguro Ter Stegen.

El control del centro del campo, una vez más, será donde se resuelva el partido, pues si los azulgrana son capaces de serenar a su rival y empujarlo hacia su campo, parece poco probable que la dinamita que tiene delante, con Messi, Luis Suárez y Neymar, autores este año de 130 goles, no acabe marcando.

Además, el Barcelona dejó su portería a cero en los últimos cinco partidos, gracias en parte a ajustes con los que Luis Enrique corrigió aspectos que hacían a la zaga algo vulnerable.

Por su parte, el Sevilla, hasta hace una década históricamente huérfano de finales, afronta con todo lo que tiene la del Calderón, con su máxima ilusión, para luchar por conquistar su sexta Copa del Rey -la última la ganó en 2010 al Atlético en el Camp Nou-, y además tendrá el apoyo de unos 20.000 aficionados que ansían el doblete.

A Basilea se desplazaron unos 6.000 y se hicieron notar hasta el punto de ganarle la partida a la hinchada del Liverpool, que los triplicaba en número, y aunque quizás el título europeo quitó presión a los de Emery, lo que está claro es que el Sevilla nunca se rinde y que, con su casta y su coraje, no desdeña la ocasión de ganar un nuevo título.

Tiene bajas notables para la final. Están lesionados Tremoulinas y Krohn-Dehli, y sancionados Kolodziejczak y N'Zonzi, por protestar al árbitro en Liga y en la semifinal de Copa en Vigo, respectivamente.

Lo más seguro es que repita el once que ganó al Liverpool con dos cambios: la vuelta a la portería de Sergio Rico por David Soria; y la entrada por N'Zonzi de Vicente Iborra, que podría jugar en la media punta y Banega retrasar su posición al medio campo, o bien Cristóforo, y en ese caso el argentino jugaría de enganche.

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