Las consecuencias de los divorcios

El periscopio

Las separaciones dejan secuelas que pueden ser muy desagradables, a la vista está que el Reino Unido empieza a sufrirlas tras elegir el 'Brexit'

León Lasa

10 de julio 2016 - 11:18

NO hay que ser un hacha de la psicología social para concluir que no todas las parejas que viven juntas bajo un mismo techo están sublimemente enamoradas; tampoco para ver que pocas de esas bravuconadas que se espetan al calor de dos cervezas –y de una notable falta de educación– (“voy a mandar a mi mujer/marido a Parla pero ya...”) se concretan en hechos y decisiones. Las separaciones, los divorcios, del tipo que sean, tienen consecuencias materiales que, en muchos casos, son manifiestamente desagradables. Hasta el punto de que la mayoría de esas decisiones se postergan o no se llegan a tomar por la elemental aplicación, muy manida por algunos gestores de lo superfluo, de la teoría “coste-beneficio”. Separarse es caro, y en muchas ocasiones, doloroso. Sobre todo económicamente. Los vascos, en otro orden de cosas, se han dado cuenta de ello. La convivencia con el Estado español, del que en absoluto están enamorados, tampoco es tan desagradable si hay cierto nivel de educación. Los catalanes parece que aún siguen en el estadio, como decíamos, de las bravatas de barra. Los británicos, desafiando a su secular pragmatismo, optaron, si bien es verdad que por una mayoría exigua, por coger las maletas. Ahora empiezan a atisbar las consecuencias. Veamos algunas.

Desde que el Brexit se consumó, hace unas semanas, la libra esterlina ha caído alrededor de un 13% respecto al dólar y un 10% respecto al euro. Un verdadero desplome que la ha llevado a niveles desconocidos desde 1985. O lo que es lo mismo: muchos de esos nostálgicos que votaron por una vuelta al Rule Britannia habrán comprobado ya en estos días de julio que las cogorzas en los bares de baja estofa de la costa le empiezan a salir más caras. O que, para algunos, lo impensable se ha convertido es posible: una especie de corralito en Gran Bretaña: desde hace unos días tres grandes fondos inmobiliarios impiden a sus inversores rescatar las participaciones por falta de liquidez ante las peticiones masivas de reembolso por parte de clientes inseguros o temerosos. Téngase en cuenta que casi la mitad de la inversión en bienes raíces británicos proviene del extranjero y que lo que pueda ocurrir en el futuro añade temor a la incertidumbre. Liquidez cero. Se abre, en cualquier caso, un periodo de dudas que puede durar mucho más de lo deseable. El proceso de desconexión jurídico de la Unión Europea es complejo, sujeto a negociaciones, y a una posterior autorización del Consejo por mayoría cualificada previa aprobación del Parlamento europeo, del que los mismos europarlamentarios británicos forman parte. Finalmente, el hipotético Acuerdo, al no tratarse de un acto primario, podría ser impugnado ante el Tribunal de Justicia de la Unión. Como cualquier otro divorcio, se sabe cómo empieza, pero no cuándo y cómo acaba. PS.: Rajoy prometió en campaña volver al meridiano Greenwich, a nuestro huso horario natural, no al de Polonia, si ganaba las elecciones y gobernaba. A ver.

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