Enric Juliana. Periodista

"En España lo prioritario ahora es un pacto del estilo"

  • Leer a Enric Juliana es casi una obligación en esta España del maniqueísmo. Profundamente catalán, su década de corresponsal en Madrid para La Vanguardia le ha ensanchado las ideas europeístas sin dejar de ser ibéricas.

-España se acostó bañada en oro y amaneció llena de barro. En diez años.  

-Es el periodo más importante en la historia del país porque se ha producido una ruptura. Pasamos de un crecimiento económico dilatado con múltiples traducciones en la política y la psicología social a una crisis que no ha acabado. La cuestión de Cataluña no se puede desvincular de la cuestión general de España. Ahí se entremezclan muchas sensibilidades. Esto no es un Madrid-Barça sino la expresión de una crisis de fondo con otras traducciones.

 

-¿Por qué emerge otra vez esa fricción guadianesca que es Cataluña?

-Ya no existen ni la amenaza golpista ni el terrorismo. Casi por primera vez nadie muere aquí por razones políticas. Quizás por esa pacificación en términos civiles, los debates de fondo afloran con mayor espontaneidad. Nos recuperaremos económicamente y solucionaremos en parte lo de Cataluña, pero la crisis más grave es de desconfianza hacia las instituciones. Y existe en la sociedad española sin distinciones.

 

-¿Solucionar en parte?

-La solución en el sentido antiguo del término no existe porque el problema no se extingue. Antes nos obligaba la sombra del ejército, ahora el marco democrático. Eso debería desdramatizarlo todo. No vamos a ver el Estado de guerra proclamado. Hay que hallar nuevos puntos de equilibrio. Dos años después, empieza a haber en España cierto consenso sobre la necesidad de una reforma constitucional.

 

-¿Qué se le puede dar a Cataluña que no tenga ya? ¿Cariño?

-Ha de haber un cambio de lenguaje. A veces pensamos que a España le cuesta ser flexible, y es sólo una verdad a medias. El Gobierno acaba de renunciar a la ley del aborto, que es una ley de principios, no hablamos de la ley de carreteras. La Iglesia católica también está actuando con gran contención. Si se es flexible en cuestiones de grandes principios morales, ¿por qué no en cuestiones de orden más político? Vamos a discutir de otra manera, y eso incluye también a la parte catalana. Si no podemos ser afectuosos de entrada, seamos al menos más correctos, y esto nos ayudará a encontrar soluciones. Es un pacto del estilo y es lo prioritario.

 

-De acuerdo. Pero con cariño no se apaga el fuego.

-De ahí se puede saltar a la negociación política. Hay que dejar claro que no existen españoles con más derechos que otros: el médico y la escuela pública han de tener unos estándares de calidad iguales desde Figueras hasta Algeciras. Ahora bien, puede fijarse un sistema de orden interno en que las partes integrantes tenga naturaleza distinta, eso que se ha dicho a veces del federalismo asimétrico, que es lo que están desarrollando los británicos cuando dicen que Escocia tendrá más autonomía que Gales. En realidad, esto ya existe aquí: País Vasco y Navarra gozan de más autonomía que el resto.

 

-Quieren singularidad.

-El artículo 2 de la Constitución habla de nacionalidades y regiones. Ya fue un paso. En 1977 el Gobierno de Suárez pacta el regreso de Tarradellas. Es la primera vez que el ordenamiento democrático preconstitucional injerta un trozo de la legalidad de la República para estabilizar la situación y porque el voto catalán favorable a la Carta Magna era muy necesario ya que el de los vascos no estaba asegurado. Hay que volver a ese punto.


-Y quieren el pacto fiscal.

-A la manera vasca no se puede porque Hacienda quebraría. Allí no es sólo que sean las diputaciones las que recaudan todos los impuestos, sino la forma en que se calcula el cupo, que es bastante opaca. Estaría bien conocerla ya que vivimos la época de la transparencia. Sí que se pueden discutir mecanismos de contribución más ajustados. 

 

-España es mestiza de pura cepa. No se entienden tantas suspicacias.

-Si el grado de crispación en los medios y la política tuviese una traducción en la sociedad, habríamos acabado a tortas. La democracia no ha pasado en balde sobre la sociedad española. Se ha creado un cuerpo cívico que muchas veces demuestra ser mejor que el político. Muchos catalanes están profundamente irritados al sentirse presentados como una anomalía en el mundo español. Entonces es lógico que te plantees irte. 

 

-CiU parece el viejo titiritero sin control sobre el títere que ya no es tal.

-La crisis catalana no es sólo desde arriba sino desde abajo. Si se sigue diagnosticando que esto es un problema creado por las élites y que todo se arregla pactando con ellas, es un error. La gente está soliviantada y en Cataluña ha encontrado un canal de expresión en la independencia.

 

-El PP sonreía por la caída del PSOE pero no imaginaba la ascensión de Podemos.

-Prever los acontecimientos históricos es una labor inútil. No hemos podido devaluar la moneda, así que hemos devaluado los salarios, la vivienda y los negocios para competir. Los pisos y las industrias no protestan, pero las personas sí. Tenemos segmentos de la población al filo del abismo. Pretender que esto no tenga traducción política es muy ingenuo. Que no haya una explosión social explícita no quiere decir que esto sea un rebaño. ¿Y por dónde sale el malestar en una sociedad democrática? Por el voto. Podemos es casi un hecho metafísico, está y no está. Quizás sus expectativas estén un poco hinchadas, pero en España ha surgido claramente un partido de la protesta.

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