Eduardo Castro | Periodista
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-¿Cuál fue el origen de Rock in Río?
-Mi padre lo puso en marcha en 1985 como un instrumento de promoción de Río de Janeiro. Era una forma de decirle al mundo que la dictadura había acabado, que Brasil era una sociedad fuerte, emprendedora y pacífica. Como tal, Rock in Río es un símbolo de la modernidad de mi país.
-El festival se convirtió en un gran agitador de la industria musical.
-Claro, sobre todo en Brasil. Mi país es un referente musical, ha marcado multitud de tendencias, no sólo por la samba, sino también en el jazz y el rock, pero, pese a ello, apenas tenía industria. Gracias al festival la industria creció un 180%.
-En el cénit de su éxito, tras el festival celebrado en el estadio de Maracaná en 1991, Rock in Río desapareció.
-Maracaná fue una camisa de fuerza para el festival. Mi padre, Roberto, no es un promotor musical, es un comunicador. ¿Qué sentido tenía seguir con un gran montaje que era la música por la música? Siempre lo hemos dicho. Rock in Río no es un festival de música o no sólo es un festival de música. Pretende ser algo más. Se había perdido todo el espíritu que lo acompañaba.
-Quizá querían ser como Woodstock, un icono, y se convirtieron en un mero negocio.
-Exactamente. Eso fue lo que sucedió. El gran concierto de Woodstock fue mucho más que un festival. Woodstock fue mucho más que los míticos músicos que allí actuaron, representaba el espíritu de una época. Si uno piensa en lo que significaron los años 60, rápidamente evoca el festival de Woodstock. Y Maracaná no era eso. Maracaná era un puñado de músicos tocando sus canciones.
-En el regreso de Rock in Río, en 2001, usted empieza a participar. ¿Qué es lo que aportó?
-Lo que aprendí en casa de pequeña, que es necesario el intercambio de ideas. Necesitamos emprender desde la cultura porque la cultura nos da herramientas para movilizarnos contra la injusticia. Se vio en España con el 15-M.
-El festival incide mucho en su vertiente social.
-Nosotros entendemos que todas las empresas, no sólo la nuestra, deben implicarse en mejorar las condiciones de vida de la gente, mejorar de algún modo el planeta. Es nuestro compromiso. Vivimos en un tiempo en que la tecnología es pareja en cualquier sector, cualquier empresa puede acceder a ella sea del sector que sea. Por poner un ejemplo, un teléfono móvil no es mucho mejor ni ofrece muchas más cosas que un teléfono móvil de la competencia...
-Bueno, hay mejores y peores festivales.
-No, no. Con los grandes festivales ocurre lo mismo. Cambia el cartel, pero el concepto es el mismo. No hay grandes diferencias en cuanto a lo musical entre unos y otros. Entonces, si una marca se compromete con el entorno, si transmite que, aparte de ser un negocio, tiene valores, el público, el consumidor, se lo reconocerá.
-Una estrategia comercial.
-Sí y no. Nosotros apoyamos proyectos de educación a jóvenes desfavorecidos o con dificultades mentales. Apoyamos escuelas de este tipo en Portugal, en Tanzania. Tenemos el proyecto Aladina, para intentar que los niños con cáncer no pierdan la sonrisa. Plantamos árboles. Ya hemos plantado 130.000 árboles. Mejoramos, en la medida de nuestras posibilidades, las condiciones de vida de las personas. Si todas las empresas lo hicieran, el mundo sería un poco mejor, pero es que, además, sus marcas serían más valoradas y, por tanto, obtendrían mejores márgenes de beneficio. Aunque sea por egoísmo. Hacer un mundo mejor es rentable. La sostenibilidad no es una moda, la sostenibilidad es una hucha del planeta.
-Vendría muy bien que le contara todo esto a los que están desforestando la Amazonia.
-Lo que ha ocurrido en la Amazonia ha sido una tragedia y los responsables, los que han ganado dinero con ese crimen ecológico, no son conscientes de que están jugando en contra de sus propios intereses.
-Sí, pero la caja ya está hecha. Grandes fortunas se han multiplicado con la fiebre del oro, la tala indiscriminada...
-Sí, muchos ricos que no crean riqueza. Cuánto rico se pega un tiro en la cabeza porque no aguanta más... El dinero no da la riqueza o, al menos, la riqueza como yo la entiendo. Cambiar y crecer culturalmente, conocer, da riqueza.
-Es bonito lo que dice, pero un poco abstracto.
-No, ¿por qué? Nosotros contribuimos en nuestra medida. Empezamos como un festival en Brasil y ahora somos un festival global que trabajamos en Madrid, Portugal, Argentina... Es una plataforma de comunicación de causas que es capaz de estar por encima de los idiomas y las naciones.
-Tiene usted un blog muy gracioso con recomendaciones de ahorro de energía, cosas muy domésticas. Es promotora de un festival global, pero en su blog habla de bombillas.
-Es que hay que empezar desde lo pequeño. La gente gasta cien euros en electricidad y yo gasto 40. Explico cómo se hace. Se trata de pensar y buscar soluciones, no importa la escala. Insisto en que la sostenibilidad no es un capricho, ofrece calidad de vida.
-Hablando de caprichos, ¿son muy caprichosas las estrellas de rock del momento?
-El mercado está cada vez más profesionalizado y no hay tiempo para excesos. La industria del disco se ha desmoronado y eso obliga a las bandas a hacer muchos más conciertos para sobrevivir. Por eso soy muy comprensiva con lo que piden los artistas. Están permanentemente en ruta y mientras actúan en nuestro festival pretendemos que se encuentran lo más cómodos posible.
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