Luisa Gavasa, actriz

"Mi madre me enseñó que había que morirse viva"

Luisa Gavasa, actriz.

Luisa Gavasa, actriz. / Gabriela Guidice

Ganó un Goya en 2017 por la película La novia, de Paula Ortiz, una adaptación libre de Bodas de sangre. Fue entonces cuando el gran público descubrió a Luisa Gavasa (Zaragoza, 1951), pese a décadas de teatro. El año pasado participó en la gran sensación de la temporada, Campeones, de Javier Fesser, y ahora está a punto de estrenar su presencia estelar en la serie La reina del sur. Aunque fue hace dos años cuando ella se redescubrió a sí misma en los escenarios con la chainson, de lo que prepara un disco. Días atrás estuvo en Huelva para celebrar 40 años de ayuntamientos democráticos.

-En alguna ocasión ha dicho que le gustaría interpretar a una madura que se liga a un tío de 40.

-Claro que sí. Yo soy una mujer madura y sé que lo soy, pero me niego a pensar que por tener 68 años he dejado de ser una mujer atractiva o que no puedo interesar a un hombre más joven.

-Hace unos años habría sido un escándalo. ¿Y ahora?

-Hace unos años era impensable. Ahora tenemos que seguir creciendo mucho en esta sociedad y seguir cambiando. Esto es así y no hay quien lo pare. Y tampoco a las maduras.

-¿Tiene mucho de qué liberarse todavía la mujer?

-Las mujeres tenemos mucho de qué liberarnos o los hombres tienen mucho que aprender. Es la duda.

-¿Y cuál es el camino para conseguir una cosa u otra?

-No sé qué más hay que hacer. En mi oficio, teóricamente, estamos en igualdad pero no es así. Y las actrices, por supuesto, a partir de los 40 desaparecemos del audiovisual. A mis años se supone que estoy para hacer de abuela -y soy abuela y estoy orgullosísima de serlo- pero me niego a que sea ese el rol que me adjudiquen. Mi madre me enseñó que había que morirse viva y estoy en ello.

-¿Dónde estaba Luisa Gavasa hace 40 años, en los albores de la democracia?

-Ya tenía una carrera y media terminada y era actriz profesional. Yo era independiente y vivía sola pero todavía había mujeres que no podían comprar un piso o abrir una cuenta corriente sin permiso de su marido; y no podías irte a un hotel con un señor sin enseñar el Libro de Familia. Y si eras actriz, eras puta, y si eras actor, maricón. A eso nos enfrentábamos en los 70. Por suerte, tuve unos padres que me educaron con libertad absoluta y así he educado a mi hijo.

-Así debió ser menor el impacto en casa al anunciar que quería ser actriz...

"Cantar me hizo feliz a una edad en la que muchas mujeres creen que la vida se les ha terminado"

-Ya había terminado Filología Inglesa y mi padre me sugirió que podía matricularme en Periodismo en Madrid. Cuando le dije que iba a ser actriz profesional fue la primera vez que le ví llorar con una amargura tremenda, asustado. Y le dije: "Papá, si me equivoco en la vida por obedecerte, no te lo perdonaré nunca; deja que me equivoque por mí". Al día siguiente, mis padres me contestaron: "Es tu vida, llévala adelante como quieras. Te vamos a apoyar siempre. Te queremos". Cuando me dieron el Goya sentí todo aquello que hablé con mis padres y me habría gustado que se hubieran asomado, un minutico siquiera, y que les pudiera llegar la energía de esa noche, que era mi amor y mi gratitud hacia ellos por haberme dejado ser quien yo quería ser.

-El primer papel protagonista en el cine le llegó ya con 60 años.

-Era una espinita que tenía pero vengo del teatro y he hecho muchos protagonistas, también en televisión. Soy actriz, y para mí trabajar en esto es ser feliz; es lo que me gustaba, lo que me gusta ser y lo que seguiré siendo hasta que me muera. Nunca lo he vivido con frustración. Gusta que te reconozcan, y tengo muchos premios maravillosos, pero siempre he sido una tía muy feliz, muy agradecida a la vida, y lo sigo siendo.

-¿Ha habido un antes y un después de La novia?

-Ya lo creo. Antes no me conocía nadie en el cine. Ha sido un plus para mi carrera.

-Ahora se estrena su participación en La reina del sur, gran producción de Netflix.

-Ha sido una experiencia maravillosa, estoy contentísima. Me ha servido para muchas cosas. He podido conocer a gente muy interesante en Colombia y valorar todo lo que se hace allí, con buenísimos profesionales y buenísima gente. Netflix es tremendo.

-¿Qué supone formar parte del universo Campeones?

-Un regalo de la vida. Cuando me hice actriz profesional dí clases también en un colegio de enseñanza especializada y trabajaba con niños discapacitados. Fue una de las grandes experiencias de mi vida. Ese mundo ya lo tenía incorporado desde los 26 años pero Campeones me ha abierto la puerta a la comedia como actriz y se lo agradeceré siempre a Javier Fesser porque pensaba que iba a ser lorquiana de por vida, siempre de Bernarda Alba.

-¿Quizá Campeones ha sido un regalo para todos?

-Lo que hace Campeones es abrir la mirada, otra mirada hacia una sociedad que tiene que aceptar que lo distinto tiene un lugar por derecho. De repente la gente ha conectado; ha sido como un revulsivo y ha arrasado. Llevamos 50 semanas en proyección en Madrid y ya está en chino, en francés, y unos amigos la han visto en Israel y también en Alemania.

-¿Qué hace una filóloga inglesa cantando en francés?

-[Risas] Si soy sincera, no lo voy a entender nunca. No es normal que no sepa ni una sola canción en inglés y, sin embargo, siempre quise cantar en francés. Y la vida, tan generosa, me lo puso en bandeja en Huelva: Marcos Gualda me puso en contacto con su tío Jolís y mi sueño se hizo realidad hace dos años, el 14 de abril, con canciones de Édith Piaf. Me hizo feliz porque cantar te conecta con el universo, con el gozo, y a una edad en la que muchas mujeres, con 66 años, creen que la vida se les ha terminado. Para mí empezó una nueva etapa.

-También ha salido y entrado mucho en prisión.

-Esa es otra de las experiencias hermosas de mi vida durante casi tres años, en Navalcarnero, haciendo talleres de poesía con presos. La ONG que lo organizaba desapareció y allí acabó todo pero guardo momentos de mucha emoción.

-¿Alguna otra vocación tardía por descubrir?

-Me ha faltado otra vida para bailar. Me ha alcanzado ésta para poder cantar, ¡pero no me va a dar para el baile!

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