"Cuido mucho mis clases, para mí son como pequeñas obras, son únicas"
Pilar Valencia / Profesora Certificada Experimentada de Anusara Yoga
La experta en yoga y meditación celebra los 15 años de su estudio en Jerez y hace un recorrido por la evolución de estas disciplinas a lo largo de las últimas décadas
“Educar basándose en el etiquetado, es un efecto nocivo”
Nacida en Santiago de Compostela, es licenciada en Psicología y ha vivido en diferentes puntos del país por cuestiones laborales de sus padres, de origen jerezano. Hizo su primer curso de formación en el mundo del yoga en EEUU, en 1986. Cuando acabó la carrera regresó a Jerez de forma provisional, pero al final se quedó. Allí abrió hace 15 años el 'Estudio de yoga con Pilar Valencia'. Ama leer, el cine, la naturaleza, especialmente el mar. Está casada y tiene un hijo.
-¿Cómo llegó el yoga a su vida y viceversa?
-Cuando hablamos de yoga me gusta distinguir entre el Hatha yoga y el yoga más profundo como es la meditación, aunque en mis clases está todo integrado. Pues yo conocí el Hatha yoga siendo una niña, con 12 o 13 años. Me preocupaban mucho los estudios, me los tomaba muy en serio, y uno de mis hermanos, más mayor que yo, me dijo que me vendría bien practicar yoga. Y yo, que lo admiraba y admiro a este hermano, pues me compré un librito de yoga muy básico. Como hacía ballet, pues tenía flexibilidad y empecé a practicar por mi cuenta. Y este hermano me dijo de nuevo que había leído que hasta que yo no tuviera un maestro no podía hacer nada en el mundo del yoga. Y yo me imaginaba un maestro así, con una barba blanca... (ríe), y pensé que nunca tendría uno. Ese fue mi primer contacto.
-¿Luego apareció el maestro?
-Bueno, años más tardé, estudié Psicología. Pero cuando empecé la carrera tuve una crisis existencial. Todo estaba bien en mi vida, pero sentía un profundo vacío. De alguna manera, yo quería llenarlo, pero no sabía cómo. Poco tiempo después, otro hermano mío acababa de volver de conocer a un maestro de meditación. Empecé entonces a practicar la meditación. Metida ya en ese mundo, más tarde hice mi primer curso en EEUU de formación de profesores de Hatha yoga, con veinti pocos años. Entonces había muy poca gente en Jerez dando yoga y empecé a expandirme cada vez más, a dar clases en diversos espacios. Casualmente, donde tengo ahora mi estudio, por aquella época era un gimnasio, de unas amigas, donde yo daba clases. Cada vez hacía más formaciones, fui a India, a distintos puntos de Europa, y encontré este estilo que me apasiona tanto que es Anusara yoga. En 2014 me hice profesora experimentada certificada para poder formar a otros profesores, que es parte también de mi actividad profesional. Y ese vacío se llenó con la práctica de la meditación y tras conocer a mi maestra de meditación. Me di cuenta de por qué un ser humano viene al mundo: para conocer quién es verdaderamente. Habrá muchas maneras de hacerlo, pero yo lo encontré a través de la meditación.
-Un estudio, que cumple ya 15 años... y muchos sueños.
-Sí. Tras dar clases por muchos sitios, yo encontraba que a la práctica le faltaba algo, no era el ambiente que yo quería. Yo cuido mucho mis clases, para mí son como pequeñas obras, las cuido con mimo. Y curiosamente, el local de aquel gimnasio se quedó vacío y todo fue rodado... hasta hoy. Abrí y estoy feliz ahí. Todos coincidimos, tanto mis alumnos como yo, que se dan las circunstancias que acompañan a la práctica de yoga: el ambiente es armonioso, es un sitio con belleza, los detalles están cuidados, está en un lugar tranquilo... Estamos todos muy contentos.
-Desde que se leyó aquel librito siendo una niña, ha habido una auténtica revolución en torno al mundo del yoga. ¿Cómo lo ha ido viviendo?
-Cuando yo empecé a dar mis primeras clases, leí un reportaje en un periódico nacional que hablaba de profesiones que iban a tener mucho éxito en el futuro, y una de ellas era profesor de yoga. Y yo pensé: uy uy uy, esta gente se está equivocando (ríe). Pero es verdad, es verdad. Al principio me preguntaban si esto tenía que ver con una secta... y cosas peores. Y ahora, es muy cool practicar yoga. De hecho, hay anuncios que publicitan sus productos con posturas de yoga: coches, perfumes, yogures, compresas. De todo se anuncia con yoga hoy.
-¿Cómo han influido las redes sociales en el yoga?
-Les veo una parte buena y otra mala. La buena es que todos compartimos nuestras rutinas de yoga preferidas en las redes. Yo lo hago todas las semanas, y así nos vemos todos, profesores, alumnos, y hay una gran comunicación de ideas. Es muy rico. Sin embargo, por otro lado, se está dando a veces la idea de que hacer Hatha yoga es llegar a una superpostura imposible para la mayoría de la gente, lo que está descontextualizando el yoga y no se ve el trasfondo que hay debajo. Para el que ya está metido es bueno, pero para el que lo ve desde fuera... También creo que la pandemia contribuyó mucho a que la gente empezara a practicar online sin un profesor físico. Eso lo veo como un complemento, pero no para una práctica única. Online no se puede corregir, ni hacer un ajuste manual... Hay mucha gente que ha venido con lesiones después de la pandemia por la práctica online.
-¿Cómo ha ido cambiando la definición de yoga para usted a lo largo de los años?
-Bueno, quizás cuando era muy pequeña que no tenía mucha idea... (ríe). Para mí la clave ha sido la práctica de la meditación. El yoga es fundirte con algo más grande que el yo individual con el que nos identificamos habitualmente. Tenemos un cuerpo y una mente y continuamente, en el día a día, tenemos unas circunstancias, una manera de pensar, y estamos totalmente identificados con eso. Pero cuando meditas, o cuando practicas Hatha yoga, te das cuenta de que eso es una mera anécdota, que esa individualidad se disuelve en algo más grande. Es fusión o expansión. Un experto en medicina ayurvédica dice que la meditación hoy es más necesaria que nunca porque estamos continuamente en pantallas, y el Prana (la energía vital) va hacia fuera a través de la vista, así que a través de las pantallas se pierde nuestra energía vital, va hacía fuera, se pierde. Así que más que nunca hace falta la introspección que suponen la meditación y el yoga.
-¿Qué van buscando sus alumnos cuando llegan al estudio?
-Muchos vienen por estrés y cada vez más el yoga y la meditación son más recomendados por médicos y psicólogos. Otras personas vienen buscando una manera de hacer ejercicio físico que le enrolle más que un gimnasio o una disciplina de otro tipo. Y lo entiendo, porque cuando trabajas solo con el cuerpo físico, para mí falta algo y ese algo está en el yoga, donde se unen todos los aspectos del ser. Es una experiencia holística y eso es lo que le atrapa a la gente. Vienen buscando salud física, mental, e incluso diversión. La práctica de yoga puede parecer seria y que te vas a aburrir, pero al menos el estilo que yo practico tiene su parte lúdica: es expansión y creatividad. No hay una rutina que se repita, las clases tienen un tema y cada secuencia es diferente cada día. Cada clase es una experiencia. Además, el ambiente es de solidaridad, compañerismo. De hecho, el 14 de noviembre, por la tarde, vamos a hacer una jornada de puertas abiertas en la jerezana Sala Paúl, en la que van a colaborar diversos profesores que han pasado por mi estudio y ofrecerán mini prácticas para probar.
-¿Tiene algún reto a la vista?
-Pues mi reto es seguir y que el estudio siga con muchos alumnos, que sigan las formaciones de profesores, las clases funcionando bien... Estoy haciendo todo lo que me gusta y me apasiona. Y bueno, seguir aprendiendo porque realmente un profesor de yoga nunca deja de aprender.
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