Pepo Pérez | Dibujante de cómics

"Lo que pasa en los cómics bajo los clichés es, a menudo, importante"

"Lo que pasa en los cómics bajo los clichés es, a menudo, importante"

"Lo que pasa en los cómics bajo los clichés es, a menudo, importante" / javier albiñana

Dibujante, crítico y profesor, Juan Carlos Pérez García, más conocido como Pepo Pérez (Málaga, 1969), alumbró en 2004 junto al guionista Santiago García el cómic El Vecino, una particular revisión del género de superhéroes que de la mano del sello Astiberri se ha convertido desde entonces en una saga de éxito, aún vigente. Este 31 de diciembre, Netflix estrena su serie inspirada en el cómic, una producción creada por Carlos Pando y Sara Antuña que cuenta con la dirección de Nacho Vigalondo y con Quim Gutiérrez y Clara Lago como protagonistas.

-¿Qué sensaciones despierta en usted poder ver El Vecino convertido en serie?

-Mucha ilusión, desde luego, especialmente porque hubo antes otros proyectos audiovisuales para El Vecino y fracasaron todos. En febrero de 2018, cuando ya ni pensábamos en esto, entró en juego Netflix, puso mucho interés y desde entonces todo ha ido muy rápido. Hemos llegado al estreno casi sin darnos cuenta.

-Nacho Vigalondo parecía, a priori, el director idóneo.

-Sí. Santiago García y yo le conocimos hace diez años, en el Festival de Málaga, y enseguida advertimos mucha afinidad entre nosotros. De todas formas, Vigalondo dirige la serie pero no firma los guiones, aunque también hemos tenido empatía con los showrunners y el resto del equipo. Ha sido fácil.

-¿Reconoce en El Vecino de Netflix a su criatura?

-Sí. La idea con la que creamos El Vecino hace quince años fue la de abordar algunos géneros fantásticos tradicionales, especialmente el de superhéroes, pero desde una perspectiva diferente, más cotidiana, más a ras de suelo, en la que esos elementos fantásticos quedaran en off. Y eso está en la serie, desde luego. También influye mucho el reparto: Quim Gutiérrez es la encarnación perfecta de Javier, el protagonista: un caradura con encanto, un desastre del que te encariñas. Lo que me resultó más raro fue ver los escenarios y decorados cuando visité el rodaje. Hasta entonces únicamente había imaginado todo aquello como viñetas, y verlo después así fue como hacerlo en un sueño extraño.

-En esos quince años los personajes del cómic han tenido su propia evolución. ¿Cómo ha quedado esto reflejado en la serie?

-Precisamente, el guión refleja esa evolución a la que te refieres, y que han conocido bien los seguidores del cómic, a través de algunas cuestiones que se incluyeron con esa intención. Una de las más importantes tiene que ver con el hecho de que los protagonistas, Javier y Lola, son periodistas. Al principio, en el cómic, los dos trabajaban en una redacción enorme, en la que había mucha gente; con el tiempo, Lola ejerce de freelance y Javier hace lo que puede con trabajos chungos de los que hay ahora. Y así es como se ve en la serie.

-Eso sí que representa el signo de los tiempos.

-Sí. En la serie, como en el cómic, la precariedad laboral es una constante. El Vecino nació ya desde una preocupación social.

-¿Y es esa preocupación social, esa narración a ras de suelo, la que dignifica el género de superhéroes?

-Los géneros de ficción tradicionales, incluido el de superhéroes, han reflejado siempre, ya sea de la mano de los autores o por determinadas injerencias, los cambios sociológicos propios de cada época. Y sólo por esto merecen ser considerados como objetos de estudio: lo que sucede debajo de los clichés es, a menudo, importante. Actualmente, la adopción de los personajes y las historias del cómic por las grandes plataformas audiovisuales hace además todo esto más visible. Si piensas en la nueva serie de Watchmen de HBO, hay, de entrada, dos diferencias de carácter social muy importantes respecto al cómic original del 1986: una mayor presencia de personajes afroamericanos, que en el cómic, directamente, no salían; y un cambio radical respecto a las mujeres, que antes apenas constituían un objeto de interés erótico-sentimental para lo masculino y ahora comparten el protagonismo. Es sólo un ejemplo: los cómics de Civil War, de Marvel, representaron muy bien en su momento la situación de EEUU tras el 11-S y después reflejaron la polarización de la era Obama que desembocó en la llegada de Trump.

-En cuanto a la industria del cómic en España, ¿cabe ser optimistas?

-Sí, ya lo creo. Hemos pasado de ser un país subdesarrollado a ser un país en vías de desarrollo, lo que no es poco. Se ha diversificado la oferta, hay nuevas editoriales, el desarrollo de la novela gráfica ha multiplicado las posibilidades y, además, los cómics se han convertido en objetos de deseo para las plataformas. Cuando Santiago y yo empezamos con El Vecino, ni de lejos podíamos soñar que una productora internacional iba a interesarse por un cómic español. Y esto no sólo ha pasado, sino que se ha consolidado: cada vez más cómics son reclamados, traducidos y distribuidos en todo el mundo. Comparada esta situación con la de los años 80, cuando se desmanteló la poca industria que quedaba; y la de los 90, cuando los dibujantes españoles sólo podíamos aspirar a trabajar para Francia o para EEUU, desde luego que hay motivos para el optimismo.

-Usted dedicó su tesis doctoral a Frank Miller. ¿Se ha ganado el cómic el respeto del mundo académico como expresión artística?

-Sucede un poco lo mismo: hemos pasado de hablar del cómic como subcultura a encontrarnos a críticos españoles de arte refiriéndose a Chris Ware como un artista contemporáneo. Quedan décadas de trabajo, pero se ha avanzado mucho.

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