Cataluña: ¿Dónde está la política?
Cataluña es un pueblo admirable que, de una manera sostenida, ha venido cultivando a lo largo de su historia el apego por su lengua, su cultura, su derecho y sus instituciones de autogobierno. La realidad de Cataluña como "comunidad política" sólo puede entenderse desde el conocimiento de su historia. Con ello se evitan tópicos y prejuicios injustos y se elude la confusión entre el proceder de una clase dirigente y la dinámica general de una sociedad evolucionada, plural y diversa, que ha contribuido a la modernización y a la democracia en España.
Los orígenes de Cataluña arrancan de un conjunto de condados medievales pirenaicos (la Marca Hispánica) en los que consigue imponer su poder como primus inter pares el Conde de Barcelona. Estos territorios, así unificados, se convertirán después en Principado (1350) integrado en la Corona de Aragón y durante los siglos XIII y XIV serán una gran potencia orientada al Mediterráneo. Practicando el pactismo como forma de gobierno, bajo los primeros Austrias la Corona de Aragón desenvolvió una suerte de federalismo en su forma de gobierno. Por aquellas fechas padeció dos grandes conflictos: la Guerra de los Segadores en 1640, una revolución social (de pobres contra ricos) y política (de catalanes contra castellanos). Los motivos fueron varios: la negativa a las levas de los soldados, a pagar más impuestos a la Corona Imperial, el desacuerdo por la designación de cargos entre personal castellano y la intromisión de la Monarquía en los asuntos de gobierno de Cataluña, con violación de sus constituciones, fueros y privilegios. Como resultado de la Guerra, Cataluña fue una semana independiente para terminar integrada en la Francia de Luis XIV durante un periodo de doce años.
El segundo conflicto fue la Guerra de Sucesión a la muerte sin descendencia de Carlos II en 1700. Los catalanes se decantaron mayoritariamente por el aspirante autracista apoyados por Inglaterra, pero ganaron los Borbones protegidos de Francia. Con la victoria de Felipe V, Cataluña perdió sus instituciones, fueros y privilegios y quedó convertida en provincia del Imperio. La rendición de Barcelona el 17 de septiembre de 1714 pasó a la mitología catalanista como la fecha en que Cataluña dejó de ser un Estado independiente (en realidad, una autonomía medieval).
Bajo los Borbones, durante el siglo XVIII y primera mitad del XIX, Cataluña se resignó a la forma de gobierno centralizada e intentó acomodarse a la Nación de los liberales. Se ocupó del progreso económico interior y se convirtió en grupo de presión ante el Gobierno de Madrid para proteger su industria y su comercio (proteccionismo). Pero a partir de la segunda mitad del siglo XIX, un grupo de intelectuales encabezados por Prat de la Riba auspiciarán un renacimiento cultural y político a la búsqueda de la identidad y de la personalidad política de Cataluña, desde la práctica del "doble patriotismo" español y catalán. Se constituirá por entonces la Mancomunidad de Municipios, que aprobará el primer proyecto de Estatuto de Autonomía. Defendido en 1919 por Cambó ante las Cortes, ni siquiera fue tomado en consideración. No será hasta 1932 de la mano de Azaña, una vez proclamada la II República, cuando Cataluña alcance su autogobierno, que sería derogado por Franco al término de la Guerra Civil.
La Constitución de 1978 devolvió a Cataluña su autogobierno, desde el reconocimiento a su personalidad histórica. Y la Constitución española fue votada en Cataluña por más del 90% del voto válido emitido y otro tanto sucedió con el Estatuto. Dos han sido las causas de la crisis que hoy conocemos. En primer lugar, la deslealtad de los gobernantes catalanes, que emulando sus antepasados de 1873, 1931 y 1934 decretaron el Estado catalán. La inmersión lingüística, la desaparición de los símbolos comunes, la enseñanza perversa de una historia de desencuentros, la divulgación exitosa del expolio fiscal, etc., ha propiciado la desafección de buena parte de los catalanes hacia España. Y aunque la responsabilidad de la crisis es de quienes han asestado este golpe de Estado contra la Constitución, el Gobierno de España no ha estado a la altura de los acontecimientos en un proceso que hasta los ciegos veían venir: referéndum en los municipios en pro de la independencia, denuncia del consenso constitucional, masivas manifestaciones a favor de "Cataluña, nuevo Estado de Europa", sucesivos acuerdos del Parlament obscenamente contrarios a la Constitución y al Estatut… El Gobierno de la Nación, queriendo aparentar la virtud de la prudencia, se ha parapetado tras el Estado de Derecho y la judicialización del Procés para practicar una inadmisible desidia. ¿Dónde ha estado la política? La historia colocará a cada cual en su sitio. Pero, en ausencia de estadistas, seamos, al menos, moderados.
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