Mucho postureo
Jueves de Feria
La Feria se desinfla entre semana por la escasa afluencia hasta bien entrada la tarde
Micro tops, pantalones pesqueros de pitillo y chaquetas con las que duele la vista se adueñan del Hontoria
"No vamo andá con moneíta"
Parafraseando a mi amigo C. P., para ser elegante sólo hace falta una cosa, serlo. Seguro que más de uno ha echado en falta en el González Hontoria algunos de los modelos imposibles de trajes de faralaes que se han visto en la Feria de Abril de Sevilla y que han circulado en redes sociales, haciéndose virales. Se me vienen a la cabeza el del body con transparencias en brazos y piernas rematadas con volantes, y el de la raja cruzada de pecho a cadera al estilo de la camiseta del Rayo Vallecano por la que asomaban senos y vello púbico.
Hay quien piensa que se trataba de montajes y debo confesar que, desde mis rudimentarios conocimientos sobre la materia, no he visto nada que se le aproxime en la Feria del Caballo.
Eso no quita que opine sobre otras horteradas ajenas a la moda flamenca que son tendencia entre los jóvenes y no tan jóvenes, que se ve cada cosa por el recinto ferial que uno no acierta a distinguir si es más fruto de la realidad o del número de copas acumuladas tras seis largos días, con sus respectivas noches, de jarana.
Los frikis de mi quinta, ya talluditos, aún debaten sobre si Afrodita A dijo realmente alguna vez aquello de “¡pechos fuera!” antes de lanzar los misiles que alojaba en sus pechos cuando acudía al rescate de su amado Mazinger Z. Todo indica que nunca pronunció la dichosa frase, pero es lo de menos, porque el mensaje parece haber calado décadas después entre las correligionarias de los micro tops, algunas también de los micro shorts, que lucen palmito por el Real con todo, e insisto en lo de todo, al descubierto.
Lo curioso es que, pese a mi condición hetero, lo que más llama mi atención desde hace algún tiempo es el devenir de la moda masculina, que compagina combinaciones imposibles con un toque chabacano y mucho postureo.
Qué razón tenía mi amiga M.O. cuando aseveró, a modo de sentencia, aquello de “qué daño ha hecho Beckham a España” después de que salieran publicadas unas fotos del futbolista calzando unos mocasines blancos. Pero David Beckham, prototipo de lo que por entonces se llamó el metrosexualismo, se podía permitir vestir y calzar como le venía en gana.
El tiempo le ha dado la razón, no tanto por los mocasines blancos, que parecen nuevamente extinguidos, como por los conjuntos que se vieron en Semana Santa y que se siguen viendo en la Feria, de vaqueros pesqueros tipo pitillo que cortan la respiración -pagaría por saber si tienen que ayudarse de un calzador para entrar en los pantalones y si los lavan, una vez puestos, para que encojan-, mocasines con borlones, preferentemente de ante, sin calcetines, y chaquetas entalladas, lo suyo deben ser dos tallas menos, en colores de los que desconocía su existencia y, en ocasiones, de tejidos más propios de un viaje a Siberia en pleno invierno. Se me olvidaba, el look se remata con pañuelo de colores vivos, cuanto más extravagente mejor.
Casualmente, este jueves a primeras horas de la tarde uno de tantos seguidores de las últimas tendencias de la moda masculina se desprendió de la chaqueta verde agua de paño y cuadros Príncipe de Gales marrones -todavía me duele la vista- para marcarse unas sevillanas con el cerco de sudor asomando por los tobillos, si no es el que dejó un charco en el paseo de caballistas en el que más de uno se pringó los zapatos.
Me dice mi también amiga M.A.M, que si el ante es bueno, el albero sale fácilmente con un cepillo especial, cosa que dudo cuando la mezcla de albero y agua es como una argamasa que se incrusta en la piel una vez seca, y que se alimenta de pisotones, vino y gotas de grasa que por mucho cuidado que tenga, siempre acaban en el zapato.
Los más clásicos lo tienen más fácil. Traje o americana en tonos claros o en la gama completa de los azules hasta el siempre elegante azul marino, pañuelo blanco en el bolsillo del corazón bien planchado y con un toque de colonia, camisa blanca o celeste, cada vez más sin corbata, pantalón vaquero o chino y zapatos de cuero que se limpian con un simple paño en un santiamén.
Una Feria tardía
Vuelta a empezar. Es jueves de Feria, que bien podría bautizarse en el argot feriante como el ‘día de los jartibles’, antesala de los que muchos siguen llamando los días grandes, para otros, los minutos de la basura desde el adelanto al primer sábado del alumbrado.
Las horas empiezan a pesar en los jerezanos que no han perdonado un solo día de Feria, los menos, al menos hasta bien entrada la tarde, como ha vuelto a ocurrir este jueves salvo en las casetas que tienen todo reservado para el almuerzo y la cena desde el primer día y que pueden contarse con los dedos de las manos.
Jerez fue pionera en el cambio del sistema que luego replicó Sevilla, sólo que allí tienen más días no lectivos en la semana de Feria , no así en los colegios e institutos jerezanos, donde únicamente disfrutan de un día festivo, el lunes de Feria, para pesar de los profesores, padres y alumnos, a los que incluso castigan con exámenes en estas fechas para evitar que hagan novillos.
“Los que han ideado esto no pueden ser de Jerez”, sostienen los que deben ausentarse del recinto ferial cuando están más a gusto porque tienen que madrugar para llevar a sus hijos al cole.
El sistema tampoco termina de convencer a los caseteros, que empiezan a temer que los días tontos se coman los beneficios del espectacular arranque de la feria más esperada, la del reencuentro tras dos ediciones canceladas por la pandemia, tras el que se las prometían muy felices.
Los hay que se han puesto las botas, no hay duda, pero hay muchos otros que empiezan a no verle color salvo que el viernes y el sábado de clausura, más por los visitantes de poblaciones cercanas que por los jerezanos que aprovechan el último fin de semana para cambiar de destino y descansar de tanta fiesta, lo remedie.
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