XXV Festival de Jerez

Antonio, no te vayas nunca

Creúsa y Jasón (Paula García y Antonio Márquez), en un momento de 'Medea'.

Creúsa y Jasón (Paula García y Antonio Márquez), en un momento de 'Medea'. / Manuel Aranda

Artistas como Antonio Márquez y creaciones como Medea o el Bolero de Ravel deberían ser imprescindibles para el fomento de la cultura en cualquier región, y por ende, apoyadas y respaldadas a todas luces por la administración, algo que por desgracia no ocurre. 

Su puesta en escena es una auténtica maravilla y al margen de disfrutar de un trabajo de horas y horas en el estudio que queda reflejado en el escenario, sirve para adquirir conocimiento y sabiduría en las artes y las letras. 

Sólo por ello deberíamos dar las gracias a Antonio, pues no es fácil en los tiempos que corren atreverse a mover a toda una compañía como la suya.Pero también debemos darles las gracias por su baile, por esa forma de transmitir cuando se sube a un escenario, virtudes de las que hemos podido disfrutar desde hace años en este Festival de Jerez.

Porque Antonio Márquez es un maestro, un adalid de la perfección, y su maestría cada vez que se calza los zapatos es un auténtico regalo para todos. 

Siete años después de pisar las tablas de Villamarta, el sevillano obsequió al público jerezano con una lección de cómo se debe cuidar la danza española y como interpretarla con profesionalidad. Lo hizo acompañado por los suyos, jóvenes bailarines con ansias de triunfar y de aprender de uno de los grandes maestros que todavía tenemos en nuestro país.

Antes del gran menú, ‘Medea’, la compañía mostró su carta de presentación con ‘Macadanza’, para, acto seguido, Paula García maravillarnos con Sinfonía Española (4º movimiento), gracias a un decálogo de sutileza y donosura. El postre fue aquel ‘Bolero de Ravel’ con el que Antonio se hizo con el Premio de la Crítica en 2005 y donde el trabajo colectivo y las coreografías grupales priman por encima de todo. 

Tras un descanso, la noche culminó con ‘Medea’, esa  apuesta de Márquez y Javier Palacios por devolver los clásicos a la actualidad. Pero si algo tiene esta ‘Medea’ es la música de Manolo Sanlúcar, presente ayer en el patio de butacas, una composición histórica que demuestra, cada vez que suena, la gran obra de la que estamos hablando. 

Bajo esa espectacular banda sonora, el mito discurre con un excelso trabajo coreográfico (además de la preciosa escenografía que ha hecho Gerardo Trotti) y con tres aristas principales. Por supuesto, Antonio Márquez, que en su papel de Jasón, encandila al público, pero también Currillo, invitado especial, el Rey de Corinto, y sobre todo Helena Martín, una bailarina extraordinaria y que brilló con luz propia en el papel de ‘Medea’, ya no sólo por sus dotes dancísticos, sino por su manera de interpretar. 

Con el baile como elemento narrativo y con continuo uso del lenguaje gestual, la obra culmina en tragedia, una tragedia que se convirtió en aplausos gracias a un público entregado que despidió a la compañía con palmas por bulerías y en pie. Un ejemplo más de la sincronía de Antonio Márquez con este Festival, pero también con la maestría de este artista. No te vayas nunca, Antonio.

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