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Festival de Jerez

Beatriz Morales y Agujetas Chico, ‘De la naturaleza del amor’

Beatriz Morales, sobre las tablas del Villamarta.

Beatriz Morales, sobre las tablas del Villamarta. / Miguel Ángel González

“Ser de Jerez implica llevar una cadena y una bandera: la bandera es ser de Jerez y la cadena es la responsabilidad que implica”. Esto declaraba Beatriz Morales sobre el estreno absoluto de su espectáculo De la naturaleza del amor, una propuesta para la que ha contado con la dirección musical y el cante de Agujetas Chico, dirección escénica de Juan Dolores Caballero, las voces de May Fernández y María José Fernández, piano de Rubén Amador, flauta de Juan Parrilla, violín de Bernardo Parrilla, percusión de Carlos Merino, guitarra de David Caro y los coros y palmas de los Mellis de Huelva.

La propia artista explicaba que con esta obra quería adentrarse en el proceso de amor propio como forma de liberación, y para ello se apoyaba en referentes literarios como Walt Whitman, Shakespeare o Gabriela Mistral. “De la naturaleza del amor es un espectáculo donde se cuenta el amor, el amor propio, el amor egoísta y el posesivo, el amor leal, el romántico, el amor de aventura, el amor práctico, el amor desinteresado… el amor hasta el enloquecer de amor”. Esto reza el programa de mano.

El planteamiento del espectáculo era un buen punto de partida, en un contexto social en el que cada vez se cuestiona más el ideal del amor romántico, con sus roles de dependencia emocional, mito de la media naranja o la omnipresencia de la pareja. El reconocimiento y el amor por una misma podían ser ideas lo suficientemente inspiradoras como para plantear un baile que diera fuerza y cuerpo a estas emociones. En De la naturaleza del amor las intenciones han quedado desdibujadas y poco se ha podido intuir de este canto al amor en cualquiera de sus formas. Planteamientos conceptuales aparte, como propuesta flamenca y escénica, el espectáculo no ha encontrado su lugar.

Contaba con una interesante nómina de músicos, pero ninguno ha podido brillar o contar con algún momento destacado en los que dejar su impronta. Tampoco ayudaba que durante todo el espectáculo hayan estado tamizados tras una pantalla transparente, un recurso escénico carente de sentido, en especial teniendo en cuenta que todos los músicos han estado presentes durante todo el espectáculo y que tenían un papel de peso dentro de la obra. Ni siquiera las voces May Fernández y María José Fernández se han podido lucir.

El espectáculo ha contado con algunos recursos que podrían replantearse para mejorar la propuesta, como el diseño de luces (moradas, rojas y azules en la mayor parte del tiempo, con pocos juegos interesantes y sin sacarle jugo a las transiciones), los cambios de vestuarios tan largos (mientras que el espectáculo se quedaba en stand by) o la estructura a modo de caja imaginaria que envolvía la escena central (y que no estaba alineada con los músicos situados en la parte trasera), lo que daba un aspecto poco armónico al espectáculo. No es de extrañar que Beatriz Morales haya contado con Palomo Spain para el vestuario, diseñador que ya ha trabajado con bailaoras como María Moreno y cantantes como Rosalía. La propuesta estética personal es algo que la bailaora ha querido cuidar, y aunque la idea tiene sentido, no siempre ha ayudado a potenciar el baile de Morales.

Agujetas Chico conserva en su voz algunos de los rasgos tan distintivos de su familia, las maneras inconfundibles de la saga de los Agujeta, pero tampoco ha terminado de cuajar su cante con la propuesta de este espectáculo. Aunque la idea era ver a una Beatriz Morales más etérea y elegante, al final hemos echado de menos ver a una Beatriz Morales más de tierra y raíz, con más baile y presencia. El final del espectáculo terminaba con un momento coral de cante entre ambos artistas pero, una vez más, ha quedado deslucido por no encontrar su sitio dentro de esta oda al amor.

Hay intenciones interesantes en la propuesta artística de Beatriz Morales y Agujetas Chico, como la mezcla de lo antiguo y moderno, la pureza con la modernidad, pero quizás le falte más rodaje al espectáculo para terminar de encontrarse a sí mismo.

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