Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

La crítica · Sala Paúl

Construyendo desde el atrás

  • La cantaora Esperanza Fernández triunfó en Sala Paúl con su propuesta 'De lo jondo y verdadero'

Es reconfortante para el aficionado, sobre todo si tiene una corta edad, poder rememorar los estilos y los cantes de intérpretes que nos dejaron tiempo atrás.

No es sólo reparador, también difícil. Para la construcción del artista es imprescindible la asimilación de la personalidad. No vale con rescatar lo que otros hicieron, además hay que dotar esas interpretaciones de sentido, evitar las copias.

En eso se basa el espectáculo de la cantaora Esperanza Fernández que en la tarde triunfó en Sala Paúl con su propuesta 'De lo jondo y verdadero'.

Intenta aquí, consiguiéndolo en la mayoría de los cantes, recordar lo que otros hicieron grande. Pasó con la inicial soleá de Triana, con la que levantó un auténtico monumento al buen gusto, sin duda, el primer aplauso de la noche fue ensordecedor.

Una artista en el escenario que nunca pierde la compostura, aunque en algunas ocasiones de su actuación sonrió a los piropos que venían de la primera fila, era su madre. Previamente la bailaora invitada, Ana Morales, expuso su buen hacer por peteneras. Pocas veces oirán, desde Chacón, a un jerezano que las interprete sin formar parte de una compañía de baile, pues dicen que da mala suerte. Memeces.

Tras la inmejorable soleá, la trianera se recreó en la caña, y esa forma de enlazar ambos estilos sólo significa genialidad. Su voz es limpia y flamenca, posee un brío sobrenatural. Siguió con una perfecta entonación haciendo grande las alegrías de Cádiz, con alguna que otra cantiña entre medio e imprimiendo de arte y compás estos estilos de La Perla. Aprovechó el soniquete para rematar por bulerías, de allí también.

No fue extremadamente certera la milonga de Marchena de la época del Cometa, no lo hizo mal, ni mucho menos, pero eran tal la furia del resto de intervenciones que ésta se quedo en un segundo plano. Remontó por guajiras. Con abanico en mano se paseó, no todo lo que quería por unos altísimos tacones, en una gran interpretación.

Invocó al Niño de las Marianas por los tientos del mismo nombre acabados en tangos. Se metió de lleno la médula de la gitanería por tonás y seguiriyas, con la mirada al macho de Manuel Torre. Todavía se superó más en la serrana unida con los verdiales.

Poquito más que dar, que ya era bastante, se puso otros tacones para bailar mientras hacía los cantes por bulerías de La Paquera. Porque artistas así nunca pueden quedar en el olvido.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios