La crítica | 'Una oda al tiempo'

El tiempo a sus pies

Imágenes del espectáculo 'Una oda en el tiempo' de María Pagés

Imágenes del espectáculo 'Una oda en el tiempo' de María Pagés / Miguel Ángel González (Jerez)

María Pagés lo ha vuelto a hacer. No es fácil sorprender al público, más aún cuando hablamos de una artista consagrada, con una carrera dilatada y que con algunos de sus anteriores espectáculos ha puesto el listón muy elevado. Sin embargo, nada de eso es impedimento para la bailaora sevillana, que con ‘Una oda al tiempo’ pone de manifiesto su buen gusto y su elegante manera de hacer las cosas. Las reflexiones sobre el inexorable paso del tiempo que propone, se perciben de principio a fin, y mediante un trabajo coreográfico y musical impecable.

María sabe bien cuáles son sus virtudes y cuales sus defectos, y sobre esa certeza dibuja sus creaciones. No necesita de una escenografía magna, ni tampoco de recursos rebuscados, se basta con una iluminación directa y una dramaturgia concisa, todo salpicado con detalles ingeniosos y cautivadores que vienen a sumar a todo lo que propone.

Ah, y baila, lo hace como la que más, asumiendo responsabilidades en la escena, sola ante el peligro pero convencida de lo que hace. Su serpenteante braceo es inacabable y por mucho que pueda parecer repetitivo, nunca es igual. Es casi como esa Medusa que engatusa, que te acerca al precipicio sin que te des cuenta. Por seguiriyas lo bordó, manejando con vehemencia la bata de cola y contorsionando su cadera como si de un gusano se tratara.

A lo largo de una hora y veinte minutos, ‘Una oda al tiempo’ posee también pinceladas muy visuales, desde las batas de colas floreadas del cuerpo de baile a la presencia de mantones, que en la figura de la bailaora adquieren un protagonismo exacerbado. Su manera de manejar el mantón, por vehemencia, técnica y velocidad, enloqueció al teatro, abrumado ante tanta capacidad de ejecución. No fue menos la vidalita y milonga que en la cándida voz de Ana Ramón y en la intimidad de la escena, sacó lo mejor de sí a María.

Brilla ella, su propio cuerpo de baile (con una frescura y una vitalidad imponentes) y un elenco musical que, en directo, asume responsabilidades, interpretativas y creativas. Las voces de Ana Ramón y Bernardo Miranda (excelente por seguiriyas) aportan la pincelada más flamenca, y hacen de contrapunto a la música de autores clásicos como Vivaldi o Händel.

En ese paso del tiempo, y esa reflexión que María Pagés nos ofrece, se percibe la madurez, las etapas personales de una vida, una vida que por momentos es bella, por otros inquietante, y otros tantos violentos, algo que consigue través de representaciones estéticas de obras como los Fusilamientos de Goya, El Guernica o La Piedad. María Pagés lo ha vuelto a hacer, y el público así lo reconoció, entregado a su mente privilegiada.

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