Hablando en plata

Historias flamencas: Aquellos cuadros flamencos

Hablar en Jerez de cuadros flamencos, es hablar de los maestros Javier Molina y Sebastián Núñez. De los dos juntos y de ambos por separado. Porque, en principio, Javier y Sebastián  participaban a dúo, llevando cuadros flamencos de artistas locales a donde quiera que fueran llamados. Ellos organizaban y presentaban a su gente, previo contrato, en los últimos cafés cantantes, en salas de espectáculos, en teatros o firmas bodegueras. Y cuando Javier, por los achaques de la edad, quiso retirarse, para dedicarse por entero la enseñanza, sería Sebastián el que asumiera dicha responsabilidad, siempre con la mayor seriedad y formalidad del mundo.                          

Acostumbrado a mandar y a ser obedecido, en la Litografía Hurtado, de la calle Arcos, en la que era jefe de imprenta, este gran guitarrista y mejor persona, considerado todo un caballero, cumplía sus contratos a la mayor perfección, no defraudando nunca a sus contratantes.

Sebastián Núñez, el maestro por antonomasia, tenía fama de cumplir tanto con sus contratantes como con su gente. Y nosotros damos fe de que, como persona y como artista, era respetado, apreciado y muy querido por sus artistas y, también, por quienes pusieran en él su confianza, para actuar en el sitio que fuera. En la feria nunca faltaba el cuadro de Sebastián Núñez, ni en la caseta oficial del Ayuntamiento, ni en la de la Previsión Andaluza. Cada noche, la gente esperaba que diera la hora en la que el cuadro flamenco de Sebastián Núñez se presentara, con toda puntualidad, en cada una de dichas casetas, en las que actuó durante muchos años, siempre con el mayor beneplácito del público.

 Uno todavía recuerda el cuadro de este querido amigo y extraordinario profesional del flamenco que llevaba siempre un selecto plantel de conocidas figuras, no faltando nunca cantaores como Juan Acosta, Eduardo Lozano El Carbonero, Canalejas de Jerez, ni las bailaoras la Gitana Blanca, ni Angelita Gómez, en sus principios aún, siendo muy niña; amén de otras bailaoras y bailaores, entre éstos El Chiripa y Juanage, y también Fernando Bulla; y mucho antes, en los años cuarenta, El Gallo. Y como segunda guitarra, su sobrino Baldomero o su hijo Chano Núñez. En otro tiempo, también había dirigido el cuadro flamenco junto al maestro Rafael del Águila, llevando a bailaores de la talla de María Pantoja y Paco Laberinto, entre otros artistas jerezanos de aquella época.

El cuadro flamenco de Sebastián Núñez era de tanta calidad que era imprescindible en cualquier fiesta a la que se le quisiera dar un ambiente de flamenquismo, la nota local que no podía faltar, sobre todo, en las fiestas de las bodegas, donde era costumbre agasajar por todo lo alto, y sin escatimar gastos, a las visitas mas importantes, especialmente si eran clientes extranjeros o personalidades del mundo del cine, del teatro, los deportes y la política.

El cuadro solía abrir por bulerías y luego se hacían y bailaban otros estilos, siempre escogidos entre los más festeros, como los tangos y las rumbas. Angelita Gómez tuvo en el cuadro de Sebastián la mejor escuela que hubiera podido soñar, pues le cantaba unas veces el sin par Juan Acosta por mirabrás o caracoles, y Eduardo el Carbonero otros cantes, con los que Angelita se fue haciendo la gran bailaora que hoy es, porque no hay sitio mejor para formarse y perfeccionarse una bailaora que perteneciendo a un cuadro flamenco, independientemente de las clases que pueda tomar en las distintas academias. Y lo mismo ocurre con los cantaores llamados ‘de atrás’, porque cantan para bailar. Ahí está el ejemplo incuestionable de dos figuras famosísimas, como Antonio Mairena y Chano Lobato, que durante muchos años cantaron para bailar, nada menos que al gran Antonio el bailarín, y cuando abandonaron la compañía de éste se convirtieron en auténticos números uno del cante; habiendo pasado a la historia como tales.     

Fernando Fernández Terremoto de Jerez (padre), también empezó su carrera artística, bailando o cantando, en cuadros flamencos, algunas veces con Sebastián, y cuando se dedicó al cante ‘de adelante’, todo el aprendizaje de los cuadros le sirvió para convertirse en el mejor cantaor jerezano de la segunda mitad del siglo XX.

Otros cuadros flamencos han existido en Jerez, pero ninguno de la altura y categoría, de la  importancia del cuadro de Sebastián Núñez, en tiempos en que el cante y el baile eran señas indiscutibles de identidad andaluza y jerezana, que Jerez mostraba al mundo con verdadero orgullo.

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