El peso de la historia

Festival de Jerez | Crítica José de la Tomasa y Perico ‘el Pañero’

José de la Tomasa y Perico Pañero en González Byass
José de la Tomasa y Perico Pañero en González Byass / Manuel Aranda
Juan Garrido

Jerez, 25 de febrero 2019 - 06:02

José de la Tomasa y Perico ‘el Pañero’

Cante: José de la Tomasa y Perico ‘El Pañero’. Guitarras: José Gálvez y Antonio Carrión. Palmas: Gregorio Fernández y Rafael Junquera. Día: 24 de febrero. Lugar: Bodega Los Apóstoles, González Byass. Aforo: 3/4 de aforo.

La propuesta de ayer tarde en González Byass advertía ser especial. Un acierto total por parte de la organización del Festival de Jerez el contar con cantaores insignes para que el público sepa lo que el cante ha sido y aún es. Entendemos que un alto porcentaje de los que llegan de fuera de España por estas fechas vienen para encontrarse con el baile, en todas sus vertientes, pero también es cierto que muchos de ellos son de igual forma aficionados al cante, poniendo especial interés a esos perfiles que pocas veces suelen traspasar las fronteras en la actualidad al no ser lo mediáticamente exigido.

Pero esto es Jerez y aquí siempre se ha acogido con cariño al que canta por derecho. Así que la bodega estuvo especialmente cubierta de un aforo conocedor, aficionados desplazados de otros puntos de la provincia, incluso de zonas más alejadas de la región. No siempre se tiene la posibilidad de escuchar en una misma tarde a José de la Tomasa y a Perico ‘El Pañero’, dos figuras de especial sensibilidad en lo jondo con unos lenguajes distintos entre sí aunque con un punto común, el peso de la historia.

La aportación de José de la Tomasa traspasa lo cantado, pues cuida una estética clásica que invita al recogimiento y a la profundización encontrando en él matices sonoros cada vez menos frecuentes en los escenarios. Cantaor de crianza y raíces cuyo valor ha sido siempre el de mantener el legado familiar de los Torre que le llega por su madre ‘La Tomasa’, y dejándose impregnar del temple que dejó su padre ‘Pies Plomo’. Junto a la brillante guitarra de acompañamiento de José Gálvez, encauzó su vuelta a Jerez por los cantes por soleá, en recuerdo de ‘Frijones’ o ‘La Moreno’, en la seguiriya acudieron los “fantasmas” a los que reclamó. Esos recuerdos que lo hacen ser único. Gusto y regusto en los aires de levante y grandeza en la toná. El público no lo quiso despedir, y volvió para coronar por fandangos una gran actuación.

Antes, el otro artista, porque en él sí habita el duende, fue Perico ‘El Pañero’, llegado desde Algeciras. Es indudable su carisma que, a pesar de parecer introvertido, engancha. Como si fuera un junco de río, alto, delgado y rubiasco, deposita su inspiración en los grandes maestros. Tiene la virtud de defender a los festeros de siempre, sin dejar de sentarse y cantar por soleá en un muestra de conocimiento superior. Pero cuando está de pie, levanta el brazo derecho y enrosca su muñeca mientras canta por bulerías llega a provocar el asombro de todos. Ese palillo derrama paladar. Para ser más exactos, nos vuelve loco. Y es que no muchos más saben hacer lo que él hace. En eso consiste la magia de Perico, en conocer la materia que conmueve cual erudito sabiendo llevarlo a la práctica. Si difícil es lo primero, lo segundo casi es inalcanzable. No había estado anteriormente en el Festival, sí en algunas peñas de Jerez años atrás y de un tiempo acá se ha convertido en uno de los reclamos más habituales para esa afición que está harta de superficialidades y engaños encontrando en él a un superviviente de la vieja escuela. Así, se vistió de empaque en la segiriya, aprovechando los giros de voz. También hizo fandangos y despidió por bulerías a compás, aunque a veces el aire de la guitarra se diluía por el salón. En fin, más de éstas por favor.

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