La crítica

Manuela, báilame por soleá

  • Manuela Carrasco se rebusca por soleá en su vuelta a Jerez.

En ocasiones, y más si cabe en una artista como Manuela Carrasco, se necesita un elemento motivador, ese que dispare la energía y encienda la llama del arte. Es su naturaleza, la naturaleza gitana y pura de una bailaora que proclama a los cuatro elementos en su último espectáculo y que no pierde un ápice de su línea tradicional, es decir, el baile impera por encima de cualquier elemento.

El problema surge cuando no hay nadie que levante la chispa o que caldee el ambiente, porque a fin de cuentas, si de algo presume y lleva por bandera Manuela Carrasco es de su impronta, su libertad para moverse a su antojo por el escenario sin más guión que el que le marque su corazón o su estado de ánimo. Si no hay quien encienda la mecha, ¿quién despierta el duende de su baile?

Lo peor no es eso, es la sensación de ruido constante que se transmite durante casi todo el espectáculo. Demasiada aceleración y demasiada percusión que no conducen a nada. Con decir que en ocasiones hasta el propio Enrique El Extremeño, que puede presumir de garganta, quedaba eclipsado, ante tanta instrumentación, una lástima. En medio de ese ritmo incesante, sí que brilla el cuerpo de baile, que en sus escasas apariciones transmiten viveza y vitalidad.

Con Manuela todo es anarquía, desde las transiciones a la iluminación, y aunque esta vez la mano de Juana Casado se aprecia en determinados aspectos escenográficos (sinceramente esperaba mucho más), en términos globales, o al menos lo que se percibe desde el patio de butacas, es que todo transcurre sin ningún tipo de ataduras argumentales. Comprensible quizás por la condición innata de esta bailaora, que de por sí necesita poco más que una buena guitarra y un buen quejío para aflorar lo que lleva dentro.

La trianera baila por tarantos, alegrías, bulería por soleá...pero donde realmente pudimos saborear su verdadero empaque fue en la soleá, la última bala que le quedaba en la recámara. Hasta entonces, el espectáculo se había diluido paulatinamente y sólo algún apunte de Potito, muy correcto en sus aportaciones aunque sin sobresalir pese a ser el artista estelar del elenco, la guitarra de Joaquín Amador, limpia y clara durante toda la noche, y el piano de Sergio Monroy, reavivaron la temperatura. Eso sí, por soleá es otra cosa. Como recogían las letras de los tangos interpretados por Inma La Carbonera y Samara Carrasco: 'Báilame que duela, que se me quitan las penas, un cante por soleá báilame Manuela'.

Despacito, con la mirada perdida, arremangándose, poniendo regusto en cada pose y levantando los brazos con ese empaque único, Manuela Carrasco (que cuida muchísimo su vestuario a lo largo de todo el espectáculo) se fue adentrando en el cante de El Extremeño, perfecto conocedor de sus virtudes. El público agradeció este último esfuerzo, no en vano había impuesto su ley sobre el escenario. Porque como dice el refrán, quien tuvo, retuvo, aunque sea en pequeñas gotas.

Naturaleza gitana. Gitana morena. 

Baile: Manuela Carrasco. Cuerpo de Baile: Saray de los Reyes, Lole de los Reyes y La Marquesita. Cante: Enrique El Extremeño, Pepe de Pura, Samara Carrasco, Inma 'La Carbonera' y Manuela Amador. Guirarras: Joaquín Amador, Juan Campallo y Antonio Santiago 'Ñoño'. Percusión: José Carrasco. Piano: Sergio Monroy.Dirección, escenografía y adaptación: Juana Casado. Dramaturgia: Juana Casado y María Cabrera. Música: Joaquín Amador. Diseño vestuario: Gitano. Diseño de iluminación:Dominique You y Juan Sampedro. Diseño de sonido: Félix Vázquez. Regidor: Hugo Pérez. Día: 21 de febrero de 2015. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno. 

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