Festival de Jerez

Paisajes de sobriedad

Más allá de convencionalismos, fórmulas estereotipadas y tópicos de andar por casa, que los tiene en muchos aspectos, el estreno de Al compás del viento a cargo de María José Franco y su compañía, anoche en Villamarta, gustó principalmente por su atractiva sencillez, por su pulcra sobriedad. Por esos paisajes idealizados que recorren el camino de ida y vuelta entre su Cádiz natal y su Jerez profesional y sentimental. El espectáculo, minimal y clásico a más no poder, dejó buenas sensaciones por ese espíritu pobre en recursos aunque sumamente rico en ganas, entrega y honestidad.

Sin falsos modismos y con un lenguaje eminentemente flamenco, la bailaora gaditana optó por desechar lo epidérmico y tratar de ganarse al respetable con baile y más baile. Sin ambages ni discusión posible. No pesó -o pesó menos- la precariedad de su producción cuando danzó con garra por soleá al eco que impuso Luis Moneo -poderoso metal plazuelero, un abismo entre él y el otro componente del dúo cantaor-; o cuando María José hiló fino en los tangos después de dejar saborear en solitario unos tientos interpretados con su característico rajo por Carmen Grilo. Los tocaores jerezanos Juan Manuel Moneo y Pedro Pimentel, autores de la música que teje los pasajes de la obra, tuvieron espacio para su lucimiento personal y, sobre todo, el primero ofreció cabales falsetas en los referidos tientos.

En el tramo final del escueto montaje -apenas una hora de duración-, la silueta imponente de la artista principal, su figura envidiable, dejó una emotiva estampa en memoria de Chano Lobato, al que incluso pudo oírse de nuevo en Villamarta cantando durante unos instantes Los aires de Cai. Fue un agudo pellizquito en la boca del estómago que, de manera automática, desmontó el juego de sillas de enea que Paco Alfonsín, autor de la pequeña vertiente escénica que encierra la propuesta, colocó a la derecha del proscenio, cual espigón de esa Tacita salada y acariciada por la brisa marinera. Una idea simple pero efectiva y coherente con la austeridad de un espectáculo a años luz de la aparatosa opulencia, por ejemplo, de la superproducción que el Ballet Flamenco de Andalucía puso de largo para abrir anteayer la muestra jerezana de baile flamenco y danza española.

En ese preciso momento en el que resonó la gracia de Tío Chano, María José Franco detuvo el viento ante la mirada de su irregular cuerpo de baile. Ralentizó sus giros de muñecas, congeló su estampa, su expresionista braceo -su punto fuerte- y se acordó de uno de los grandes. Un pequeño y sincero homenaje desde el corazón de una propuesta, tal vez ingenua y mínima, que irradió en todo momento sinceridad, lo que el público supo agradecer con creces mediante generosa ovación.

En el baile de María José Franco, más maduro que cuando la disfrutamos hace unos años en De grana y oro, volvimos a visualizar el decidido toque de la escuela jerezana, especialmente con ademanes y movimientos que recuerdan a El Pipa, a cuya compañía perteneció hasta hace unos años. En ese baile pesan un braceo y una cintura explosiva. Un baile que ha sabido pulir hasta hacerlo lo más personal posible. Formas de estar y moverse sobre el escenario, de templar, de quebrar, que han bebido de maestras como Angelita Gómez, que anoche no dudó en jalearla -se le oía desde el gallinero- a cada mudanza, a cada pirueta que María José acometía. Eso sí, en todo momento primando la contención por encima de la mueca intrascendente, del histrionismo pueril.

Pocas bailaoras en la actualidad sacrifican varios remates en la misma escobilla para conseguir el aplauso fácil con tal de dar continuidad a su propuesta escénica. María José Franco lo hizo anoche y son esos pequeños detalles, esa inteligente actitud, los que hacen pensar que queda mucha bailaora por descubrir. Es verdad que Villamarta debe ser una plaza exigente y obligar al riesgo creativo constante, pero hay que admitir, valga el topicazo, que en la sencillez está el gusto. Ahí estuvo el meollo de lo que trajo María José Franco al Festival y, por ahora, es suficiente.

Compañía de Danza Flamenca María José Franco. Baile: María José Franco. Cuerpo de baile: Asun Armario, María José Peña, Natalia López. Cante: Luis Moneo, David El Pulga, Carmen Grilo. Guitarra: Juan Manuel Moneo, Pedro Pimentel. Percusión: Carlos Merino. Palmas: Diego Montoya. Idea original: María José Franco. Coreografía: María José Franco. Movimiento: Francisco Mejías. Música: Juan Manuel Moneo, Pedro Pimentel. Iluminación: Jerónimo Bellido. Vestuario: Tere Torres, Javier Cosano, Jorge Duende. Dirección escénica: Francisco Mejías. Dirección: María José Franco. Día: 27 de febrero. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Casi lleno.

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