El día a día del área formativa

Pasión intensiva

  • Alumnos de los cursos del Festival de Jerez cuentan su día a día de una apretada agenda en la que tan sólo hay tiempo para aprender, bailar y disfrutar del flamenco durante las dos semanas del certamen

Huele a café recién hecho en los bares de la plaza Plateros. Damian y Nathalie se dirigen a una de las terrazas de este enclave que les gusta tanto para desayunar. Un cortao, unas tostadas y rapidito que hay que taconear. La jornada se presenta larga. Sobre las diez de la mañana se separan para perderse cada uno por las calles de Jerez, destino a sus clases de flamenco. Ella, a las de Inmaculada Aguilar y técnica básica del baile por seguiriya en ‘Danzalucía’, y él, vuelve a la casa que han alquilado estos días para ‘teletrabajar’ un poco. Luego se marcha a la peña Tío José de Paula a  empaparse del arte de Leonor Leal y la introducción al baile por tangos. Extenuados de tanto arte, estos dos amigos retoman fuerzas con un paseo bajo el sol del mediodía y la “genial” experiencia de descubrir una ciudad casi nueva para ellos.

Damian Power tiene 42 años,  es irlandés y trabaja como ingeniero informático en Dublín. Visita la ciudad por cuarta vez y lleva bailando flamenco desde hace cinco años. Su amor por este arte empezó a través de la guitarra, cuando una vez fue a un espectáculo de flamenco y le encantó más que la música, el baile. “Mis clases me sirven para aprender bien las posturas, movimientos y posiciones”, comenta emocionado, dispuesto a aguantar Festival estas dos semanas de estancia aquí. De hecho, del 6 al 12 de marzo continuará su aprendizaje con Juan Parra y la técnica del baile por caracoles en el Villamarta, y María del Mar Moreno y la seguiriya en Tío José de Paula.

Una vez que acaban las clases de mediodía llega el momento del almuerzo y de leer las críticas de los espectáculos del día anterior. Ambos saborean sus comidas favoritas en distintos establecimientos hosteleros del centro donde piden jamón, morcilla de cebolla, queso, calamares a la plancha..., “y me gusta el pan del Mesón del Asador. Y eso que mi padre es panadero, pero no sé cómo lo hacen aquí”, subraya Damian. Después de recargar pilas, se marcha camino de las clases de María José León y el baile por tango. Sin embargo, ahora a Nathalie le toca una pequeña siesta. Más tarde, juntos, a las siete, se marchan a los espectáculos del Villamarta. Luego, una copita con los amigos en ‘El Colmao’ y para casa, que al día siguiente las clases esperan. “Y es que he venido a bailar y aunque Jerez es genial, hay que elegir. No se puede aguantar todo el día entre clases, espectáculos, trasnoches...”.

Nathalie Moyano es compañera de piso de Damian en Dublín desde hace unos años, donde trabaja como traductora. Nacida en Francia de padres andaluces, esta joven de 35 años visita España cada verano y el Festival desde hace cinco años. A su padre le encanta la copla, “así que he estado rodeada de flamenco toda mi vida”. Ha recibido clases en Belfast “y como en Dublín no hay buenos profesores decidimos montar una peña hace dos años, para que sea una plataforma para el flamenco. Los irlandeses también tienen una gran tradición musical y muchas cosas en común con los españoles. Muchos de ellos, de los irlandeses, no saben ni lo que es el flamenco”. Además del curso de Aguilar, Nathalie también acude a las clases de alegrías con bata de cola con Carmen Acosta en Villamarta a última hora de la mañana. Hilvana una lección con otra, Es todo concentración. “Me encanta también el mantón y bailar rodeada de mujeres, ya que en Dublín el baile es más con hombres y aquí me gusta aprender técnicas diferentes”, apunta. Y la próxima semana, otras cinco jornadas intensivas de amor al flamenco con Blanca del Rey y la soleá con mantón, y Alicia Márquez y la soleá con bata de cola.

Damian hace un balance de sus clases de flamenco y asegura que se siente “muy contento ya que en Dublín no recibo clases nada más que los fines de semana con un bailaor de Algeciras. Para nosotros es un lujo estar aquí y bailar cada día. Además, me encanta Jerez y su gente y perderme por las calles cuando vuelvo a casa”. Nathalie, por su parte, dice que los profesores “son todos muy profesionales y te hacen sentir muy a gusto. No tengo ninguna queja”.

En González Byass retumban las botas. Es el taconeo que brota de las clases de Javier Latorre. Allí,  sudando la gota gorda, y muy apasionada con lo que hace, está la japonesa Sanae Parra, en pleno taller de coreografía y técnica de la guajira.  De 10 de la mañana hasta el mediodía. En ese tiempo, casi que no existe nadie alrededor... Se implica hasta los topes. Es el flamenco y ella. Casada y con dos hijos, vive en Alemania, aunque esta semana su casa es Jerez. Por las tardes le toca el turno a Manuel Betanzos en ‘Danzalucía’ y clases de técnica y estilo de la farruca. Un día con Sanae empieza con un buen desayuno en La Vega, cerca de su apartamento en Pedro Alonso. Luego, sobre la una, toma unas tapas en El Gallo Azul y se marcha a la calle Francos a un estudio con sus amigos donde ensaya todo lo que está aprendiendo. Casi sin descanso, se marcha a bailar la farruca.

 Sobre las seis y media de la tarde, llega el descanso. Es el momento para una ducha y, de nuevo, salir corriendo al Villamarta a disfrutar de los espectáculos del Festival. Ese día toca la compañía de Rubén Olmo. Sanae queda impresionada. Luego se tercia una copa y unas tapas. Y a descansar. No hay cuerpo que aguante tanto arte.

Dice Sanae, de 34 años, que como disfruta del flamenco en Jerez no lo hace en ninguna otra ciudad de España, “porque aquí sé en qué lugar estoy en cada momento y conozco bien a los profesores. Es todo más accesible y está muy organizada para el turista, incluso para el que hablamos poco español”.

No es la primera vez que viene a Jerez, -visita España todos los veranos- lo lleva haciendo durante años, aunque paró una larga temporada para ser madre. Ha seguido estudiando flamenco en Alemania y este año ha retomado sus cursos en el Festival. Permanecerá sólo esta semana, dos son demasiadas sin sus hijos. “Estos días están siendo muy especiales para mí y ya veré el año próximo si repito, ya que los años te van aportando otras prioridades y para bailar me gusta estar concentrada. Ya veremos”.

Son días con una apretada agenda. El objetivo de los ‘cursillistas’ es disfrutar del flamenco, empaparse y desparramarse en él cada minuto. No hay tiempo para el aburrimiento. No hay tiempo para parar, sólo tiempo para bailar.

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