La subjetiva distopía que propone Patricia Guerrero es una lucha contra la opresión femenina en un mundo en el que las contradicciones son una constante. La mujer no puede ser ella misma, en una sociedad dominada por los hombres pero en la que no parece ocurrir nada.

En este contexto se mueve la bailaora granadina, gracias a un discurso contemporáneo, con claros tintes feministas, y en el que la iluminación juega un papel importante.

Guerrero realiza un excelente trabajo de experimentación gestual y corporal (interesante el primer número en el que, sentada en la mesa hace verdaderas virguerías), en el que también participan Ángel Fariña y el bailarín urbano Rodrigo García, y donde el flamenco es un elemento secundario.

Evidentemente, de la capacidad dancística de Patricia Guerrero nadie duda, como lo demuestra en muchos momentos del espectáculo (‘La fuerza’ y ‘el amor’) y en números concretos, como el baile de salón que ejecuta con Fariña o la peculiar soleá con la bata de cola colocada delante. Otra cosa es que lo que pretende representar resulte a veces complicado de digerir y otras ininteligible, ya que su discurso no es claro. A ello se añade la escasa emoción que transmite el espectáculo, que mantiene una línea regular sin picos de sensaciones. Y eso que si por algo se caracteriza esta joven bailaora es por su potente energía sobre el escenario, como nos demostró el pasado lunes junto a Rubén Olmo en una coreografía excelente.

Pero volviendo a ‘Distopía’, aquí el ritmo es vertiginoso, incluso acelerado, y la escena, donde la iluminación tiene total preponderancia, llega a ser agobiante. Sólo la voz clara de Alicia Naranjo, que pone el toque lírico a la obra, y la guitarra de Dani de Morón (infrautilizada para lo que puede dar) rompe con la dureza del sonido del péndulo, que llega a ser martilleante y hasta rallante, y que manifiesta abiertamente ese estado de opresión y angustia que se quiere alcanzar.

Patricia Guerrero - 'Distopía' from Festival de Jerez Televisión on Vimeo.