Festival de Jerez

Rincones atípicos para bailes grandes

  • El ciclo 'XX Espacios, XX Artistas, XX Festivales' arranca con enorme éxito de público.

El ciclo ‘XX Espacios, XX Artistas, XX Festivales’, que pretende celebrar el vigésimo aniversario del Festival de Jerez, arrancó ayer con enorme éxito de público. La propuesta en sí, cuyo objetivo es también abrir la ciudad a los visitantes que estos días están en Jerez, acercándoles a marcos desconocidos, fue acogida con interés por los cursillistas y aficionados que no quisieron perderse muchos de estos acontecimientos, que dicho sea de paso, llevaban firmas tan potentes como Isabel Bayón, La Moneta, Rocío Molina o Mercedes Ruiz.  

El ciclo comenzó en Los Claustros de Santo Domingo a las 11.30 al son de Pepe del Morao. El guitarrista jerezano comandó un cuadro de jóvenes artistas de la tierra que llevaron el soniquete a diferentes lugares del convento, en el que el frío incomodó tanto a artistas como a espectadores. Pepe del Morao, Manuel de la Nina, Fernando Jiménez, Fania Zarzana, Sandra Zarzana, María Peña, Tomasa Peña y Juan Grande llevaron el mando en una primera cita que sirvió para calentar motores.

 El relevo se dio a mediodía en la Plaza de Abastos, un lugar en el que la cordobesa Anamarga había preparado ‘¡Ojú! Qué arte de mercao...’. Lo hizo con un elenco artístico amplio, pues había además de ella componían el baile Mamen Laguna, Noelia Sabarea, Mª del Mar Ramírez, Leli Dore, y el cante Davinia Jaén y Manuel de la Curra. Su montaje resultó especialmente vistoso, como el arco iris de colores con los mantones que protagonizaron a las puertas de la Plaza. Sin embargo, no contaron con las aglomeraciones que se suscitaron en el interior del propio mercado, en concreto en la zona del pescado, donde se vivieron momentos de tensión entre los clientes que acudían a comprar, los artistas y los pescaderos, a los que no les gustó demasiado la propuesta en un día de bastante ajetreo. Fue un lunar en la organización, que no contaba con esta desagradable situación. 

Más tranquilo se escuchó el cante en el siguiente enclave, la Mezquita del Alcázar, un lugar que de por sí desprende sosiego. Allí, y en un aforo muy reducido, apenas 70 personas (ya pagando), Ana de los Reyes (al igual que Juan Lara, artista invitado) dejó preciosas pinceladas, en especial la zambra interpretada junto al señorial piano de José Zarzana.      

Ya por la tarde, a las cinco,  tuvo lugar la actuación de Isabel Bayón, bailaora que destacó por su manejo de mantón. El espacio fue el idóneo (las bodegas Díez Mérito), entre botas de vinos de más de veinte años, y contó con el acompañamiento de Londro, David Lagos y Juan Requena. El público se entregó a la delicadeza de la intérprete. 

Sí es cierto que más de un asistente al evento se perdió por el camino, pues algunos llegaron hasta la bodega que acoge la Lonja del Flamenco. Tuvo bastante éxito de entrada, completo, pero al igual que en otros espacios, se echaron en falta más indicaciones para llegar. 

Tras los cuarenta minutos de actuación, había que llegar hasta el convento de San Agustín con cierta prisa. El marco fue inmejorable. Un lugar desconocido por  los propios jerezanos que se vistió de gala para tal celebración. El público, menos numeroso que en la anterior cita puesto que el aforo era más limitado, disfrutó del baile magistral de Mercedes Ruiz, quien, con bata de cola negra y castañuelas, dejó patente su señero estilo por seguiriyas. David Lagos, que repetía, y Santi Lara, acompañaron en este apartado a la bailaora. 

A las siete de la tarde se abrieron las puertas de González Byass, lugar que recibió a unas cuatrocientas personas que asistieron al espectáculo de La Moneta, que llegó con el laboratorio coreográfico de flamenco urbano. No fue el espacio más adecuado. No había sillas y muchos de los que acudieron no pudieron disfrutar del evento como esperaban. También echaron en falta más presencia de la bailaora principal  ya que salió a escena cuando el número llevaba casi la mitad recorrido. 

A medianoche, la jornada la cerró Rocío Molina, esta vez para dar rienda suelta a su lado más flamenco. Y para ello quien mejor que uno de los patriarcas del compás del cante de Jerez, Fernando de la Morena, que llenó de arte la Bodega La Concha de González Byass. 

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