Rocío Marín fue la protagonista, ayer tarde, en el Centro Cultural Flamenco don Antonio Chacón dentro del ciclo ‘de Peña en Peña’. La bailaora mostró fuerza y rigor en los cuatro bailes que hizo, además de aportar su propia personalidad a cada gesto y estampa.

Rodeada de un gran ambiente, comenzó su tarde bailando por tangos al compás que marcaban los cantaores Juan de la María y Joaquín Marín ‘El Quini’. Con tan sólo dos voces, y la guitarra de Ismael Heredia, consiguieron crear una atmósfera prácticamente de fiesta. A veces parecía que en el escenario había diez palmeros.

Tanto Juan como Joaquín supieron darle a la bailaora el toque de ímpetu que necesitaba, con letras escogidas y con una comunicación perfecta. Ismael expuso el toque más clásico de Jerez, ese que recorre el compás desde la prima y al bordón. Rocío, que fue una niña prodigio en su momento y que empezó a dar sus primeros pasos junto al mítico Cristóbal ‘El Jerezano’, muestra una madurez importante en sus maneras controlando los tiempos sin ningún tipo de problemas.

Tras comenzar de forma alegre con los tangos del Piyayo y algunos de Triana, cambió de vestuario mientras el resto del elenco se marcaba una ronda por alegrías. De negro, se recogió por seguiriyas y, en la intimidad, volvió a convencer al numeroso público de la peña.

A vuelta de pausa volvieron a sentir el compás de las bulerías para escuchar en las que Rocío se sintió a gusto, a más no poder, así como el resto de sus acompañantes. Antes de finalizar con un baile por bulerías, la bailaora cedió espacio y tiempo a sus dos cantaores para que ambos se metieran al respetable en el bolsillo. Juan de la María se acordó de Luis de la Pica y sus letras románticas; y Joaquín ‘El Quini’, por su parte, fue cabalgando de la Plazuela hasta Triana. De repente, Rocío se levantó y se marcó un baile puro de Jerez en el que demostró ser una grandísima bailaora.