el reportaje

El otro 'ayeo' del flamenco

Como en cualquier disciplina donde se realiza un ejercicio físico, en el flamenco también existe riesgo de lesión. Evidentemente, el baile es sin duda una de las que mayor exigencia requiere, aunque la tensión y el esfuerzo psíquico y físico que se pide a los artistas hacen que cualquiera, ya sean bailaores, cantaores, guitarristas e incluso palmeros, estén expuestos a ellas.

Pero centrémonos en esta primera disciplina, el baile. Durante el transcurso de una actuación, por poner un ejemplo, un bailaor o una bailaora pueden realizar, de manera aproximada, unos 240 zapateados por minuto. A nivel músculo-articular el impacto es altísimo.

En el tronco superior, a nivel articular "se carga la zona cervical debido a los giros y movimientos bruscos que hacen los bailaores", y a nivel muscular "se carga la zona del deltoide, trapecio, angular del homóplato y zona dorsal", explica Víctor Bernal, quiromasajista y que lleva trabajando con artistas desde hace 16 años. Por sus manos han pasado nombres como Joaquín Grilo, Miguel Poveda, La Lupi, Bolita, David Carpio, Andrés Peña, Gerardo Núñez, Manuel Valencia, Rafaela Carrasco, por citar algunos de ahí que su amplia experiencia.

En esta zona superior anteriormente citada, también sufren los brazos por su movimiento continuado y la tensión que alcanzan cuando empiezan a bailar. Por esta razón se sobrecarga "la región escapular".

En la zona inferior, "también se ve castigada la región femoral inferior y tibial anterior", mientras que cuando hablamos de aspectos articulares la parte más dañada para el bailaor /a es la rodilla.

Todo depende "del tipo de baile", independientemente de si hablamos de una mujer o un hombre "porque hay bailaoras que tienen la misma potencia que los hombres", explica el quiromasajista.

"La diferencia está más que nada en cómo desarrolla el baile. Rafaela Carrasco, por ejemplo, a nivel biomecánico se carga menos porque su baile tiene menos impacto que por ejemplo el que realizan Joaquín Grilo o La Lupi", comenta.

Aunque pueda parecer lo contrario, no sólo el baile padece consecuencias en el flamenco. Los guitarristas también se someten a intensas sobrecargas, generadas "por la postura". En la época más reciente, sobre todo tras modificar Paco de Lucía la postura tradicional en el toque (antes se hacía con la guitarra erguida), los tocaores padecen sobrecargas "en la zona dorsolumbar" y por el sobresfuerzo continuado de ambos brazos. En concreto, las partes que más sufren son los antebrazos, flexores y extensores de la mano, tunel carpiano y el interior del codo, lo que se conoce como epicóndilo lateral.

Tampoco el cante se libra, afectando "a la zona cervical anterior y posterior", además del diafragma, con la que a menudo se trabaja "porque es pieza básica en el control de la respiración". Lo mismo ocurre con los palmeros, con sobrecargas "en la zona cervical, hombros y antebrazos".

El mejor remedio contra ello es "calentar antes de hacer el esfuerzo", una práctica que "casi ningún artista la lleva a cabo, y claro, al final llegan las lesiones y la sobrecarga". Porque para Víctor Bernal existe una premisa básica en todo esto: "calentar antes evita lesiones, estirar después evita dolores", concluye.

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