Festival de Jerez

Al compás del baile generacional

  • ¡Viva Jerez! cumple con las expectativas en su regreso al Villamarta gracias a un espectáculo dinámico en el que sobresalen María del Mar Moreno y Leonor Leal

La reposición del espectáculo ¡Viva Jerez! concluyó el pasado sábado en Villamarta con amplio respaldo del público. Durante dos días ha estado en cartelera un espectáculo renovado con respecto al que se estrenó en el pasado Festival de Jerez, principalmente en lo que respecta a artistas ya que aparte de los nombres se ha reducido considerablemente el número de actores.

¡Viva Jerez! es un espectáculo afin a todo tipo de pensamientos o modalidades y resulta igual de entretenido para el que busca un rato de ocio en el teatro como para el que pretende encontrar sonidos de flamenco más puro. Desglosado por escenas, Paco López, artífice del mismo, ha conseguido que la hora y media de duración de la que consta el montaje no sea para nada empalagosa. Todo transcurre con tal dinamismo y fogosidad que el tiempo pasa casi sin darse cuenta. Posiblemente a ello contribuye la coordinación y sincronía de cada uno de pasajes. Lo justo y necesario para cada propuesta. No falta de nada, ni las pinceladas cómicas, que rompen con cualquier monotonía que pueda surgir en un momento determinado.

Un recorrido por cada uno de los cantes adheridos a la tierra conforma el esqueleto de un espectáculo en el que se deambula por la gañanía, con los cantes de trilla, por las seguiriyas, las tonás y martinetes, los tarantos, la soleá, bulerías y hasta por fandangos de El Gloria, con el que cierra la obra Antonio Malena. Sin embargo, el clásico estereotipo se rompe con aportaciones particulares y que dotan a ¡Viva Jerez! de vida propia. Hablamos de la milonga que ejecutan Javier Patino y Ezequiel Benítez (de lo mejor de la noche), de la farruca, de los tangos de Granada y Triana, de los tanguillos e incluso de las sevillanas corraleras que ponen sonido a la escena cómica.

La aportación de los artistas también es significativa, si bien es cierto que las diferencias entre unos y otros son notables. En el baile se puede apreciar la evolución. Tres generaciones diferentes de baile en las que se mezclan la torería de Angelita Gómez, que rejuvenece cada vez que se sube al escenario, la enjundia de María del Mar Moreno y la modernidad de Leonor Leal. Tres artistas de Jerez y cada una con un aporte distinto, aunque eso sí, conservando esa chispa genuina.

Precisamente de su aportación nos quedamos con el baile por soleá de María del Mar. La joven bailaora, puro nervio, sabe templar cada uno de sus pasos. Lentamente y con el magnífico metal de fondo de Antonio Malena (de las pocas voces verdaderas que nos quedan) se va ganando el calor hasta el punto de rematar la faena con ese característico movimiento de volantes, ese detalle tan personal y que tan bien sabe manejar. Ovación.

Completamente opuesta es Leonor Leal. La jerezana nos sorprende con el baile por farrucas, donde Javier Patino da muestras de su poderío con la guitarra. Frente al espejo, otro de los elementos significativos, la joven se desliza como una pompa de jabón. Su baile es menos racial, más esbelto y acorde con los tiempos pero igual de sensual. Posiblemente en otras lides no tenga tanto empaque, pero en la farruca, uno de los bailes más complicados, estuvo de diez.

El paso del tiempo nos descubre también detalles o facetas imprevisibles como el ver cantar por tanguillos a Luis de la Tota, o descubrir la voz dulce de María del Mar Moreno ("eres completa hija", se oyó en el patio de butacas) cantando por cuple. El público disfruta de la celeridad y ríe con las letras de El Pescaílla, llenas de ingenio y la mar de efectivas.

La bulería y las pataítas hacen acto de presencia. Se acerca el final. Pero allí está de nuevo Luis de la Tota quien se marca un robótico baile por fiestas (rebosa compás y no hay quien lo pierda); la voz de Juani Peña (lástima que intervenga tan poco) y la fuerza de Eva de Rubichi que sirven para que Luisa Terremoto y Miguel Téllez se arranquen y finiquiten un montaje en el que teatro y flamenco se dan la mano sin discordia.

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