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Festival de Jerez

El compás se encalla en el tiempo

  • Moraíto rinde su particular homenaje a La Paquera en una noche en la que González Byass registró un lleno absoluto y donde las voces de Jesús Méndez y Miguel Poveda fueron las notas más sobresalientes

Morao, siempre Morao. Escuchar en directo la guitarra de Manuel Moreno Junquera ‘Moraíto’ es sin lugar a dudas un privilegio al alcance de pocos. Su manera de concebir el compás y de sacar sonido a las cuerdas son absolutamente abrumadoras. Su sonanta está dotada de vida propia y su soniquete es capaz de hacer bailar al más pintado. Nadie pone en duda que es un artista singular y que su música está dotada de una personalidad irrepetible, de una forma de tocar la guitarra (con su rasgueo característico, por ejemplo) que han marcado época.

Sin embargo, el artista jerezano se ha quedado anclado en el pasado y sus apariciones, al menos en solitario, despiertan pocas inquietudes. Quien le ha visto más veces es consciente de que su repertorio se ceñirá a sus temas clásicos, que también tienen su mérito, pero que acaban por resultar reiterativos. A la vista está que si comparamos lo que el santiaguero ofreció en su último paso por el Festival, en la décima edición, nos damos cuenta de que su abanico sonoro ha cambiado bien poco.

Vivir de aquel mítico ‘Morao, Morao’ (del año 1999) o de su primer disco en solitario, ‘Morao y Oro’ (1992) no hace bien a ningún artista porque el tiempo no pasa en balde. Pese a todo, Moraíto sigue siendo fiel a su estilo y con temas tan extraordinarios como la seguiriya Terremoto, con la que abrió su recital, la soleá Bronce, tan llena de matices y con un arpegio doble y un alzapúa inigualables, su infinito universo de bulerías, Mercado Persa y Sor bulería, los míticos tangos Rocayisa o los tanguillos que compuso para Niña Pastori hace unos años, fue encandilando al enorme gentío que se había dado cita en González Byass. ‘Olé los que tocan gitano’, se oyó entre el público mientras surgía la sonrisa en el veterano artista.

A ello contribuyó también la extraordinaria tropa de la que se rodeó empezando por las palmas del Bo, Chícharo, Cantarote y Carlos Grilo, pasando por la percusión de Perico Navarro y Juan Grande, el bajo de Ignacio Cintado y, como no, la gitanería que desprende el violín de un genio poco valorado en Jerez, Bernardo Parrilla.

Con todo este cúmulo de artistas, el tocaor quiso dar su particular homenaje a La Paquera. “Ella se merece algo más grande pero yo le voy hacer el mío, aunque sea más pequeño”. Con estas palabras describió lo que iba a ser su espectáculo en la conferencia de prensa previa al mismo y así fue.

Precisamente esta circunstancia, la de acordarse de la gran Francisca Méndez, le sirvió para incorporar a su conjunto musical a dos de las mejores voces del panorama nacional flamenco. Una aún tiene un largo camino por recorrer pero pronto será grande porque crece a pasos agigantados y cada vez más asentado, Jesús Méndez, y otro ya es una auténtica figura, quizás una de las más notables del presente siglo, Miguel Poveda.

Fueron estas dos notas de sonido las únicas en aportar algo nuevo a la actuación del guitarrista, algo que sí supo reconocer el público que recibió y despidió a ambos con una atronadora ovación.

La bulería por soleá sirvió a Jesús Méndez para acordarse de la ‘Tata’ Paquera y lo hizo como mejor sabe, apabullando el cante con una fortaleza y una sobriedad que a más de uno puso el vello de punta. Las letras, alusivas también al desaparecido Diego Rubichi, provocaron un punto de inflexión en la actuación. Corto pero eficaz. Sencillamente genial.

Minutos más tarde sería Poveda, con su elegancia habitual, quien acabaría con el cuadro. Lo había hecho horas antes con La Yerbabuena y lo volvió a hacer en Los Apóstoles. Se atrevió con los magníficos renglones que Antonio Gallardo compuso para La Paquera añadiéndole eso sí, su particular toque. ‘En San Telmo se asoma a sus playas/y la Plazuela de puertas al Sol/ y la copla no tiene murallas y se asoma la cara de Dios/porque Sevilla, Sevilla y Jerez/son la octava maravilla del jardín de mi querer/copla de cejilla de la tonadilla/pa’ que caigan de rodillas los que sepan entender/(...).

Fueron las únicas alusiones a La Paquera, de ahí que el personal homenaje de Moraíto quedara simplemente en eso, en dos pinceladas externas y eso sí, la intención de mantenerla en el recuerdo, que sólo por eso vale la pena reconocer su esfuerzo.

Guitarra: Manuel Moreno Junquera ‘Moraíto’. Artistas invitados: Jesús Méndez y Miguel Poveda. Palmas: Manuel Soto ‘Bo’, Chícharo, Cantarote y Carlos Grilo. Violín: Bernardo Parrilla. Bajo: Ignacio Cintado. Percusión: Juan Grande y Pedro Navarro.

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