La crítica · Paúl

El cubismo de Perrate

  • Tomás de Perrate es un cantaor de especial carácter, peculiar y pinturero.

En él confluyen los genes cantaores más señeros del cante de Jerez y el de Utrera. Es descendiente directo de Manuel Torre, el genio jerezano de los soníos negros, y, a su vez, está emparentado con los Perrate. Es un cantaor tardío, hasta que Fernando Terremoto no le sacó a la luz, no se le conocía fuera de los círculos más íntimos. Ahora se consolida como cantaor de atrás, pero un cantaor de especial carácter, peculiar y pinturero.

Tomás de Perrate es extravagante, su cante es extremo, no conoce el término medio. Lo mismo se marca el 'cheek to cheek' de Fred Astaire o canta con acento alemán, que se introduce en las profundas e hirientes seguiriyas de su estirpe cantaora. Si de algo Tomás no peca es de superficialidad. Siempre dice algo.

Nos vino a traer sus 'Perraterías', el reflejo de su sentir flamenco, una especie de marca musical. Hace días ya tuvo una gran noche junto a Israel Galván en el Teatro Villamarta, dentro del Festival de Jerez, en el espectáculo que presentó el bailaor sevillano y al que pudimos ver en esa versión más enloquecida y chalada. Se amolda de manera especial a propuestas de un carácte chocante . Pero en la noche del viernes se sentó en una silla y cantó por derecho, sin disfraces que confundan. Aunque su cante no deja nunca de ser personal, así se refleje en sus antecesores. "Por fin Jerez", dijo el cantaor.

Es un habitual en distintos espectáculos de baile, pero nunca antes había estado en esta tierra como único protagonista. Se le vio con ganas desde el principio. Sonó su voz en una bienvenida por tientos y tangos, derrochando maestría y seriedad.

Entonces, cuando ya el público estaba metido en el ajo, nos sacudió un terrible duende por seguiriyas de Manuel Torre, en la versión de su hijo Tomás, abuelo a su vez del cantaor protagonista de la noche. Estamos ante un cantaor de la vanguardia que parte desde la más pura naturaleza pero que observa a su entorno, y así lo refleja su cante, desde una óptica cubista, por así decirlo. Las cantiñas del Pinini estuvieron soberbias, con mucho compás.

Pero si hubo un momento en el que Tomás se creció fue cuando salió a escena Belen Maya, la bailaora invitada con la que el cantaor comparte espectáculos desde hace años. Por soleá, a Belén le faltó escenario. Se paseó con donaire y elegancia.

La bata de cola volaba hasta la primera fila. Se estaba disfrutando en las tablas y el público lo notó respondiendo con fuertes aplausos al final de la gala.

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