XXV Festival de Jerez

Un diálogo sublime

Rafael Estévez y Valeriano Paños, en un momento de 'Silencios'.

Rafael Estévez y Valeriano Paños, en un momento de 'Silencios'. / Manuel Aranda

La capacidad para idear e interpretar de Estévez y Paños no deja de sorprender por mucho que se les conozca en este Festival de Jerez al que acuden prácticamente cada año, de una manera u otra, dejando siempre la marca personal.

Cada montaje va impregnado de horas de estudio, investigación y, por consiguiente, sentido. Nada está llevado a la escena por casualidad, nada sobra, todo guarda conexión con el relato que, por muy áspero que parezca, termina convirtiéndose en clarividente.

Quizás sea esta propuesta, la que ayer veíamos en la Atalaya, una de las más personales de las últimas que han creado, pues vuelven a enfrentarse los dos miembros de esta compañía, algo poco habitual, abriendo contundentemente puertas a futuros lenguajes en la danza, en el baile.

En ‘Silencios’, inspirado en un texto de John Cage, desgranan las sensaciones que surgen de cualquier proceso creativo: los miedos, las dudas, los ensayos, las caídas que hay que superar, barreras y adaptaciones, la frustración superada, la desesperación que consigue desaparecer cuando una y otra vez se le hace frente.

La propuesta, que no llega a superar los cincuenta minutos de duración, es la definición de un diálogo pulcro y cabal de quienes aman el escenario, la historia e, incluso, el futuro de este arte. Nada en el escenario, solo una botella de agua, una toalla y focos de pequeña dimensión que aportan intimidad. Estévez marca el pulso y Paños se desinfla en la continua perseverancia por vencer y acertar en cada movimiento. No hay cante, ni guitarra... casi no hay ni sonido.

Cada caída obliga a levantarse. No son precisamente pocas las barreras que la vida ha puesto a ambos coreógrafos. Hay que seguir, una y otra vez, buscando la belleza del acierto y lo sublime. Lo conceptual toma el espacio y deja a los protagonistas en el vacío de la duda, resuelta una vez que concluyen y el aplauso del respetable se vuelve definitivo.

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