La crítica

La evolución es posible

  • Ángel Muñoz recupera el aire más varonil

La falta de presupuesto ha originado una corriente creativa basada en el minimalismo y en la simpleza escénica. Eso justamente es lo utilizado por Ángel Muñoz para conformar 'Ángel, del blanco al negro', un espectáculo sin alardes, muy elemental y que nos expresa el proceso evolutivo del baile del cordobés.

En él, Muñoz transforma la abstracción inicial, como de costumbre en esta edición del Festival inmersa en tonos oscuros, en luz y lo hace a la manera pausada, y arriesgando con su baile. Un baile que por cierto propone una estética varonil y tradicional que echábamos en falta.

Desde este clasicismo dancístico, Ángel se adentra en una particular escala cromática del flamenco. Los sonidos negros del martinete y la seguiriya con los que arrancan la obra se van tornando en brillo con la ronda de fandangos de Miguel Ortega (superior una vez más dejando la impronta camaronera) y José Ángel Carmona (valiente acordándose de El Gloria), y que conducen al artista a moverse por un palo poco habitual para el baile, al menos en los repertorios actuales de las compañías.

Puede que en algún momento, la linealidad del montaje nos haga caer en el aburrimiento, en la monotonía, sobre todo porque el ritmo decrece y el elenco es corto. Hay poca variedad. De cualquier forma, no es un handicap pues el contenido y la propuesta que exhibe 'Ángel, del blanco al negro' posee una gran consistencia y por qué no, también originalidad.

Al hablar de este aspecto irremediablemente tenemos que detenernos en la figura de Diego Villegas, colosal en cada intervención. Su saxo pone el canto al baile por tarantos de Ángel, y encandila al público, al menos eso se desprende de la ovación que se llevó, en las alegrías del penúltimo pasaje. Su armónica cobra vida y llega, como si de un buen quejío se tratase, y eso en un espectáculo tan simple es un gran tanto a su favor, evita que caiga en el desasosiego.

Entre un panorama evolutivo, ese que va del negro al blanco, resurge la elegante silueta de Ángel Muñoz. Verle desfilar a la vieja usanza en el baile por farruca es también otro detalle significativo. ¿Y por qué? Pues porque nos encontramos en una época en la que el bailaor clásico con chaleco negro y camisa blanca es algo en peligro de extinción, apenas se ve. De ahí que esta elección sea loable.

Tanto en la farruca (por cierto, enorme la guitarra de Patino) como las alegrías, que también mantienen el tradicionalismo, Ángel se despacha a gusto mediante un baile sobrio, reposado y atractivo, se busca y levanta los brazos al cielo con elegancia cuando ejecuta la escobilla y las bulerías de Cádiz. Eso el público lo nota y lo reconoce. Ya está bien de tanta velocidad y vértigo...

El último trance, el definitivo, nos envuelve, como ya ocurre al principio, en sonidos electrónicos y relámpagos de luz. La transformación está conseguida. Queda Ángel Muñoz para rato.

Baile

Ángel del blanco al negro

Dirección artística, coreografía: Ángel Muñoz. Dirección y fotografía: Daniel Muñoz. Baile: Ángel Muñoz. Cante: Miguel Ortega y José Ángel Carmona. Guitarra: Javier Patino. Flauta y saxo: Diego Villegas. Percusión: Nacho López. Música electrónica: Artomático. Iluminación: Olga García. Sonido: Chipi Caeda. Fecha: 07 de marzo 2014. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Lleno.

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