La crítica

La furia creadora de Lagos

  • El jerezano expresa con su cante las inquietudes de un gran aficionado que lo lleva a ser uno de los mejores de la tierra.

No muere lo que no se olvida. David Lagos es ese cantaor que edifica su carrera  profesional desde unas bases bien sólidas, desde una premisa bien clara, desde el respeto y la continua mirada hacia el pasado. Un pasado que un día fue presente, un presente que un día será pasado. Se establece así un círculo temporal en el que todo depende de todo y, es por ello, que el cante necesita beber en sus fuentes creadoras para que ese círculo no deje de rodar. O como diría el propio David: “lo que hoy es clásico, un día fueron creaciones personales”. En ‘Clásico Personal’ se aprecia a un cantaor que se reconvierte constantemente con la intención de mostrar todas sus posibilidades artísticas. En su garganta duermen los ecos de un ayer que quieren despertar. Y es necesario. David Lagos expresa con su cante las inquietudes de un gran aficionado que lo lleva a ser uno de los mejores de la tierra. 

Profesionalidad, control en el escenario, afinación perfecta, mejor en modulación de voz… y en transmisión, directo. Rompiendo con todo lo prestablecido en cuanto a prejuicios sobre intérpretes locales, pasea su metal por aires de levante, peteneras y soleá de Triana. En este espectáculo convive la magnificencia de un equipo perfectamente armonioso, con la modestia de una puesta en escena elegante y acertada en iluminación. 

Si por algo se caracteriza David Lagos es por renovar repertorio, y no sólo en letra, sino en música. Y me explico. Su estreno de Sala Compañía, que da comienzo al ciclo ‘De la raíz’ de este Festival de Jerez, se inicia con el toque de violín de un extraordinario Salvador Molina por malagueñas. Entra en escena el pandero de Domingo Romero para que los verdiales sean lo más precisos posible. El flamenco y el folklore siempre han ido de la mano en la Baja Andalucía, sobre todo en los inicios de la historia que conocemos, y Lagos lo reivindica. Suenan abandolaos, fandangos de Comares y verdiales de los ‘Montes de Málaga’ al son del pandero. Luego, se introduce en el trágico ‘Romance de la Monja’ donde vierte toda su poderosa garganta en estremecer al numeroso público. 

Para ilustrar los cantes del jerezano, Belén Maya se sitúa en el escenario en apariciones no demasiado largas pero contundentes en resultado. Regala su sutileza femenina y el control en la bata de cola. Con encanto, aporta frescura y color. La percusión de Perico Navarro también suma al espectáculo matices sonoros de relevancia. En esa idea de hacer convivir lo clásico con lo personal,  David Lagos se acompaña de las guitarras de Manolo Franco y de Emilio Caracafé. El primero de ellos posee el magisterio de un toque que ha creado escuela en el acompañamiento, y el segundo, la personalidad creadora, la locura de un bohemio que aporta sensibilidad a raudales. David también realiza un viaje por aires folklóricos aragoneses y castellanos, también por alegrías y bulerías de Cádiz. Por cierto, las únicas bulerías que suenan en toda la noche. No se olvida de la tierra que le ha dado tantas satisfacciones, el levante murciano. 

Para rematar, se saca de los reaños una liviana sublime, unos fandangos variopintos y unas marianas de musicalidad admirable.  David es un fiera que posee la personalidad precisa para seguir creando y aportar sensibilidad 

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