Marta Gálvez, el recuerdo de una abuela y la transformación de una flor
‘Dama de noche’ es la primera obra en solitario de la bailaora y coreógrafa Marta Gálvez, presentada a nivel andaluz en el Festival de Jerez
Programación del Festival de Jerez 2025
Si la oscuridad y el silencio suelen habitar cada vez con más notoriedad los espectáculos, en este Dama de noche no podía ser de otra manera, el propio título sirve de lanzadera para imaginar una posible estética. La presencia del silencio, los espacios para la contemplación y la espera han dominado buena parte del espectáculo de la bailaora Marta Gálvez, cuyo estreno en Andalucía ha tenido lugar en el Festival de Jerez, una obra con muchos destellos de belleza que encierran en su concepto la transformación de una flor.
La bailaora llega al Festival tras haber bailado en otras ocasiones con María Pagés y David Coria, de los que por suerte ha guardado un regusto importante en la creación escénica. Como ocurre con muchos de los artistas que estamos viendo en esta edición, los que cogen el relevo, ahora ha llegado su momento de lanzarse a la creación con autonomía y desligada de conceptos externos.
Una de las anotaciones más interesantes que guarda la intrahistoria de esta propuesta es que todo empieza por el recuerdo de una abuela, la de Marta Gálvez. Cuántas personas en Andalucía pensamos en abuelas y pensamos en flores, en noches de verano y damas de noche. Este recuerdo es el que lleva a la bailaora a plantear el espectáculo siguiendo el proceso cíclico de una flor.
Es esta una propuesta íntima, construida junto a dos artistas que le dan el soporte necesario para que la obra tenga mayor envergadura, como son David Lagos al cante -todo lo que toca es oro- e Isidora O´Ryan con el chelo y también con la voz -una mucho más dulce y etérea que la de Lagos-. Dama de noche también cuenta con una colaboración coreográfica de La Venidera y con la guitarra de José Almarcha.
Marta Gálvez propone una obra que se vuelve más interesante cuánto más expresiva se torna. Es inevitable pasar por estos silencios y esta oscuridad siguiendo la propia narrativa planteada, aunque me pregunto si los momentos de quietud en el escenario podrían haberse contrarrestado más con otros de mayor movimiento y expansión, que por otra parte también son los estados propios de esta transformación floral. Siempre es mejor echar de menos que de más, plantar semillas para que el público quiera seguir la senda de la artista. En este caso, me quedo con ganas de más baile, de más Marta Gálvez volando como esa flor, que alcanza su máximo esplendor al final, cuando la dama de noche se funde con la naturaleza en una coreografía de gran belleza. Seguiremos, como el polen transportado por el viento, la gracia dancística y estética de Marta Gálvez.
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