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Hablando en Plata

Los palos del baile flamencoEl Polo y la Caña

Aunque hubo quien dijo que el polo y la caña eran cantes momificados, verdaderos fósiles, porque no habían evolucionado, durante mucho tiempo, la verdad es que convertidos en baile resultan bailes de verdadera categoría, aunque la verdad sea dicha, tampoco se prodigan mucho, tal vez porque sean demasiado largos y reiterativos para las actuales figuras de la danza flamenca.

El polo es más bien un zapateado, más alegre que la caña, y de hecho así lo bailaba Antonio, aunque en versión musical, es decir con orquesta, en vez de con guitarra. Y como tal lo dejó grabado en discos.

La caña de Antonio también fue bastante prodigiosa y muy personal. Según creo recordar la hacía luciendo una capa española, sobre su traje corto. No hay que olvidar que Antonio fue, en su época, uno de los artistas que mejor sabían vestir sus bailes, cuidando este aspecto de los mismos, tanto como su propia coreografía, sus decorados y el ambiente, en general que gustaba de dar a la escenografía de todos sus espectáculos.

La referencia más antigua que se tiene del polo es la que da Cadalso en sus famosas 'Cartas Marruecas', escritas en 1780, al referirse a una juerga celebrada en una viña o cortijo del campo de Jerez., donde cita a un tal Tío Gregorio, como cantaor.

En cuanto a la caña es un baile más reposado, con aire casi litúrgico. Se habló también por algunos tratadistas de un cante llamado la policaña, que si alguna vez existió debió ser tal engendro que no le vino mal desaparecer, para siempre. Igual que otro, llamado el medio polo. Tanto el polo como la caña fueron bailes que debieron aparecer en los cafés cantantes, sobre finales del siglo XIX. Ya, en el siglo XX tuvieron su momento de auge, gracias a las grandes figuras de nuestra danza que los incluyeron en algunos de sus espectáculos.

Hoy día, por desgracia, se hace poco la caña, y menos el polo. Este ni con guitarra ni a orquesta. Son dos bailes muy flamencos que debían de reaparecer, no solo en las academias de baile, sino también en los teatros. ¿O es que ya nuestros artistas del baile no se atreven con tales monumentos coreográficos de la danza flamenca? Esperemos que algún día, no muy lejano, estos dos exquisitos bailes, y otros poco vistos en los tiempos actuales, vuelvan a aparecer, con todo su esplendor, sobre los escenarios teatrales.

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