Hablando en Plata

Los palos del baile flamencoLa Guajira

De todos los cantes de ida y vuelta que se bailan, creo sinceramente que la guajira es la más espectacular y así lo supieron ver los grandes maestros del baile del pasado siglo XX que compusieron para este palo magníficas coreografías corales. Hay evidencias de que ya se bailaba en el siglo XIX, pues parece ser que en 1860 se interpretó en un teatro de Jerez; aunque naturalmente de forma menos completa y más elemental que como se haría un siglo después.

Desde luego, tanto la guajira, como los demás bailes flamencos, o aflamencados, mejor dicho, de igual procedencia cantaora, son de creación muy reciente, no más allá de mediados de los años cincuenta y, de todos a los que le vimos ofrecer este palo, en su faceta bailable, estamos por decir que quien mejor supo hacerlo, aparte del maestro Antonio, máxima referencia de todo el repertorio dancístico flamenco - pues lo hizo todo y todo lo hizo inmejorablemente bien -, fue su discípulo el jerezano Fernando Belmonte, fidelísimo seguidor de su inolvidable maestro, al que tantas veces obligatoriamente habremos de referirnos.

La guajira de Belmonte, como la de Antonio, era Cuba pura en flamenco. Quiero decir que, tanto en presentación, como en su movida y graciosa coreografía; en sabor y color escénico; en vestuario y en todos los demás elementos, como abanicos, etc..., aptos para dicho baile, era una bellísima estampa la que el ballet "Albarizuela", de Fernando Belmonte, nos ofrecía para la recreación de todos los sentidos y, especialmente, para el de la vista, debido a su colorido multicolor.

En la guajira, los brazos se mueven como en las soleares y en el baile bolero de los panaderos y, desde luego, para su perfecta ejecución resultan imprescindibles el abanico y el mantón.

La guajira, como los demás bailes de procedencia antillana, tiene un marcado encanto evocador que nos recuerda a la vieja España de las antiguas colonias de ultramar y sabe a mar y a flores; y sobre todo, a cantes guajiros cubanos del que originariamente proceden; con aires aflamencados por los artistas que allá fueron y se trajeron tan graciosos sones, convertidos en auténtica fiesta para los sentidos.

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