El futuro de Charlene de Mónaco en el aire

La princesa, que acaba de celebrar su quinto aniversario de boda con Alberto II, sigue ostentado el título de la 'novia más triste de la realeza'

Los príncipes monegascos, Alberto II y Charlene, se besan el día de su boda religiosa, que tuvo lugar el 2 de julio del 2011.
Los príncipes monegascos, Alberto II y Charlene, se besan el día de su boda religiosa, que tuvo lugar el 2 de julio del 2011.
Gema Amil

03 de julio 2016 - 01:00

El pasado viernes se cumplieron cinco años del enlace civil de Alberto de Mónaco y la por entonces Charlene Wittstock. Al día siguiente, el 2 de julio del 2011, la pareja se uniría de manera religiosa en una ceremonia en la que Mónaco lució esplendoroso y en la que todo brilló excepto la novia, y no porque su precioso vestido de Armani no le sentara como un guante. El llanto desconsolado y el decaimiento que inundó el rostro de la sudafricana durante toda la jornada invadió los mentideros, y no sólo los monegascos ¿Por qué estaba tan triste la princesa? Ella achacó sus lágrimas a la ilusión y los nervios, pero su actitud en los cinco años que han pasado no han hecho más que confirmar la realidad: Charlene quería volar y no precisamente al lado del que ya era su marido. Comentaron que la princesa, digna sucesora de Gracia de Mónaco, quiso salir huyendo de Palacio horas antes del 'sí quiero'. Alberto II salió al paso de los comentarios con un comunicado en el que manifestó su "indignación" frente a los rumores y afirmó que estaba muy enamorado de su pareja. Pero la verdad es que hoy, un lustro después, más que princesa soberana del pequeño principado es reina en eso de escabullirse, dura labor teniendo en cuenta que es una de las personas más famosas del mundo.

Charlene es libre desde el pasado día 1 de julio. Al fin ha cumplido el acuerdo que firmó días antes de su boda en el que se comprometía a estar casada con el soberano monegasco durante cinco años y darle un heredero. Todas las consortes firman un acuerdo parecido, en el que entre otras cláusulas se estipula perder la custodia de los hijos en caso de divorcio, pero en el caso de la sudafricana la cosa iba a más. En Charlene recaía el peso de la continuidad de la dinastía monegasca y la presión, en muchas ocasiones, ha podido con ella.

Los hijos del matrimonio, los mellizos Jacques -en el que recaerá el trono- y Gabriella, llegaron al mundo el 10 de diciembre del 2014. Desde entonces sólo se ha visto sonreír (de verdad) a la princesa en compañía de sus retoños. Ni siquiera estuvo en primera línea en eventos tan célebres dentro de la familia Grimaldi como las bodas de Pierre Casiraghi. Charlene está ajena a la mayoría de las cosas que competen a su familia política y sigue mostrándose fría y distante en público. Ahora, el futuro de la pareja está en el aire. Ya nada les une excepto el amor que en la intimidad puedan profesarse y, sobre todo, sus hijos. Además de todas las vivencias que han compartido desde que se conocieran, allá por el 2000, y especialmente durante los cinco años que han compartido palacio -¿y cama?- como marido y mujer.

stats