"África engancha el corazón"
Una charla con un seguidor del padre Damián, el misionero que le marcó la vida · "Mi vocación se debe a las misiones"
Ayer estuvo presente en Roma para asistir a la canonización del padre Damián. Este leonés de 67 años, antes que nada misionero, su gran vocación. Miembro de la Congregación de los Sagrados Corazones, hizo el seminario en Miranda del Ebro y, más tarde, estudió Filosofía y Teología en casas de la orden. Ha sido docente en el colegio Valcárcel de Cádiz y párroco en San Fernando, Málaga, Sevilla y nueve años en Jerez. Desde hace tres años es el párroco de San Andrés, en Los Albarizones. Trabajó duro en el Congo y Mozambique, controla una de las parroquias más extensas de la ciudad y lleva ya diez años coordinando la actividad misionera de todas las provincias andaluzas, 'embarcando' a otros hacia el extranjero. Hoy, el padre Adolfo Sastre y su enorme personalidad volverán a la rutina. "Estoy fuerte -confiesa-, estoy bien, y trabajo no me falta. Además, no entendería la vida sin el trabajo".
-¿Qué le atraía de las misiones?
-Es que mi vocación se debe a las misiones. Siempre quería ser sacerdote misionero y un ejemplo que me marcó mi vida fue el padre Damián, como a muchos sacerdotes de mi tiempo. La película Molokai, tierra maldita, la vida del padre Damián entregado a los leprosos, causó un gran impacto en España. Lo que pasa es que la misión la tienes en todas partes; está allí y está aquí y no es que sea más meritoria la extranjera, pero es algo que siempre me ha tenido agarrado el corazón.
-¿Qué aprendió de aquello?
-Yendo a estos países, uno cae en la cuenta de que somos unos privilegiados económicamente. Te das cuenta de la injusticia de este mundo cuando hay medios y alimentos suficientes para la humanidad entera y sobran porque hay una malísima distribución. Te das cuenta que estos pueblos tienen unos valores de hospitalidad, generosidad, de compartir, de alegría, de familia, de respeto a la vida maravillosos que ya quisiéramos nosotros tener, en una sociedad más triste e individualista como la nuestra. Y en el aspecto religioso, te da la alegría la buena acogida del mensaje de Jesús, y que los misioneros, unos cien mil en todo el mundo, estén escribiendo una página gloriosa en la historia de la Iglesia en lo que es el compromiso con los más pobres.
-¿Qué experiencia recuerda?
- Frente a la India, África impresiona. África engancha el corazón. Pasé por el Congo y Mozambique. El Congo es más conflictivo. Pero Mozambique tiene grandísimos problemas de pobreza y de sida. Piense que una niña, posiblemente con hijos, ha de andar tres horas al día para recoger agua, que a veces no es potable. Una niña de Mozambique puede que a los doce o trece años quede embarazada de un padre que no sabe quién es, que contraiga el sida y que el niño nazca con el virus. Nuestra congregación, además de la educación, ayuda y formación, ha levantado un internado que evita a la mujer este trance. La educación les hace más libres, más personas.
-Hay pocas vocaciones hoy, pero peor deberán ser las misioneras.
- Sin ser un experto, creo que responde a la habitabilidad que tiene una iglesia. Si ahora hay menos jóvenes, las familias no tienen más que un niño... disminuyen las vocaciones. Pero nuestras iglesias tienen vitalidad suficiente, los caminos de Dios van por otro lado, porque hay mucha gente hoy comprometida en la catequesis, en Cáritas, en muchos movimientos. En cuestión de misiones, hay menos vocaciones misioneras por aquí, pero la misión de África quien ya la lleva prácticamente son los africanos; la de la India, los indios. Se va haciendo una iglesia africana, una iglesia india hasta que no tengamos necesidad de mandar misiones hasta allá. A lo mejor, y ya está ocurriendo, nos envían desde allí a algunas personas que prestan un servicio a esas comunidades.
-¿Cómo se desenvuelve en estos tiempos de tanta necesidad?
-Por lo que se refiere a mi feligresía, la población ha disminuido muchísimo; no hay problemas. Además, no sé si hay personas que no se atreven a venir para pedir en la parroquia, o que les cuesta, para que no haya crítica, comentarios... como ocurre en algunos barrios pequeñitos como éste. Pero cuando nos plantean estas necesidades, tratamos de solucionar el fondo de ese problema. Hay que llegar siempre a la raíz del problema.
-¿Por qué ahora acuden a la iglesia algunos que nunca la han pisado?
-La iglesia es el lugar donde todo el mundo se siente acogido, el pobre, el listo, el rico... Saben felizmente que serán atendidos y por eso vienen. Recuerdo que Antonio Dorado, antiguo obispo de Cádiz, decía que se alegraba de que en las puertas de la iglesia hubiera gente pidiendo porque sabían que no los iban a echar y que los más pobres serían respetados y atendidos.
-¿Son famosas sus homilías ?
-Habría que preguntárselos a la feligresía. Son gente muy amable, muy cordial y dicen que les llega al alma. Éso no lo sé yo. Yo lo intuyo. Para mí, lo más importante de la homilía es que sea la forma más sencilla posible de explicar el Evangelio, de manera que lo puedan entender los niños y también los mayores. A veces, hablo para los niños para que me entiendan los mayores.
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