El Ayuntamiento se retira a última hora del juicio por la 'Casa del Rocío'

Tribunales

Pacheco declarará el último, una vez que el resto de acusados lo haga. Luis Cruz asegura que las "facturas (falsas) eran tan burdas que no podían pasar los controles municipales".

El Ayuntamiento se retira a última hora del juicio por la 'Casa del Rocío'
El Ayuntamiento se retira a última hora del juicio por la 'Casa del Rocío'
Manuel Moure

11 de abril 2016 - 17:22

La primera sesión del juicio por el ‘caso Casa del Rocío’ dejó como principal evidencia que cada cual está nadando hacia la orilla de la salvación por su cuenta. Nadie está dispuesto a echarle un cable a nadie, mucho menos un flotador o un salvavidas. Es una especie de “sálvese quien pueda” pero con los náufragos en mitad del mar, pues la cubierta del barco dejó de estar a la vista hace mucho. Como se recordará, este proceso -que desde ayer juzga la magistrada Lourdes Marín y presidenta de la Sección Octava- analiza la forma en la que se intentó financiar una remodelación de la casa que la Hermandad del Rocío de Jerez tiene en la aldea almonteña de igual nombre. Una serie de obras menores en barrios de Jerez iban a ser pagadas sin haber sido realizadas. De ahí el fraude.

El juicio comenzó ayer con la salida del tribunal del letrado Ildefonso Cáceres, que representaba los intereses municipales en el asunto. El tribunal acababa de recibir la negativa municipal a personarse en el caso por dos razones principalmente: de un lado que entre los acusados hay numerosos trabajadores municipales y, el más importante, que no se había producido menoscabo económico alguno ya que las facturas que se pretendían cobrar por obras no realizadas jamás fueron pagadas.

Cáceres ponía fin de esta forma a cuatro meses de un intenso trabajo que, desgraciadamente, no sirvió de nada. El Ayuntamiento de Jerez debería hacérselo mirar, tanto por economía como por imagen.

Todo el mundo, especialmente los periodistas, esperaban que Pedro Pacheco testificara ayer ante el tribunal pero la Fiscalía cambió el orden, quizás en una decisión táctica que provocó que el tribunal se retirara a deliberar durante un cuarto de hora. No se pusieron objeciones y Pedro Pacheco saldrá al estrado cuando el resto de acusados ya haya respondido a las preguntas del ministerio fiscal y las defensas. Pacheco, por cierto, se sentó ayer apartado del resto de acusados, algo que no es precisamente fácil en un juicio con once acusados, uno de ellos en rebeldía, y otro al que aún se está buscando tras literalmente quitarse de enmedio cuando estalló el asunto.

El juicio tuvo ayer a tres actores principales: de un lado el ex hermano mayor de la Real Hermandad del Rocío, Francisco Gómez, y de otro al arquitecto municipal Muñoz Alcántara y al ex gerente de Urbanismo Luis Cruz. Cada cual vino a defender la legalidad de sus actuaciones pero hubo asuntos clave que no quedaron ni mucho menos claros. Es, por ejemplo, conocer quién fue la persona que le dijo al constructor José Grimaldi que se fuera al Rocío y empezara a ejecutar las obras. Todos ellos negaron que dieran tales órdenes. En el caso del ex hermano mayor del Rocío es lógico, porque no tuvo ni tiene ni tendrá potestad para hacer algo así. Luis Cruz y Muñoz Alcántara dijeron exactamente lo mismo, que no sabían quién había dado las órdenes, lo que lógicamente desvía las miradas al ex alcalde Pedro Pacheco. Pero que lo hiciera él personalmente parece harto improbable.

Hubo frases para recordar. Una de ellas la pronunció Francisco Gómez: “¿Quién no agradece un caramelo cuando se lo ofrecen?”, en clara referencia a que era ilógico decir no a una oferta de remodelación de la casa de hermandad de forma gratuita.

No menor fue la aseveración de que las facturas falsas eran tan “burdas” que era “imposible” que pasaran los controles municipales, aseguró Luis Cruz.

Otra para recordar fue la frase “mañana nos vamos de excursión” (oída por Paco Gómez). Esa era la forma en la que se denominaban los viajes a la aldea almonteña para ver qué era realmente lo que necesitaba el edificio: si un derribo y 300.000 euros de obras o, por el contrario, un ‘lavadito’ de cara que costaría unos 70.000.

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