José Antonio Fernández Cabrero

“Jerez sigue conservando el carácter íntimo y pasional de su Semana Santa”

  • El cántabro, que supo encajar perfectamente en la idiosincrasia sevillana, cumplirá su tercer año al frente de la Hermandad de la Esperanza Macarena, que alcanza ya los 15.000 hermanos

José Antonio Fernández Cabrero, hermano mayor de la Hermandad de la Esperanza Macarena

José Antonio Fernández Cabrero, hermano mayor de la Hermandad de la Esperanza Macarena / Juan Carlos Muñoz

—¿Qué análisis puede realizar de sus años como hermano mayor de la Hermandad de la Esperanza Macarena? Siendo conscientes de la gran devoción que generan sus titulares -más allá de nuestra región incluso- y la gran cantidad de activos, tanto humanos como económicos, que hay que gestionar.

—Cualquier análisis pasa por la humildad y el agradecimiento a mis predecesores y a todos los macarenos que a lo largo de nuestra historia han entregado sus vidas para construir una Hermandad tan grande como esta. Desde esa perspectiva, propusimos a los hermanos un programa de gobierno con compromisos concretos que, a día de hoy, hemos cumplido en más de un noventa por ciento. Es algo que me satisface ya que considero que los compromisos que se adquieren con nuestros hermanos deben ser cumplidos. Esta acción la hemos realizado desde una posición de servicio al hermano y de cercanía, convencidos de que la Hermandad es una cuestión que afecta a todos los hermanos y que estos deben participar en su progreso. Pero como bien dice, hay que hacer compatible esta cercanía con los requerimientos de una Hermandad de proyección universal, con hermanos y devotos repartidos por los cinco continentes, con una devoción mariana que convierte la Basílica en lugar de peregrinación mundial y con un peso social en Sevilla y Andalucía. Esto requiere gobernar una Hermandad que desborda los límites del barrio, de la ciudad y casi del país, y debes hacerlo con talante fraternal y espíritu de servicio constante.

—Una de sus principales características es la cercanía con sus hermanos. Pasa mucho tiempo en su hermandad... ¿Hasta qué punto lo considera necesario? Teniendo en cuenta que la cifra de hermanos asciende a 15.000 personas.

—Al hermano hay que dedicarle todo el tiempo del mundo porque es el principal patrimonio de nuestra Hermandad junto a las Imágenes Titulares. Sin el hermano nuestra Hermandad es impensable. De hecho, fue el eje sobre el que presentamos nuestro proyecto para estos cuatro años. Es cierto que paso mucho tiempo en la Hermandad, pero aún debería dedicarle más a mis hermanos, a los que siempre pido perdón si no puedo atenderles como merecen o pararme a charlar con ellos. Les pido comprensión ya que los compromisos ineludibles del Hermano Mayor de la Macarena me restan espacios de convivencia fraterna con mis hermanos. Es algo que me angustia, créame, ya que desearía detenerme más con ellos, saber qué precisan de su Hermandad; por eso les animo a que vengan a mi despacho y me busquen si necesitan cualquier cosa. Y en estos casi tres años como Hermano Mayor le confieso una cosa: el mejor pago que tiene este que le habla es cuando un hermano te sonríe amablemente o te da alguna palabra de ánimo, o también te hace alguna crítica respetuosa, ahí es cuando sientes que la Hermandad que tienes en la cabeza se está construyendo entre todos. 

—Su hermandad se ha convertido en un espejo donde pueden mirarse el resto de hermandades, entre otros motivos, por la enorme obra de caridad que pone en marcha cada año. ¿De qué forma ha influido la pandemia en este trabajo?

—A nuestra Hermandad sin la caridad le faltaría su corazón. La caridad, que no es más que la expresión del amor a tu hermano, es indispensable para que haya Hermandad. Yo dije que la Asistencia Social debería convertirse en la sexta mariquilla de la Virgen de la Esperanza, y para eso estamos trabajando. La pandemia y la terrible crisis socioeconómica que se avecina nos han obligado a redoblar nuestros esfuerzos en la atención a los hermanos y familias del barrio más necesitadas. El número de personas que vienen a nuestra Asistencia Social se está incrementando a un ritmo que asusta, basta con pasarse una mañana por el local para ver la realidad de lo que está pasando, y eso requiere que la Hermandad esté presta a atender estas necesidades. Ya no solo hay familias que necesitan de la Despensa Macarena para llevar una alimentación digna sino que afloran nuevas necesidades de personas que de la noche a la mañana se han visto en una situación de precariedad extrema. Siendo todo esto preocupante, lo peor está por venir así que estamos trabajando ya con previsiones de futuro para adelantarnos a la situación que se presentará más pronto que tarde. En este sentido, este Hermano Mayor tiene puesta todas sus capacidades en conseguir más fondos y recursos para seguir ayudando a más gente y de una mejor manera.

—¿Cree que las hermandades cuidan las acciones sociales?

—Creo que sí, y son ejemplos que la sociedad debe conocer. Lo hemos comprobado en la pandemia: cuando casi todas las estructuras asistenciales han colapsado, la Iglesia católica y las hermandades hemos asistido a cientos de miles de personas necesitadas. Las hermandades llegan allí donde están los últimos de la sociedad, los que ya no esperan nada. Hemos dado un ejemplo de amor y compromiso, y ahora toca que contemos a la sociedad qué hacemos, cuál es nuestra utilidad y que somos el sostén de muchas familias y barrios enteros de nuestras ciudades; y que todo esto lo hacemos por amor a quien sufre, al desvalido y al necesitado. Dicho esto, considero que a las hermandades nos falta cierta metodología porque para ayudar no basta con querer ayudar, hay que saber ayudar, y ahí debemos seguir avanzando. 

—Podemos comprobar la vida sacramental tan activa que mantiene su hermandad en la actualidad ¿Cómo cree que las hermandades podrían insertarse cada vez más en la vida de la iglesia?

—Están bastante insertas en la vida de la Iglesia y dando testimonio de la fe cristiana en medio de esta sociedad líquida. No obstante, siempre debemos exigirnos más, y para eso el único camino es mejorar nuestra formación cristiana en todos los tramos de edad de las hermandades, ofreciendo a los hermanos herramientas intelectuales y espirituales para dar razón de su fe e impulsarles al encuentro íntimo con Dios en los sacramentos. De nada sirve que un hermano comulgue o se confiese si no entiende que allí, en el sacramento que está celebrando, se va a encontrar íntimamente con el Señor. Cuando comprendes esto, la vida sacramental se despliega ante ti con una riqueza y profundidad que antes ignorabas. Pero insisto, todo debe partir de una sólida formación cristiana.

—La juventud siempre ha sido parte fundamental de la Semana Santa jerezana ¿Qué papel deberían tener los jóvenes en las hermandades?

—Un papel activo y proactivo. El joven, por definición, es rebelde, audaz y con una actitud crítica frente a los convencionalismos. Necesitamos este tipo de joven en nuestras Hermandades pero con una sólida base de formación cristiana y humanista y una profunda vida sacramental y espiritual, que sea capaz de dar razón de su fe en sus entornos y que tenga una sed insaciable de mejorar las cosas en todos los órdenes de la vida, incluidas las hermandades. Ese joven debe exigir a los dirigentes de sus hermandades una formación de calidad, un culto solemne en espíritu y verdad y un compromiso asistencial enorme. El joven que me gusta debe ser “incómodo” en su hermandad, es decir, alguien que cuestione desde la lealtad a la institución y al que solo mueva el deseo de más y más alto. Como dice el Evangelio en varias ocasiones -y que fue el lema con que San Juan Pablo II se dirigió a la juventud-, en mi Hermandad les digo siempre a los jóvenes: “No tengáis miedo”.

—Jerez y Sevilla siempre han tenido un nexo especial en muchos sentidos. También en su Semana Santa. ¿Qué coincidencias y diferencias encuentra entre una y otra?

—Creo que ambas comparten una manera similar de expresar la religiosidad popular del sur y una estética parecida. Existe esa cercanía, casi familiar, con Dios y la Virgen, que tiene su máxima expresión cuando las cofradías salen a la calle. Las dos ciudades vivimos con intensidad nuestras Semanas Santas, quizás Jerez sea en ese aspecto un poco más pasional que Sevilla. Y la diferencia fundamental es el tamaño: la Semana Santa de Sevilla ha crecido de una manera desorbitada y ha desbordado ya las fronteras de la ciudad y se ha convertido, además de una manifestación pública de fe, en una fiesta que atrae a visitantes de todo el mundo. En este sentido, creo que Jerez sigue conservando más ese carácter íntimo de la celebración.

—Este año 2020 ha estado marcado por la llegada del Covid-19 a nuestras vidas. ¿Cómo piensa que afectará esta pandemia a las hermandades en el futuro más próximo?

—Toda crisis puede ser una oportunidad, y esta debería hacernos reflexionar sobre nuestras prioridades y el papel que debemos jugar en la Iglesia y la sociedad de este siglo XXI. El COVID-19 nos ha demostrado que somos muy vulnerables y que las certezas de esta sociedad hipertecnologizada se derrumban ante situaciones sobrevenidas. También estamos viendo que los más débiles son los que más sufren las consecuencias de la pandemia. Por tanto, las hermandades estamos obligadas a ofrecer a esta sociedad un testimonio firme de nuestra fe, expresado a través de la ayuda a los más necesitados y de una espiritualidad madura y asentada, que sabe discernir el signo de los tiempos y actuar en consecuencia, siempre con la certeza de estar sostenidos por Dios y con la esperanza que supone el Señor Resucitado. A las hermandades la pandemia nos ha ofrecido una oportunidad, ahora depende de nosotros mismos que sepamos aprovecharla para seguir siendo fieles al Evangelio en estos tiempos y abriendo horizontes de esperanza a los hombres y mujeres de nuestra sociedad.

—Por último, ¿Se ha planteado en el seno de hermandad alguna opción alternativa a las procesiones de cara a la próxima Semana Santa 2021?

—Creo que no es necesario por dos cuestiones. En primer lugar, es absurdo hacer planteamientos sobre situaciones que no dependerán de nosotros sino de la evolución de la pandemia y de las normas que establezcan las autoridades competentes. En segundo lugar, en nuestras Reglas ya está recogido qué debemos hacer en caso de suspender la Estación de Penitencia, un acto piadoso, que fue lo que celebramos esta pasada madrugada del Viernes Santo. Pero lo reitero que mi preocupación y ocupación en estos momentos es preparar a la Hermandad para atender más y mejor a quienes venga pidiendo ayuda y garantizar que cumplimos nuestros fines esenciales: culto, formación y caridad.

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