Jerez

Carmen Durán: "La culpa nace a caballo entre el amor y la agresión"

  • La psicóloga presenta en el Centro de Psicología y Terapia Gestalt de Jerez su nuevo libro, 'El sentimiento de culpa", una invitación a asumirla con positividad y no como un lastre.

Curiosamente una serie de lecturas sobre cómo alcanzar la felicidad le llevaron a Carmen Durán (Cádiz, 1949), licenciada en Psicología, a recapacitar sobre la culpa, "un tema recurrente en todos los tiempos", tal como ella misma afirmó ayer en la presentación de su nuevo libro, 'El sentimiento de culpa', el resultado de todas aquellas reflexiones en las que también influyeron su experiencia en las terapias de pareja, en las que la culpa siempre está muy presente. Un libro con el que la autora también pretende que el lector profundice a su vez en este sentimiento y en definitiva, le lleve a adoptar una actitud más solidaria y compasiva con él mismo y los demás. Porque si algo dejó ayer claro Durán es que la culpa debe asumirse no como el lastre en el que a veces se convierte, el que nos impide ser felices sino como una herramienta positiva para la vida. "Está detrás de muchas de nuestras acciones y nos condiciona muchas conductas, tenemos que tomar conciencia de ello y sacar lo positivo que tiene, en el sentido de que la culpa es lo que nos saca del egocentrismo, ya que nos sentimos culpables por haber hecho daño al otro, a diferencia de la culpa que nos tortura porque no somos perfectos, o porque no hacemos las cosas al cien por cien cómo nos gustaría".

Durán presentó su libro en la Escuela SAL Gestalt de Jerez, un centro de Psicología y Terapia avalada por la Asociación Española de Terapia Gestalt. Introdujeron el acto las responsables del centro, Ana León y Belén Hernández, quienes explicaron que Carmen Durán "ha sido un referente para muchos de nosotros en nuestra formación". La autora comenzó hablando de la felicidad, que en Occidente, al contrario que en la cultura oriental, se basa, según afirmó, en la búsqueda del placer. "El problema es que queremos ser felices siempre y eso no es posible, la vida es cambio. Hay además reflexiones filosóficas que nos viene a decir que si somos buenos vamos a ser felices y al contrario, aunque es obvio que no es así".

La preocupación por el otro es, para Durán, lo que engarza con la culpa y situó este sentimiento a caballo entre dos componentes básicos: el amor y la agresión. "Sin el amor no nos desarrollaríamos como los seres humanos que somos, pero también necesitamos un grado de agresividad para romper vínculos, para avanzar en otras direcciones. Tendemos a pensar que lo amoroso es bueno y lo agresivo es malo, pero si sólo hubiese amor no tendría sentido la culpa y si fuésemos seres puramente malos tampoco tendría sentido, porque no nos va a preocupar el otro".

¿Qué función tiene la culpa? Desde el punto de vista de la autora, "una función de alarma, para avisarnos de que estamos haciendo algo que daña al otro y a la vez eso nos hace sentirnos mal porque puede suponer la pérdida del otro, el abandono". No obstante, Durán admitió que en ocasiones este sentimiento de culpa se exagera y entonces "no nos deja vivir, nos amarga la vida y esto no tiene sentido. Si asumimos que esa culpa nos viene por naturaleza, podremos ser capaces de perdonarnos cuando hacemos daño al otro. ¿Cuándo no nos perdonamos? Cuando creemos que todo está en nuestras manos, que somos pequeños dioses y la culpa nos lleva entonces a sentir mucha vergüenza, a castigarnos".

Y es que Durán defendió que el sentimiento de culpa nace de forma natural, desde pequeños, no se aprende, eso sí, "siempre que ese niño haya visto cubiertas sus necesidades por una figura maternal que le ha cuidado. Entonces el niño desarrolla esa empatía que le lleva a preocuparse por el otro y deja a un lado el egocentrismo". Pero Durán diferenció además entre ese sentimiento de culpa que surge de una forma espontánea y la culpa moral, que nace de las propias leyes morales que rigen la convivencia. "Esa ética no es algo con la que nacemos como el amor o la agresión, tenemos una actitud para desarrollar una ética o una moral". Lo comparó la autora con el lenguaje. Se aprende y se aprende el lenguaje del entorno en el que estás. "Con la ética ocurre lo mismo. Es muy difícil aprender cualquier conducta moral cuando los niños no han tenido amor, cuando han sido abandonados y no se adquiere una moral de golpe, sino a lo largo del crecimiento, en diferentes etapas".

En su opinión esas reglas morales en la especie humana tienen como función más importante sustituir al instinto primario que sí tienen otras especies y que les hace controlar la agresividad en pro de la conservación de la especie.

Durán se refirió también al mecanismo de la inculpación, hacer sentir al otro culpable y señaló que la menor manera es el reproche, para enlazar a continuación la culpa con la reparación. "Lo malo de la culpa es que no podemos reparar lo que ya está hecho. Hay veces que la culpa sólo se puede asumir y convivir con ella, pensar lo que se podía haber hecho en el pasado es perder el tiempo, pero sí se puede pedir disculpas, sí se puede perdonarse a uno mismo y soltar ese lastre de la culpa".

Lanzó la autora el interrogante de para qué puede servir en la situación actual de la humanidad la culpa, en una sociedad donde la agresividad está a flor de piel, "donde además la vida en las grandes ciudades no favorece que haya menor agresividad, en una sociedad, por otro lado, donde las armas están disposición de las personas". Y en esa encrucijada entre el amor y la agresión, volvió a situar Carmen Durán la culpa, como una herramienta que nos llevaría a lo peor si es capitalizada por la agresividad y todo lo contrario, a una actitud más solidaria y centrada en los demás, si es el amor el que se hace dueño de este sentimiento. Y concluyó que las personas no podemos hacer gran cosa, salvo "asumirlo, perdonarnos, entender que al otro le pasa lo mismo, que puede hacerme daño y que también puedo perdonarle. En definitiva, ser más comprensivos y si hacemos todos esto pondremos nuestro grano de arena hacia una sociedad más solidaria".

Su intervención dio pie a una amena tertulia, en la que algunos de los presentes se interesaron por aspectos de su libro y las implicaciones en las relaciones entre padres e hijos y su educación.

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