Cayetano Del Pino Bohórquez, sin hacer ruido
Obituario
Cuando uno recibe el palo de la pérdida de una persona a la que quiere de verdad, se necesitan unos días para reposar el dolor y poder analizar el sentimiento de la pérdida con serenidad, frialdad y resignación .
Mi amigo Cayetano se ha ido, tal y como vivió, sin hacer ruido; él siempre vivió intensamente hacia dentro, de una manera discreta hacia fuera. Sus problemas eran suyos y no le gustaba compartirlos con los demás, excepto con los más allegados. Yo desde aquí le pongo estas pequeñas letras llenas de cariño que tratan con un inmenso respeto de cumplir lo que hubiera sido su deseo, esperar algunos días y decir alguna cosa, aunque lo que él hubiera preferido seguramente es que no se dijera nada.
Simplemente lo hago por puro egoísmo mío, es un egoísmo sano, que te hace compartir con todos los que leáis estas palabras, las bondades de un hombre bueno que se llenaba el alma de hacer las cosas sin que lo supieran los demás.
Agricultor por excelencia, dedicado a su oficio que se pasó la vida mirando al cielo para ver si llovía o no para beneficiarse de sus cosechas. Cayetano era de esos hombres que aprendía por sí mismo, sus mejoras estaban en su experiencia y sus recompensas eran el ver mejorar todo cada año.
Hombre culto donde los hubiera, con razonamientos claros sobre la vida. De creencias profundas y sencillas. Generoso sin límite, capaz de ayudar a personas necesitadas o de ir a darle de comer a muchos que pasaban hambre. Podría contar muchas cosas de Cayetano y todas tenían una cosa en común, que no se lo comentaba a nadie, había que enterarse porque alguien agradecido venía a contártelo y si le preguntabas algo te decía "anda hombre, déjate de tonterías".
Todos sus valores estaban centrados en su familia. Su gran suerte fue su mujer, que con una generosidad inmensa lo acompañó en todo momento, salió de la mano desde los años sesenta que se casaron y no la soltó hasta que se tuvieron que separar hace unos días, cuando Dios se lo llevó.
Su purgatorio lo pasó en vida con diferentes operaciones complicadas en estos dos últimos años, donde iba a Madrid con resignación a someterse a un calvario de hospitales.
Y solito se fue consumiendo, día a día, hasta que ya no podía consumirse más. Todas sus sonrisas se las llevaban sus nietos y sus hijos Tete, Alejandra y Cayetana, y toda la tranquilidad de su continuidad se la llevó entera su hijo Santiago, que desde pequeño le enseñó a hacer las cosas con la excelencia que él las hacia.
Ahora descansa a cincuenta metros de su casa en el columbario de la iglesia de nuestro padre Jesús Nazareno en la Alameda Cristina. Cada vez que he pasado esta Semana Santa por la Alameda he sentido tu grandeza de hombre bueno que está disfrutando en este momento de las bondades de Dios.
Que Dios te guarde Señor de Jerez, amigo del alma y cuñado.
Te fuiste como viniste, sin hacer ruido.
Manuel Guerrero Pemán es Presidente del Consejo Asesor de Diario de Jerez
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