Desde la ciudad olvidada

Ciudad franciscana

San Francisco de Asís, del que ayer se celebró su festividad, ha sido uno de los santos más populares e influyentes de la historia. En Jerez la huella dejada por el franciscanismo llegó a ser tan fuerte que ni siquiera el largo ocaso monástico vivido desde el siglo XIX la ha logrado borrar del todo. Hoy les invito a descubrir los lugares donde la orden franciscana se asentó en la ciudad. Un recorrido de presencias y ausencias.

Muerto San Francisco en 1226, la llegada de sus frailes a Jerez se produciría sólo unas décadas después, con la conquista cristiana, origen del convento que lleva el nombre del santo, de franciscanos observantes. Del primitivo conjunto monacal sólo queda la iglesia pero su impacto en el crecimiento urbano del extramuros se deja sentir en su entorno más inmediato. Esta zona exterior a las murallas fue, de hecho, la preferida para fundar nuevos cenobios. Una temprana reforma de la orden masculina dio lugar ya en el siglo XV al convento de Madre de Dios, donde terminaría residiendo la sección femenina, de la que hablé hace meses y de la que persiste también el de San José de la calle Barja, único de todos los que estoy mencionando que sigue habitado. Por su parte, la orden tercera, en su rama regular, se estableció muy cerca de los observantes a mediados del XVI en el convento de la Veracruz, demolido en 1868 y sobre cuyo solar se levantaría el Teatro Villamarta.

Por último, en el Seiscientos tiene lugar la instalación de descalzos y capuchinos, reformas de la orden que radicaron en los confines de las collaciones de San Miguel y Santiago. De los primeros persisten la iglesia, dedicada a San Juan Bautista, y posibles dependencias en una finca anexa. De los segundos, un edificio moderno que sustituyó al barroco en una de las actuaciones sobre el patrimonio religioso local más penosas del pasado siglo.

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