Jerez íntimo

El Cristo: presten oídos

Siempre he sostenido por activa y por pasiva que no todo está inventado en el mundo de las cofradías. Me refiero a la lontananza de las acciones socioculturales (otro afluente del incesante río de la formación) y no al arrabal del comportamiento derivable de la patología del ser humano (léanse los patrones ya diagnosticados de los considerados cabreados crónicos, espumadores de mala baba o, según jubiloso aserto de don Juan Delgado Alba, los negativos a secas –“quienes probablemente nacieron bajo un eclipse de luna porque para ellos nunca nada está claro”-).

Esos mercachifles de las corporaciones nazarenas, sí, que no hablan para decir algo sino que dicen algo con tal de hablar (ahora bien: siempre bajo la engañifa de la protectora y jaleadora autoafirmación grupal y jamás en solitario -por suelto- ni lejos de los tácitos mismos palmeros de ocasión). A buen entendedor… ¡Cuán torpemente separan el grano de la paja! Por lo común sibilinos, mal encarados sin causa, como desaprendiendo a capricho todo cuanto la institución -a la que, por deméritos propios, pertenecen y mas nunca la merecen- contiene y conlleva siempre a la única mayor gloria de Dios. Y jamás -¡me cachis!- a loor del ombligo propio.

Retomo: la prisa de la prosa, la celeridad del teclado, el pabilo del pensamiento, ha consumado una puntual y quizá puntera digresión. Regreso al harina de este costal. Decía que las cofradías no han de relegar su (potencial) amplitud de miras a la hora de socializar, de educar o reeducar (a sus hermanos, a los ciudadanos más próximos o a los habitantes que alcanzaren puedan). De evangelizar en suma. Y que consecuentemente el registro de planteamientos -de acciones proactivas- no encuentra coto ni constreñimiento. Imaginación al poder. Ya redijo Henry Miller que la imaginación es la voz del atrevimiento. A la modernidad por los parámetros del tiempo presente. No inventar por inventar, que deriva en novelería sinsentido. No apelar al ringorrango de la falta de criterio. ¡Se escucha cada dislate! No azacanear absurdas modas que, como las olitas de lo inaprensible, “vienen, no llegan y se van”. Pero sí aplicar determinados mecanismos de la sociedad moderna para ofrecer respuestas asimismo atractivas a una socialización capaz de regenerar y actualizar algunas facetas un tanto desfasadas -infructuosas, inservibles, encastilladoras- de nuestras Hermandades. ¡Sin complejos, sin temores, sin melindres!

Viene tal perorata a cuento porque me ha encantado el perfil programático del concierto que la Hermandad del Cristo de la Expiración -¡ese benefactor rayo de jerezanía y de ímpetu cofrade que no cesa, como así la belleza poética de Miguel Hernández!- ha organizado para este próximo sábado 15, a las 21.00 horas, en la sede de la iglesia de San Francisco. Concierto benéfico pro rehabilitación de la Ermita de San Telmo. ¡Un guiño de buen estilo! Música clásica con Agustín Castilla-Ávila (guitarra) y Juan Manuel Márquez (cello). ¿Tan sólo 5 euros por escuchar obras de Bach entre otros excelsos maestros? ¡A poner pies en polvorosa para retirar por anticipado las entradas en la misma iglesia de San Francisco o en la Ermita de San Telmo (Casa de Hermandad)! ¡A calzarse las botas de siete leguas! La gente del Cristo no parte peras con la adversidad: dan carpetazo a la atonía: saben que la Hermandad es un instrumento prodigioso para direccionar el sentido de los acontecimientos cuando vienen mal dados. El titánico trabajo a favor de la restauración de la Ermita así lo evidencia. Luchadores a brazo partido, tantarantán de la constancia, inaccesibles -y no inasequibles- al desaliento. Sal de la tierra, los unos y los otros, todos sin excepcionalidad ninguna. El Cristo. El Valle. Jerez. El sábado nos proponen sus hermanos otro deleite: ¡presten oídos!

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