“En España falta alegría y sobra incertidumbre”
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Entrevista de Marco A. Velo con Rody Aragón, payaso y presentador de televisión
¿Hacer reír es un encargo divino?
La verdad es que sí. Es algo muy bonito, muy especial. Algo que he tenido la suerte de heredar en esta familia. El punto clave siempre ha sido el niño. Cuando eres padre lo entiendes aún más. Hacer feliz a un niño, hacerle reír, hacerle sonreír, conseguir incluso que te admire, es un auténtico placer.
¿Qué diferencias y semejanzas hay entre un humorista y un payaso?
¡Qué bonita pregunta! ¡Nunca me la habían hecho! Yo creo que hay algo que es muy semejante: son dos personas, dos artistas, que están permanentemente analizando situaciones de la vida, situaciones normales que nos ocurren a todos en la vida, para poder hacer reír a los demás. Diferencia quizás es que un buen payaso –hablo de payasos de categoría, que los hay, y muchos- tiene que cuidar al detalle la mímica, ser un buen mimo, comunicar con la música –la música es uno de los factores esenciales en toda la vida del payaso-. Ahí estiba la diferencia, en la mímica y la música. Porque luego el payaso habla, igual que habla el humorista. De manera muy diferente pero en el fondo hay algo muy semejante que es lograr, con tu palabra, que los demás se diviertan.
¿Cómo era Fofó en su vida privada?
Él decía: “Yo no tengo tanto mérito como la gente me otorga porque yo soy así. Soy así delante de las cámaras como detrás de ellas”. Y es cierto que papá era igual detrás y delante de las cámaras. Una persona campechana, cercana, viviendo permanentemente para hacer sonreír a todo el mundo en su vida cotidiana. Siempre pendiente de que alguien que estuviera cercano a él viviera un momento alegre, feliz. Mi padre, Fofó, siempre fue una persona muy cercana al niño. Y a los adultos también. Queriendo ayudar a los demás. Tan bonachón como se le veía, así era su forma de ser.
Los payasos de la tele tuvieron que anunciar a los niños que Fofó se había ido al cielo. Pone los vellos de punta recordarlo…
Eso fue, a nivel personal, durísimo porque yo tenía una relación con mi padre muy estrecha, muy de amigos, con una confianza absoluta para hablarle de todo. Él me anunció meses antes, sin yo caer en la cuenta, que podría pasarle algo puesto que él tuvo una operación de un tumor en la cabeza. Y me anunciaba que no me preocupara si algún día le pasaba algo porque él había tenido una vida como si hubiera vivido 150 años por lo intensa, había conocido muchas cosas –buenas y malas de la vida- que además le habían enseñado muchísimo. Tenía 53 años. Fue un impacto. Estaba en pleno auge profesional. Con un cariño inmenso en el día a día no sólo en el plano profesional sino en su vida privada, en su vida particular. Y que se fuera así, tan de repente, fue durísimo. Yo, como hijo, y en la edad que tenía, 16 o 17 años, que ni eres niño ni eres hombre, una edad muy difícil… pues fue tremendo. Algo que duró en desaparecer. Estuve como seis o siete años comprobando cómo todo el mundo me lo mencionaba, cómo todo el mundo lo recordaba. Y aún sigue siendo así, pero, claro, ya uno se hace adulto y lo ve de otra manera.
¿Recuerda algún consejo especial que le transmitiera su querido padre?
Era una persona que había vivido tantas cosas que tenía una experiencia y una sabiduría de la vida tremenda. Recuerdo que en una conversación me dijo que hay dos caminos en la vida: el bueno y el malo. El bueno es el del esfuerzo, el del cariño, el de pensar en los demás, el estar preparado. Y el malo ya sabes cómo es. Me lo dijo así. Y ya con eso me lo dijo todo. Mi padre siempre le dio mucho valor al ser buena persona. Cuando veía nuestras notas del colegio, de pequeños, nos decía que sí, que eran buenas notas, pero que también nos tenía que preocupar mucho el ser buenas personas. Y con ese sello me he criado yo permanentemente en mi cabeza.
Es usted una persona sencilla, empática, noble… ¿De tal palo tal astilla?
Te puedo responder como me decía mi madre (risas): “Eres cagaíto a tu padre”. Él era así y me transmitió tantas cosas que yo no sé si el ADN te lo transmite también o que veías tan claro su consejo… que al final intentas ser así: sencillo, noble, aunque suene raro. Vi tanta grandeza en él que yo me dije que quería ser como papá en esto. Además mi padre siempre se inclinaba hacia al de abajo, al que menos podía. Yo he procurado ir por ese camino en la vida y es lo que de verdad me hace muy feliz.
¿Qué falta y qué sobra en esta España nuestra?
Te lo voy a resumir muy breve, porque es lo que veo y siento, y más aún enfocado al mundo nuestro: falta alegría, mucha alegría –falta las caras alegres en el día a día que hace años atrás se veían mucho más que ahora- y sobra incertidumbre. Hay mucha incertidumbre, más de la que pensamos.
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