Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

ramón glez. de la peña e ignacio de la peña arquitectos

"En la Expo las moscas se mataban a cañonazos"""

  • Los creadores del pabellón Tierras del Jerez rememoran en una conversación cómo fue el proceso de este espacio en La Cartuja

"En la Expo las moscas se mataban a cañonazos"""

"En la Expo las moscas se mataban a cañonazos""" / pascual

Juntamos a dos viejos amigos, ambos arquitectos, los artífices del pabellón de Tierras del Jerez. Hace tiempo que no se ven, pero rápidamente surge la complicidad, aunque avisan que ha pasado mucho tiempo y que la memoria puede jugarles malas pasadas.

Ramón González de la Peña (RG): Todo fue posible gracias al ingenio de Pedro Pacheco.

No había interés en la Expo en tener muchos pabellones permanentes. No era ese el negocio*****Improvisamos una ciudad efímera basada en las ferias del Sur*****El montaje fue frenético. La gente se robaba los ferrallistas

Ignacio de la Peña (IP): Quería protagonismo para Jerez.

RG: Lo que pasa es que en la organización de la Expo se le dijo al Ayuntamiento que no podía acudir como tal, que no había pabellones de ayuntamientos.

IP: Pero sí lo había para empresas, era el único vehículo con el que se podía acceder a la Expo. Estaban los pabellones de naciones, instituciones y luego los pabellones de Siemens, Fujitsu... Entonces Pacheco habló con algunas empresas emblemáticas, que eran González Byass, Domecq y Osborne. Así fue como se constituyó la empresa Tierras del Jerez.

RG: Yo trabajaba en Urbanismo y la primera noticia que tuve del pabellón fue a través de González Fustegueras. Me encargó un primer boceto del pabellón, un primer plano, pero claro, yo no tenía referencia ninguna, ni siquiera del tamaño. Yo hice algo, pero supongo que por mi juventud o por lo que fuera consideraron que hacía falta ayuda. Dije que si iba a tener un socio, mejor que fuera un amigo mío. Así es como entró Ignacio.

IP: Yo era profesor de proyectos en la Escuela de Arquitectura y había participado ya en un concurso de planeamiento para La Cartuja, por lo que conocía el terreno. Cuando me llegó la propuesta de Jerez no lo dudé porque me apetecía trabajar en la Expo y porque el primer concurso que había ganado había sido el de la plaza de Mamelón, con el que trabajé muy a gusto, aunque, luego, como tantas veces, no se hizo tal y como se había planeado.

RG: Nos pusimos manos a la obra con el pabellón y, en realidad, como no sabíamos cómo hacer un pabellón hicimos un viaje relámpago a París Bercy y a Orlando a ver los parques temáticos.

IP: En Orlando sí que aprendimos.

RG: Fue determinante para el primer proyecto. No había límites de nada, ni siquiera de presupuesto.

IP: Trabajábamos con la idea de la permanencia y el plan era llevar a Sevilla los valores de Jerez, por lo tanto era obligado el picadero y todo muy ligado a la hostelería.

RG: Pero a mitad de proyecto nos dijeron que una comisión decidiría si sería permanente o no. Trabajábamos con la espada de Damocles de que nos dirían que sí o que no exigiéndonos la definición del proyecto de ejecución. Pero es que no tenía nada que ver un proyecto permanente con uno que hubiera que desmantelar.

IP: En realidad la Expo no quería mucho suelo ocupado después de los seis meses porque el negocio iba a estar en venderlo, por lo que cuantos menos pabellones permanentes hubiera, pues mejor.

RG: Y al final permanentes fueron muy pocos, el de España, los temáticos... Japón, que presentó un pabellón que es el mejor que he visto en mi vida, se fue abajo... Una pena. Los mejores pabellones se fueron abajo.

IP: Al dejar de ser permanente, el proyecto cambiaba por completo. De contar con un proyecto que salía por cinco o seis pellones, que era la unidad monetaria de la Expo, teníamos que contar con medio pellón. Y es que para la misma explotación del pabellón no habría tantas empresas que quisieran arriesgar en un proyecto de sólo seis meses.

RG:Se pactó con la Expo el precio y el límite al que podríamos llegar.

IP: Y los plazos eran muy estrechos. Cuando nos dijeron que teníamos que empezar de cero el primer pensamiento fue y ahora qué coño hacemos.

RG: Lo que hicimos fue una mayor definición del programa.

IP: La idea base era una recreación de las ferias del sur, qué mejor recreación de la arquitectura efímera. La ciudad como algo mítico. Un mecanismo urbano de la ciudad ideal para la fiesta. Las ciudades ideales de la primavera.

RG: Tenía que haber espectáculo. Caballos, flamenco... Qué mejor forma que vender Jerez a partir de su manifestación más lúdica.

IP: Luego nos colocaron elementos que no pegaban nada. Había que vender el circuito y hubo que colocar un bólido.

RG: O aquel robot que no funcionaba nunca y que yo creo que costó la mitad de lo que costó todo el pabellón. Eso fue una idea de Paco Rubiales. Rubiales tenía una idea de campamento folclórico frente a nuestra idea mucho más sutil con elementos abstractos. Era una frustración permanente pelear con esa idea de barroquizarlo todo.

IP: Más que barroquizarlo, vulgarizarlo. Pero logramos el menor coste por metro cuadrado de toda la Expo. Si exceptuamos la plaza, que es donde gastamos un poco más y que era el punto de encuentro, en lo demás, todo prefabricado, se buscó el mínimo coste.

RG: La ejecución, en seis meses, se hizo con una empresa que era poco favorable. Al jefe de obras le llamábamos Harry el Sucio.

IP: Los últimos días del montaje fueron frenéticos. Asistimos a la guerra entre pabellones de quitarse obreros. De repente te desaparecían los ferrallistas porque les pagaban más en otro pabellón donde se estaban agobiando.

RG: No se miraba el dinero. Cualquier obrero ganaba más que nosotros. En la Expo las moscas se mataban a cañonazos.

IP: Pero es cierto que no hay nada como tener una fecha. Y el pabellón tuvo éxito. Al final del día, la fiesta siempre terminaba allí. Era el último pabellón en cerrar.

RG: Fueron seis meses intensos y cuando todo acabó, con la crisis que siguió a la fiesta del 92, la gente salió en estampida.

IP: Durante muchísimo tiempo ahí se quedaron los pabellones efímeros, abandonados. Lo de vender solar a solar no era tan sencillo como ellos pensaron.

RG: Y lo cierto es que, al final, el pabellón estuvo a punto de ser permanente. Se lo quiso quedar el colegio de médicos, pero hicieron un proyecto de readaptación horroroso, humillante.

IP: Bueno, yo trato de no enfadarme por eso. Hace tiempo que me jubilé de algunas cosas.

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