‘FLAMENCA’ de Lidya Gordillo

La obra nos presenta la imagen de una mujer vestida de flamenca. Esta mínima definición de la pieza encierra muchos aspectos plásticos y formales que descubren una pintura muy bien estructurada, con un correctísimo sentido pictórico y salida de una artista que sabe bien lo que hace. La primera mirada nos sitúa ante una mujer de espalda que vuelve, con timidez, la cabeza. Poco a poco, el espectador va encontrando muchos matices en la representación de la imagen. Por un lado, se observa un cuidado y elegante dibujo que define, con precisión, la ilustración del retrato. La utilización de tintas grises y grafitos aumenta esa sensación dibujística que marca claramente la situación física de la modelo. El rostro de la misma aparece sólo dibujado, sin un exceso de expresionismo formal. Únicamente en el tratamiento del pelo la autora concede una mayor potencia visual, planteando sutilmente y con gran economía de medios formales, la parte floral que adorna el cabello. Se trata de una mujer en plena joven madurez que ofrece al espectador la parte derecha de su cara. De manera mínimamente esbozada, pinta los pendientes, el de la izquierda representado con apenas unas mínimas líneas. El conjunto de la bella cabeza nos sitúa, asimismo, ante la imagen de una mujer sencilla, cercana, sin bellas exuberancias. Todo ello sirve para que la visión de la misma consiga una absoluta empatía con el conjunto de la imagen representada.

Lydia Gordillo pinta la espalda, también, con una clara contención pictórica, representando la desnudez de esa parte del cuerpo con un acertado rigor en el dibujo y manifestando la calidez corporal sólo con un buen juego de difuminados.

Si la ilustración de la cabeza manifiesta una clara decantación por la forma dibujada, ofreciendo toda la importancia a esa elegante línea gráfica que define los rasgos de la mujer; la artista potencia la realidad ilustrativa en el conjunto del vestido flamenco. Si bien mantiene esas líneas de esbozo representativo, con la figuración muy escuetamente distribuida hasta, incluso, reducir los elementos concretos a meros golpes de color que interactúan con unas formas que recrean una escasa dimensión floral.

El vestido de la flamenca, con su también economía colorista, con su escueta ilustración y con su formulación a base de estructuras entre figurativas y abstractas, convence a la mirada del espectador, que ve cómo simples elementos formales, de muy poca configuración realista, manifiestan una composición de honda expresividad.

La Flamenca de Lydia Gordillo se nos presenta sin grandes alardes coloristas, con una representación muy bien definida, donde los elementos compositivos, sucintos, claros y contundentes, posicionan una representación llena de sabia dimensión plástica. Sabe hacernos partícipes de una estética flamenca - que no es fácil llevarla a cabo - con un sentido de la expresión muy particular, sin excesos, medidos, distribuyendo con suficiencia la parte dibujada y administrando el tenue sistema colorista con una acertada y ajustada posición estructural.