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Feria taurina del Caballo | Corrida de toros

Una tarde grande de Morante que comparte triunfo con Manzanares

  • Pablo Aguado no tuvo suerte con su lote en la tarde de su debut en la plaza de Jerez y se va de vacío en un encierro de Juan Pedro para olvidar, premiado por el palco con una vuelta al ruedo de saldo

La terna saliendo de la plaza a pie, a Morante y Manzanares le correspondía el honor de salir a hombros, dado que la puerta grande no se abría por razones de la pandemia.

La terna saliendo de la plaza a pie, a Morante y Manzanares le correspondía el honor de salir a hombros, dado que la puerta grande no se abría por razones de la pandemia. / Pascual (jerez)

El gran momento, las ganas y la afición, y la solvencia profesional de un torero en sazón con bagaje y disfrutando en la cara del toro, aunando capacidad y arte, se pusieron de manifiesto en Jerez con un triunfo de Morante de la Puebla, que hizo que reviviéramos en el vetusto coso de la calle Circo aquellas memorables últimas corridas del arte en Santiago con Manolo Vázquez, Antoñete, Curro Romero y, por supuesto, Rafael de Paula.

Tardes inolvidables en Jerez con una afición seria y un palco riguroso y los ganaderos escrupulosos compitiendo por traer lo mejor de cada casa. En ese son encaja el triunfo de Morante, de aire añejo, aroma caro y excelencia profesional.

Por desgracia Jerez hoy es otra cosa, ni vienen las corridas que tienen que venir y tras un periodo en que presidían concejales como si esto fuera un pueblo y hoy 'aficionados de reconocido prestigio', perdió el rumbo esta plaza, a base de bandazos. Ayer mismo se regaló una vuelta al ruedo que nadie pidió con una palurdez digna de Villamelones. El presidente cogió su garrota, se caló la boina peluda, y se fue feliz, tan ancho, pero el estupor de la afición, empezando por la cara de asombro de Manzanares marcaban que hemos tocado fondo en la plaza de Jerez. Nos están dejando en ridículo.

Y no solo el usía, el publico en busca del gintonic con el toro en la arena. Ayer se movía más el público que el medio toro que hoy nos gobierna.

Una pena que estas cosas empañen o deban comentarse en tardes como esta, con unas luminosas verónicas de Morante, mecidas con pereza, para abrir boca.

El toro acusó el justito castigo y por eso el de La Puebla dejó el quite en una media. La faena, con el toro viniéndose abajo, fue un improvisado y espontáneo recital de torería y recursos, o sea, de sitio.

Desde el trasteo inicial con el molinete invertido y el obligado hasta el abelmontado remate final con el torero muy arrimado. En medio, los naturales dibujados de uno en uno, en los que el temple suplía la carencia de recorrido del animal, y el toreo con la derecha provocado por Morante.

Pero es que con su segundo hubo más, más terciado el toro, no tragó en el capote por lo que esta vez fue torera brega arqueando la pierna. Un toro que protestaba y un torero de un dominio artístico que salpicaba los pases fundamentales con el molinete y el kikirikí y que fue muletero bien colocado, peleón y hurtando el cuerpo cuando el toro reponía. Sensacional faena enmarcada por ayudados y de poderoso remate. Las palmas por bulerías fueron de ley y el público preguntado qué dónde toreaba Morante mañana.

Manzanares tuvo un primero de su lote que resultó ser un inservible marmolillo, sin nada que ofrecer. Con el quinto, en la raya de la novillería, pudo estirarse por verónicas. Fue la antítesis del pañuelo azul: por presencia, por su blandura que le llevó a perder las manos, por su poco recorrido y por lo que protestaba en la muleta de Manzanares.

El de Alicante porfió y a base de atacar pudo conseguir que el toro tragara y pudiera completar la serie. En el epílogo, a base de meterse mucho con el toro, le extrajo una serie más ligada con la zurda que puso al público a pedir las dos orejas. Obligando a aflorar algo de la casta de la casa. Cuando asomó por el palco el pañuelo azul, no se lo creía ni el propio matador.

En estas se quedó vacío el debutante Pablo Aguado con un pésimo lote. Su primero solo tuvo gas para permitirle brillar en los lances de recibo y en el remate. Pero aquello no podía con su alma.

Al sexto lo paró de una larga en el tercio y estuvo insistiendo hasta en una larga y voluntariosa porfía que hizo que sonara el aviso para cerrar una tarde, la tarde de Morante.

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