Cronología de una liberación
  • El fotógrafo Miguel Ángel González relata cómo vivió la salvación de una manada de caballos en La Teja

Fotos de una gran historia

Imagen de los caballos huyendo del fuego y que da pie a esta historia. Imagen de los caballos huyendo del fuego y que da pie a esta historia.

Imagen de los caballos huyendo del fuego y que da pie a esta historia. / Miguel Ángel González (Jerez)

Escrito por

Arantxa Cala

El viento y el calor azotan. Julio. En la mañana del viernes 15 se da por extinguido el fuego que durante dos días ha sembrado de miedo y destrucción algunas zonas de la campiña. A las tres de la tarde recibimos la noticia de que el fuego se ha reactivado. No hay tregua. Las rachas de levante juegan de forma macabra con las llamas. Las aviva, hambrientas.

El fotógrafo de Diario de Jerez (Grupo Joly) Miguel Ángel González prepara el equipo y se dirige hacia el lugar. La avenida Juan Carlos 1 está cortada por la policía y no se puede pasar. Una gran columna de humo delata que el fuego está cerca. “Me dirijo hacia la barriada del Pimiento a ver si desde allí puedo ver qué pasa. Es un buen sitio, con cierta altura. Frente a mí se encuentra La Teja, que ha sido desalojada. Apenas se ve por la cantidad de humo que el fuerte viento se encarga de expandir. Este sitio me ofrece una visión general de lo que está ocurriendo. También puedo fotografiar la llegada del helicóptero del Infoca”, cuenta.

El aire es irrespirable. La policía desaloja a los vecinos y le da al fotógrafo dos minutos para abandonar la zona. Les insiste para que le permitan permanecer en el lugar y desarrollar su trabajo. Acceden a su petición pero le advierten que es muy peligroso por la inhalación de humo.

“A mi izquierda veo a un grupo de personas corriendo. Van hacia un cañaveral que está ardiendo. Allí, en un cercado, hay una manada de caballos que permanecen juntos. En ese momento tengo toda la atención puesta en ellos. Intuyo que esa gente anónima quiere ayudarlos. Efectivamente, se adentran, junto a cuatro policías locales, en el cercado para intentar agrupar a la manada y alejar a los animales de las llamas. Pero cada vez que aparece el helicóptero se desbocan. Después de una hora de idas y venidas, consiguen conducirlos hacia la salida. Pasan así del infierno de humo negro y llamas, al paraíso de un campo aledaño fuera del peligro”. La vida triunfa. Los caballos corretean por un prado sembrado. Un verdor que contrasta con lo que allí está pasando.

Un señor mayor, una de las personas que conduce a los caballos hacia la libertad, pierde el conocimiento. Es atendido en medio del campo por el resto de participantes de esta épica historia. Mientras, los caballos galopan felices junto al hombre tendido en el suelo. “Se viven momentos de incertidumbre, pero realmente de una belleza extraordinaria. Habían conseguido salvar de las garras de la muerte a diez caballos. Mientras esto pasaba a mi izquierda, a la derecha veía cómo el fuego se acercaba al primer bloque de pisos. Pero tenía que terminar de contar esta historia. El helicóptero no para de vaciar agua. El pánico se hace presente. En una de sus pasadas, los caballos se vuelven a desbocar y, aunque ya estaban fuera del cercado, inexplicablemente comienzan a correr hacia el fuego, cuyas llamas alcanzan los 12 metros de altura. Dos caballos se quedan atrás, desorientados. Caen en una zanja de fuego. Se estaban quemando las patas. Uno de ellos baja el lomo, se abandona. El otro parecía correr la misma suerte, pero finalmente consigue salvar su vida. Eso sí, con las patas abrasadas. Un joven se echa las manos a la cabeza de desesperación al ver lo que acaba de ocurrirle a este bello y noble animal.

Tengo también esos sentimientos de impotencia y dolor. Pero me quedo con la emoción de que la valentía de unos ciudadanos y policías locales salvaron la vida de los nueve caballos restantes. Luego seguimos con el trabajo. El viento, el humo, los gritos, las sirenas, las aspas del helicóptero. Más caos, incertidumbre y miedo. El fuego se quedó a cinco metros de alcanzar los edificios de la avenida Juan Carlos I. Pero eso es ya otra historia". 

A la hora de tratar las fotos y prepararlas para ilustrar la información, Miguel Ángel rememora y llora. “Lo vi morir. Abandonarse a las llamas. Pero también vi la vida, la libertad. La voluntad de esas personas por salvarlos de una muerte segura”. Es la historia de una foto, las fotos de esa historia. La imagen de los caballos corriendo junto a las llamas que abre este reportaje y que ha fascinado en redes sociales y otros canales desde que se publicó en este Diario. Una crónica con final feliz, que aquí podemos contar. 

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