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Lectores sin remedio

Historia de una biblioteca, historia de una ciudad

Sala de la antigua sede en plaza de la Asunción. Foto Manuel Hidalgo, 1974.

Sala de la antigua sede en plaza de la Asunción. Foto Manuel Hidalgo, 1974.

Cuando lean estas líneas estaremos transitando por la denominada “Semana del libro”, esa en la que queremos creer por un instante que este país ama la lectura aunque la cruda realidad nos diga lo contrario. Sin embargo, y entre tanto acto organizado por la geografía peninsular, este 23 de abril Jerez tiene algo que festejar y que trasciende culturalmente más allá de los límites locales, aunque pase desapercibido para la mayoría.

Dicho día se conmemora la creación de su Biblioteca Municipal que este año llega, y son palabras mayores, al 150 aniversario (en la imagen, sala de la antigua sede en plaza de la Asunción. Foto Manuel Hidalgo, 1974). Esta biblioteca, y de ahí lo de trascender más allá de los limites locales, es la única biblioteca a día de hoy heredera de aquel movimiento bibliotecario surgido en nuestro país a raíz del decreto del Ministerio de Fomento en 1869, en pleno Sexenio Democrático, que regulaba la creación de bibliotecas populares. Aquel decreto conocido como Ley Ruiz Zorrilla, al recibir el nombre del titular de dicho ministerio, trataba de poner a nuestro país al mismo nivel que los países de nuestro entorno en relación a la accesibilidad al mundo del libro, y tuvo un éxito espectacular sobre el papel: entre 1869 y 1883 se llegaron a crear más de 700 bibliotecas, aunque en la práctica fue un rotundo fracaso pues de todas ellas, por muchos y variados motivos solo queda a día de hoy la biblioteca jerezana.

Habría que esperar a la Segunda República cuando con otro Decreto, este de 1932, se regulaba la normativa para creación de bibliotecas municipales tratando de que en la práctica, como así sucedió, estas no corrieran la misma suerte que las creadas con la Ley de Ruiz Zorrilla. Sin duda conocer la historia de la biblioteca Municipal de Jerez es conocer un trozo de la historia contemporánea de esta ciudad. Personajes relevantes de la sociedad, la cultura y la política jerezana estuvieron vinculados a ella por uno u otro motivo: Ramón de Cala, Manuel Bertemati, José de La Herrán, Ramón León Mainez entre otros.

Una biblioteca que también vivió momentos críticos que logró superar: en 1873, recién inaugurada, estuvo a punto de desaparecer como esos cientos de bibliotecas populares a las que nos referíamos antes. Durante la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra se vive en ella el asfixiante control que se ejerce sobre el libro, mientras en sus depósitos se custodiaban libros requisados. Y así hasta llegar a etapas que pese a su cercanía y trascendencia resultan desconocidas para la mayoría, como aquellos difíciles años de la Transición, ya finalizada la larguísima etapa en la dirección de la Biblioteca de Manuel Esteve Guerrero (1931-1974), y que culminaría con el traslado a su segunda y actual sede en la Plaza del Banco.

Penas

Andaba yo el otro día que vivía sin vivir en mí, como tristoncillo, apesadumbrado. Mis hijos me lo notaron enseguida y pronto se quitaron de en medio. “A father le ha dado uno de sus ataques de neura”, le escuché a mi hija. “Pues no seré yo quien le ponga el hombro”, le oí a mi hijo, siempre tan generoso en el consuelo. Hasta mi mujer me lo notó; ella, que para cualquier mal, sea del tipo que sea, siempre tiene el mismo diagnóstico: “serán gases”. Y el remedio no tardó en llegar: “tómate dos aerored. Son mano de santo”. En el laberinto de mis congojas acerté a pensar qué tenían que ver mis penas con las molestas flatulencias. Yo bien sabía el motivo de mis tristezas, lo había leído y oído hacía unos días en los medios de comunicación: la periodista catalana Julia Bacardit había prohibido, por rigurosa cláusula contractual, traducir su espléndida obra titulada ‘Dietari sentimental’ al castellano. “No quiero contribuir a la bilingüización de la literatura catalana”, dejando por sentado, sin lugar a la duda, de que ella escribe literatura. Además confesaba que su obra anterior ‘El precio de ser madre’ había conseguido más ventas en castellano que en catalán, pero que para preservar y potenciar su lengua materna había decidido que su nuevo libro no se tradujera a la lengua de Cervantes, de Lope de Vega y de García Márquez.

Y en cuanto me enteré, me asaltaron las interrogantes y con ellas el desánimo. ¿No podremos disfrutar ya más de las excelentes obras de esta enorme escritora?, ¿nos perderemos para siempre la lectura de una más que probable premio Nobel?, ¿después de ‘El precio de ser madre’, un título que lo dice todo, ya no podremos conmovernos con ese ‘Dietari sentimental’ que tantas emociones promete? Para quien se considera un lector sin remedio, el rotundo no como respuesta a estas interrogantes me hundía en ese abismo oscuro de la amargura. Debo reconocer mi equivocación. De nuevo he subestimado a mi mujer y sus consejos médicos de andar por casa. Me tomé dos pastillas y los libros de la Bacardit, como las penas, fueron expulsados de mi cuerpo como y por donde debían salir. José López Romero

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