Francisco Gandón Soto. Exvenenciador de González Byass

“Hoy hay muchos echadores de vino y pocos venenciadores”

  • Tras 42 años trabajando para la firma vinatera, este popular venenciador jerezano se jubila

  • Aquí, un repaso por sus vivencias, el futuro de la profesión y sus proyectos

Paco Gandón posa con una venencia en la calle Larga, tras la entrevista.

Paco Gandón posa con una venencia en la calle Larga, tras la entrevista. / Pascual (Jerez)

Casi con toda seguridad, todos los jerezanos han visto en acción, aunque sea una vez, a Paco Gandón (Jerez, 1955) con su venencia. Y es que han sido 42 los años que este jerezano ha trabajado para González Byass. La mayor parte de ese tiempo como venenciador.

A la bodega llegó por su padre, quien lo presentó primero como botones u ordenanza, pero no pasó las pruebas. Así que se fue a la mili con 18 años. Después, en una segunda oportunidad, el muchacho entró por fin a trabajar en la firma vinatera, por la que cuenta que ha pasado por prácticamente todos los departamentos: limpieza de tapones, por la constructora, el embotellado, embarque, tren de vinos y luego a bodega de la mano del capataz Miguel Flores, padre del enólogo Antonio Flores.

“Y en bodega hacía de todo: almacenar, llenar, hasta que, como era más jovencito, cuando había que sacar muestras yo me iba con los venenciadores. Esa vida llena de viajes me generaba una envidia sana que me lanzaron a ser venenciador. Y practicando, practicando me llegó la oportunidad de la mano de Domingo Alba. Me marché a Barcelona. Dije que no, me daba miedo, con tanta gente... Pero allá que me fui, dos semanas". Y así fueron corriendo los años y las jubilaciones de los otros compañeros, hasta que quedaron en la bodega Paco y Genaro Benítez.

No es que a Paco le apetezca realmente jubilarse, es que ya le tocaba, tras 42 años. “Yo estaba muy a gusto en la bodega, pero es verdad que aún no me hago a la idea. Sin embargo, estoy muy feliz porque estoy al lado de mis nietos, mi mujer y de mi hija María Teresa. Tengo dos nietos que son dos soles, mi María Teresa, que es para comérsela, y mi Tomás, que va a ser un bicho”.

El balance, en general. “Puedo decir que yo he estado trabajando en una gran empresa. Te dan lo que te prometen y te dan calor humano. Unos buenos jefes y unos buenos dueños. He tenido la suerte de estar al lado de ellos así que no puedo hablar mal. He sido muy feliz”.

Cree que su labor ha sido muy reconocida por parte del Ayuntamiento, “primero por mi persona y luego por mi profesión de venenciador, a la que nunca se le había hecho nada en la ciudad. He sido nombrado representante de los Reyes Magos en Jerez, en la figura de Melchor 2019. Creo que para mí es el premio más importante que puede otorgar el Consistorio”.

Y para añadir más cambios, se muda de casa. A la calle Taxdirt. “A mi familia y a mi siempre nos ha gustado el centro, ir a los actos culturales, que a mi mujer le encantan y yo la sigo a ella. Viviendo en la zona de Chapín pues no íbamos tan a menudo. Nos hemos venido al barrio de Santiago, y desde mi casa veo ese nido de cigüeñas en la torre de la iglesia que es una maravilla. Hemos comprado una vivienda muy grande en la que vivimos la familia de mi hija y nosotros”.

Se llevará bien entonces con su yerno... “De maravilla, es una persona encantadora, además es un gran venenciador... y zurdo. He dejado ese legado en la bodega”.

Paco era de niño “mu malo p’a comé”. Dice que daba pocos problemas a su madre..., bueno, excepto para el cuchareo y para estudiar. En más de una ocasión, donde ponía suspenso él colocaba un sobresaliente. “Sí, un poco traviesillo era”, confiesa entre risas. Con la edad fue amando más los guisos, sobre todo la berza gitana de su mujer, Tomasa. “Ahora no le hago ascos a la comida”, vuelve a reír.

Fue jugador de fútbol. Y se señala las rodillas para quejarse de ellas. Con 18 años jugó en el Soberano, luego en el Arcos, en Ubrique cinco años, tiempo que recuerda con mucho cariño, localidad en la que tiene grandes amigos. Luego pasó al Sanluqueño y finalmente, a El Pilar. Una afición que se prolongó hasta los 30.

A los 18, su padre falleció con tan sólo 42 años de una enfermedad fulminante, tiempos en los que dice que “se bebía mucho y se comía poco, sobre todo si trabajabas en bodega. Disfruté muy poco de su compañía”. Sus tíos le dijeron que lo suyo no eran el fútbol sino la bodega. “Y acertaron porque qué hubiera ganado yo en el fútbol”.

Paco ha estado junto a la mayor parte de la realeza del mundo, cuando se casó la Infanta Elena en Sevilla, en 1995. Y muestra la credencial que llevaba para poder moverse por la celebración. Con el rey emérito Juan Carlos y con su hijo Felipe también ha coincidido en varias ocasiones. Guarda numerosas fotografías de sus centenares de actos con personalidades y artistas por todo el mundo.

Nunca le ha importado volar, algo que no ha sido un obstáculo para su trabajo, como tampoco el idioma. No habla inglés. “Nunca me he quedado tirado. Sólo una vez en Düsseldorf, que le daban el Premio Carlo Magno a Felipe González. Me tenían que recoger en el aeropuerto, y hubo una confusión. Y allí me quedé a dormir, hasta las 8, y llegué al sitio reventaíto. Luego me compensaron con una noche en el mejor hotel de la zona. Por lo menos...”. Dice que pocas cosas malas le han pasado, más anécdotas buenas, sobre todo.

Entre sus planes de futuro está seguir venenciando pero como maestro, enseñar a venenciar “para que no se pierda la profesión, porque la verdad es que en Jerez se está perdiendo. Aquí hay muchos echadores de vino. Y yo lo comprendo, porque son chavales que por echar una copita en un rato se van a llevar un dinerito. Han aprendido lo básico y todas las bodas tienen venenciador. Pero en bodegas quedan un par de ellos trabajando. Y en Jerez que hay dos escuelas, la de Jesús Delgado y la de Jesús Rubiales, que son dos magníficos”.

Ahora, además, se ha convertido en el chófer oficial de sus nietos. “Un trabajo del que no voy a ver un duro (ríe), pero sí voy a tener la satisfacción de llevarlos y recogerlos del colegio. Pues vale, lo acepto. Pero que un día me dejen libre para estar con mi mujer para arriba y para abajo (ríe de nuevo)”.

Sus viajes por casi todo el mundo con la profesión no han llegado a los países en los que está prohibido el alcohol. Ahora, cuando se levante la pandemia, “de la que saldremos”, irá a sitios que le han encantado como Colonia o Turín. “Mi mujer me pregunta si tengo alguna familia allí de lo que me gustan. Y bueno, cuando salgamos de esta situación, pues también me gustaría colaborar con alguna ONG, ser útil a la humanidad, ayudar al prójimo”.

¿Qué diría su padre? “Hubiera estado muy orgulloso de mí. He seguido sus pasos. A mi madre por suerte aún la tengo conmigo”. En estos días del siglo XXI, dice que no le hubiera importado ser futbolista, no en los tiempos en los que jugaba. Pero lo que sí tiene claro, es que "volvería a ser venenciador“.

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